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Una nueva relación con Oriente

EE UU y China desactivan Copenhague

Los dos países más contaminantes no logran sellar un acuerdo para la cumbre del cambio climático - Obama y Medvédev mantienen la unidad frente a Irán

Antonio Caño

Estados Unidos y China, los mayores contaminantes del mundo, hicieron ayer oficial el fracaso de la conferencia del clima que se iniciará el 7 de diciembre en Copenhague. Los dirigentes de ambos países, apoyados por algunas de las principales naciones emergentes del mundo, comunicaron ayer en Singapur al Gobierno de Dinamarca que no será posible conseguir en esa ocasión un acuerdo vinculante que permita la reducción de emisiones de dióxido de carbono.

En su lugar, se intentará lo que se ha llamado retóricamente acuerdo en dos etapas, y que, en realidad, consiste en hacer en Copenhague una mera declaración de intenciones, pero se postergarán los compromisos obligatorios para un momento posterior, quizá para otra conferencia que debe celebrarse el próximo año en México.

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"Ha habido una coincidencia entre los líderes de que no es realista esperar que un gran acuerdo internacional completamente vinculante pueda ser negociado entre ahora y Copenhague, que empieza en 22 días", declaró Michael Froman, viceconsejero nacional de Seguridad de la Casa Blanca, al término de una reunión imprevista celebrada por los países que participan en la asamblea de la Asociación Asia-Pacífico (APEC) con el primer ministro de Dinamarca, Lars Loekke Rasmussen.

Consciente de que estaban aquí los dos gobernantes que tienen la última palabra en el asunto climático, el presidente estadounidense, Barack Obama, y su homólogo chino, Hu Jintao, junto a otros países que son protagonistas destacados de este debate, como Indonesia, Japón, Rusia o México, Rasmussen se trasladó ayer por sorpresa a Singapur en busca de una solución desesperada para salvar la cumbre de Copenhague. Pero sólo obtuvo, según fuentes de EE UU, un compromiso de todos los participantes, incluido China, de respaldar en la capital danesa un documento que establezca objetivos ambiciosos, e incluso algunos procedimientos para alcanzarlos, pero sin exigir que los países contaminantes reduzcan sus emisiones, lo que era el objetivo inicial de la conferencia patrocinada por Naciones Unidas.

Desde hacía tiempo se daba por descontado que la suerte de Copenhague estaba plenamente en manos de Estados Unidos y China, que se habían dado de plazo hasta la actual gira de Obama por Asia para encontrar un arreglo satisfactorio para ambos. Pese a la voluntad manifiesta del presidente norteamericano de avanzar en esta materia, ese arreglo no ha sido, finalmente, posible tanto por la resistencia de China como por la incapacidad del Congreso estadounidense de aprobar una legislación energética compatible con los propósitos de Copenhague.

Obama no quiere firmar ningún acuerdo que, como ocurrió con el de Kioto, suscrito por Bill Clinton, no sea después refrendado por el Congreso. China, por su parte, no está dispuesto a hacer movimientos relevantes en ese campo que no vayan acompasados por Washington. Lo mismo puede decirse del tercer mayor contaminante, Indonesia. Y Japón, cuyo nuevo Gobierno había anunciado recientemente la voluntad de reducir las emisiones de gases, tampoco quiere hacerlo sin acciones recíprocas por parte de China y Estados Unidos.

De esta manera, con toda probabilidad, otras grandes naciones en desarrollo, como India y Brasil, se negarán a respaldar acuerdos que no estén apoyados por esos cuatro países, y Copenhague puede quedar reducido a un ejemplo más de voluntarismo infructuoso.

Con esta reunión sobre el clima, Obama elimina uno de los conflictos en su agenda con China y aumenta las posibilidades de convertir en un éxito la visita que empieza hoy en Shanghai, adonde el presidente estadounidense llegó anoche.

En la reunión de la APEC, Obama dejó un mensaje económico con claros y oscuros y -mucho peor- advirtió a los otros 20 jefes de Estado y de Gobierno de esta organización que tendrán que vestir faldas para la cumbre de 2011 en Hawai. Muchas de las reuniones de la APEC, parcas en resultados, pasan a la historia sólo por los pintorescos trajes regionales con los que los dirigentes se ven obligados a posar en cada cumbre. Obama recordó ayer a sus colegas que la indumentaria típica de su Estado natal es una garbosa pollera.

Con menos humor tomaron sus interlocutores la petición de que los miembros de la APEC, que suman más del 50% del PIB mundial, dejen de ser fundamentalmente grandes exportadores y asuman un papel más protagonista en la economía global. Es decir, que no pretendan seguir creciendo a costa de los consumidores norteamericanos y que abran sus mercados a los productos de Estados Unidos.

Esta cumbre de Singapur permitió también a Obama reunirse de forma bilateral con su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, para progresar en el acuerdo de desarme START que fue decidido en julio pasado, durante la visita del presidente estadounidense a Moscú, y que debe ser firmado el mes próximo, probablemente en alguna ciudad europea. Fuentes norteamericanas reconocieron, no obstante, que aún quedan algunas diferencias por negociar para poder cumplir ese plazo.

Los dos mandatarios insistieron también en su voluntad de mantenerse "unidos y firmes", según los términos utilizados por un portavoz de EE UU, frente a la negativa de Irán de detener su programa nuclear, aunque no decidieron ninguna fecha precisa para aprobar sanciones contra el régimen islámico. "Estamos decididos a seguir trabajando", declaró Medvédev, "para asegurarnos de que el programa nuclear iraní es sólo para fines pacíficos. En el caso de no conseguirlo, hay otras opciones sobre la mesa".

Obama, con la presidenta de Filipinas, los primeros ministros de Singapur y Tailandia y el jefe de Estado de Vietnam (de izquierda a derecha), antes de la reunión de la ASEAN.
Obama, con la presidenta de Filipinas, los primeros ministros de Singapur y Tailandia y el jefe de Estado de Vietnam (de izquierda a derecha), antes de la reunión de la ASEAN.REUTERS

Obama pide la liberación de la líder opositora birmana

Barack Obama participó ayer en Singapur en una controvertida reunión con el jefe del Gobierno de Myanmar (antigua Birmania), en la que reclamó la liberación de la famosa presa política de ese país Aung San Suu Kyi, quien, como el propio presidente de EE UU, es poseedora del Premio Nobel de la Paz. Suu Kyi está en arresto, domiciliario o en la cárcel, de forma intermitente desde 1989.

Es la primera vez que un presidente estadounidense se sienta en la misma mesa con el Gobierno birmano, con el que Obama ha decidido restablecer la comunicación directa tras décadas de bloqueo, aunque sin renunciar a las sanciones contra el régimen militar de ese país. Esta postura ha desatado fuertes críticas en EE UU. Obama asistió ayer a una reunión de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), en la que participó el primer ministro birmano, general Thein Sein, y en la que se aprobó una declaración reclamando democracia en Myanmar pero sin exigir la liberación de Suu Kyi y otros presos políticos.

"Las elecciones generales convocadas en Birmania para 2010 tienen que celebrarse con libertad, de forma justa, integradora y transparente, para que puedan ser aceptadas por la comunidad internacional", afirma el comunicado aprobado en la reunión.

Según fuentes estadounidenses, Obama, de forma individual, sí exigió en esa reunión la liberación de Suu Kyi, tal como había hecho públicamente el día anterior durante su discurso en Tokio, en el que trazó las líneas maestras de su estrategia en Asia.

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