El arte Yo-Yo Ma
Pocos sonidos fascinan tanto como la caricia del violonchelo. Si además ésta sale de las manos de uno de los grandes expertos del momento, como Yo-Yo Ma, mejor. Y si las cuerdas pertenecen al Montagnana de 1733 que perdió y recuperó más tarde o al Stradivarius que heredó -comprándolo, claro- de Jacqueline du Pré, la cosa no tiene parangón. El intérprete actúa el próximo martes en el Auditorio Nacional junto a la pianista Kathryn Stott. En el repertorio abordan una de las piezas más grandes de la literatura camerística: la Sonata Arpeggione, de Franz Schubert, aparte de otras obras de Piazzolla, Schostakovich, Gismonti o Cesar Franck.
Un programa variado que nada entre los impulsos raciales y rítmicos del argentino y el terso romanticismo de Schubert y Franck. La estela de Yo-Yo Ma en la música ha dejado grandes huellas. No es uno de esos intérpretes fáciles de calificar. Alterna sus actuaciones clásicas con incursiones en el jazz o la música de cine, sin alergias a la búsqueda de nuevos caminos y públicos diversos.
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