Enrique Corazón de León
Enrique Villar, ex delegado del Gobierno en el País Vasco
Fue en Logroño, hace un par de meses, la última vez que vi a Enrique Villar. Nos encontramos en torno a una mesa un grupo de amigos para darle, como él decía, una "cariñada". Nos habían dicho que no se encontraba muy bien y que le haría ilusión vernos y recordar los viejos tiempos. Lo pasamos estupendamente y reconocí al Enrique de siempre, como suele decirse: "Un tío echao palante".
Las anécdotas de su larga vida política iban colándose entre plato y plato, entre recuerdos y carcajadas llegó la despedida y, al despedirnos, pese a las advertencias sobre su estado, no pensé que sería la última vez que le vería. Falleció en la madrugada del 26 de marzo, a los 70 años, en Logroño.
Enrique era todo corazón. Vivía con pasión todo lo que hacía, no sabía darse a medias, si se entregaba a una tarea era para hacerlo en cuerpo y alma. Él no concebía otra manera de entender el compromiso.
Comenzó su carrera política en los años ochenta como concejal de UCD en el Ayuntamiento de Vitoria y culminó su servicio público en la Embajada de España en Portugal. Entre ambos destinos, el Parlamento vasco y la Delegación del Gobierno fueron testigos de su dilatada vida pública. Casi 30 años defendiendo, sin temor y sin complejos, su idea de España en una tierra vasca sin libertad y sacudida por el terror.
Golpes del nacionalismo
Su firmeza, su vitalidad y su carácter le granjearon grandes amistades, Jaime Mayor formaba parte de su familia. Tengo para mí que Enrique no habría aguantado lo que aguantó sin la comprensión y el apoyo silencioso de Sonsoles, su mujer. Su fortaleza en la defensa de nuestros principios le convirtió en el saco de los golpes del nacionalismo gobernante en aquella época. Aceptó con gusto y con orgullo esa función de pararrayos del PP que sin proponérselo encarnó. Creo no equivocarme al afirmar que muchas veces lo pasó en grande sacando de sus casillas a algún prócer nacionalista.
De su labor política recuerdo especialmente su empeño, como delegado del Gobierno, por hacer respetar los símbolos constitucionales y su afán de que los alumnos vascos no fueran adoctrinados políticamente en las aulas. Gracias a su tenacidad podemos ver hoy cómo, poco a poco y aunque lo hagan de manera vergonzante, en muchas instituciones vascas ondea finalmente la bandera de España.
No quiero terminar esta semblanza sin agradecerle públicamente la confianza que en mí depositó para sucederle como delegado del Gobierno. Ahora, desde la barrera política, seguía con interés todo lo que aquí nos sucede. Estaba contento con el cambio político en el País Vasco, al fin y al cabo, en eso empeñó él su vida pública. Se ha ido sin hacer ruido, en paz con todos y rodeado del amor de su familia y del cariño de quienes trabajamos con él codo con codo. Un abrazo muy fuerte, Enrique.
Carlos María de Urquijo es parlamentario vasco del PP y ex delegado del Gobierno en el País Vasco.
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