Eliasson se codea con la sirenita
El impredecible artista construirá en Copenhague un puente peatonal
El universo artístico del artista danés Olafur Eliasson (1967) es el propio universo. Donde otros manejan bronces o pantallas de vídeo, él juega con luces, agua, olores y temperaturas. Donde otros presentan proyecciones, lienzos o instalaciones, él levanta naturalezas artificiales: cataratas en medio de Nueva York (The New York City Waterfalls) o una puesta de sol contenida entre las paredes del edificio de la Tate Modern (Weather Project). Así, su arte escapa a cualquier categoría. Ni land art ni instalación o las dos cosas a la vez. Y le permite crear ambientes tridimensionales que se confunden con el entorno y confunden al espectador. Es esa ambigüedad, precisamente, la que lo ha convertido en un artista misterioso e impredecible y, por tanto, la que lo ha hecho famoso. En ese territorio amplio y contradictorio, entre la naturaleza y la tecnología, entre el espectáculo y la reflexión, Eliasson cultiva su libertad. Por eso cuando hace unos meses lo llamaron para levantar un puente sobre el canal Christanshavns en el puerto de Copenhague, parecía claro que se podía esperar de él cualquier cosa menos un puente al uso.
Si una pasarela sirve para cruzar, ésta está pensada para detenerse y mirar
No es inocente que la fundación Nordea, que promociona la relación entre naturaleza y cultura en Copenhague y cuya sede está frente a ese canal, invitara a un creador tan incontenido a diseñar un puente peatonal. Nadie oculta que la ciudad buscaba un nuevo reclamo capaz de actualizar con sutileza la vigencia de su romántica sirenita. Presentado el proyecto, el puente no ha defraudado. Si una pasarela sirve para cruzar, la de Eliasson está más pensada para detenerse y mirar. Si un puente suele ofrecer un acercamiento entre dos puntos, el de este artista de origen islandés distancia dos orillas con una pasarela que avanza en cinco círculos de diverso diámetro. El propio Eliasson ha dicho que quiere que su puente sea una plaza pública, no un lugar de paso. Busca que la gente se detenga allí, que la velocidad del ritmo de vida actual no se adueñe, también, de ese rincón histórico de la ciudad. La idea no es simplemente atravesar sino también cambiar de actitud -o por lo menos de veloci-dad- al hacerlo por el mero hecho de cruzar por el puente.
Frente al aplauso generalizado de vecinos y Ayuntamiento, son varios los arquitectos que opinan que ese puente jamás hubiera pasado una primera criba en un concurso arquitectónico. También hay quien lo acusa de superficial por la relación casi infantil que establece entre los mástiles de los barcos y la sujeción de las cinco plataformas circulares a partir de un mástil central. Como en todos los trabajos de Eliasson, el poder de sugerencia de la obra es una parte fundamental del proyecto. Y ese rosario de plataformas circulares da que pensar. Habla de las desventajas del camino más corto, del tiempo ganado al perder el tiempo, de la idea de celebración asociada a un cruce. Ordenadas, las cinco plataformas darán acceso a una visita completa del puerto. Desordenadas, permitirán el paso de los barcos de mayor tamaño.
Con un coste de 34 millones de coronas danesas (4,5 millones de euros) el nuevo puente tiene precio de obra de arte. Con 32 metros de largo, tenderá un sendero entre la historia de la ciudad y su futuro. Para 2012 Copenhague tendrá una nueva atracción turística. Daneses y visitantes podrán caminar por todo el puerto a sus anchas y Eliasson... Eliasson seguirá siendo sorprendente y misterioso. Un artista.
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