Partida de parrandistas
Los toros componían una pandilla de parrandistas, inválidos en mayor o menor medida, con cara, todos, de tener una media papa en su cuerpo serrano. No estarían borrachos, claro que no, pero lo parecía. Salían al ruedo con esa altanería propia de quien quiere ocultar una noche de juerga; pero, amigo, en cuanto llegaban al caballo, se les veía que no podían con su alma. Trataron de justificarse en el peto, pero todos claudicaron antes, durante o después del envite. Y hubo uno, el sexto, que, tras el topetazo con el equino, se despanzurró a todo lo largo. La cosa fue tan evidente, que el presidente no tuvo más remedio que mandarlo al calabozo a que durmiera la mona. Bueno, la mona la están durmiendo a estas horas los seis angelitos; y los seis, para la eternidad. Eso les pasa por parrandistas. Más fresco parecía el sobrero, pero también dio la impresión de tener sus copitas. Para frescos, frescos, los cabestros, que salieron al ruedo con desbordante alegría, a estirar las piernas al patio. Pero hicieron tan bien y tan rápidamente su trabajo, que el recreo duró un suspiro. Eso les pasa por responsables.
Domecq / Díaz, Bautista, Gallo
Toros de Salvador Domecq, -el sexto, devuelto-, desigualmente presentados, inválidos y descastados; nobles, segundo y quinto. Sobrero, de Nalvalrosal, blando y noble
Curro Díaz: pinchazo, pinchazo hondo y un descabello (silencio); estocada (oreja).
Juan Bautista: estocada (silencio); pinchazo, media y dos descabellos (silencio).
Eduardo Gallo: estocada (silencio); dos pinchazos -aviso- pinchazo y estocada (silencio)
Plaza de las Ventas. 6 de mayo. Primera corrida de la feria de San Isidro. Casi lleno.
Los toros se comportaron como chicos buenos, con buen talante
Es verdad, también, que los toros se comportaron como chicos buenos; sin fuerzas, pero con buen talante. Por allí anduvieron, sin intención de molestar a nadie y con aparentes deseos de colaborar. Con ganas, pero sin fuerzas. Bondadosos de corazón, pero presos de su manifiesta invalidez.
No obstante, hubo dos, el segundo y el cuarto, que repitieron sus embestidas con fijeza en la muleta, sin algarabías, pero con clase.
Y en éstas llegó Curro Díaz, torero artista, elegante y fino -cómodo, como corresponde, y triste en demasía- y le cortó una oreja a un toro al que saludó con dos buenas verónicas y media; al que mimó, cuidó y meció para que no se desplomara. Y como rezumaba calidad -el toro-, el artista -el torero- aprovechó tal circunstancia y se lució en un par de tandas de medios derechazos desmayados que alegraron las pajarillas del respetable. No son pases de mando, pero en manos de este Curro destilan armonía y aroma. Lo mejor, quizá, los dos de pecho con los que cerró las tandas; especialmente, el primero, cincelado con lentitud, de abajo a arriba, como si un pase de la firma se transfigurara de pronto en otro de pecho por arte de magia. Un kirikikí fue el preludio de una estocada ejecutada a ley que produjo derrame. Y le dieron una oreja que paseó con alegría. Él debe saber, no obstante, que, hace pocos años, esa faena de ayer no hubiera sido más que de vuelta al ruedo, porque a la estética le faltó consistencia y poso. En los tiempos que corren, pues muy bien... Ojalá le sirva...
El otro noble animal le tocó en suerte a Juan Bautista, quien dio la impresión cierta de no estar viviendo, precisamente, un momento dulce como torero. Parece como si ya lo hubiera dicho todo vestido de luces. Su toreo actual es mudo, no dice nada, y sólo provoca indeferencia. El toro colaboró a pesar de su media cogorza, pero se aburrió como todos. Y en siguiente, ¡ay lo que se va a acordar Bautista del siguiente!, que era una alma en pena, enseñó el torero la cartas de su inseguridad. Sencillamente, no le respondían las piernas.
Nada pudieron hacer Díaz ni Gallo con sus primeros toros, unos borrachines, y el más joven, al que le falta un torrente de disposición y alegría, lo intentó ante el noblote sexto y también hizo aguas. Entre tantos pases -hasta bernardinas, al final-, alguno pareció bueno, pero, para entonces, la plaza entera estaba sumida en un profundo sopor.
La corrida de hoy
- Toros de José Luis Pereda y la Dehesilla.
- Leandro Marcos, el estilista vallisoletano vive una segunda oportunidad tras varios años a medio gas. Torero de faenas memorables estropeadas por un nefasto manejo del estoque. Debe corroborar un buen comienzo de temporada que empezó en la Feria de Valdemorillo.
- Morenito de Aranda. Torero de corte artista maneja con gusto el capote en los lances de recibo. Conocido por la afición desde que era novillero necesita un triunfo de relieve para mejorar su posición en el escalafón.
- Iván Fandiño, matador vizcaíno, valiente y con gusto, viene con una oreja en el esportón por su entrega el pasado 1 de mayo. Sigue en el recuerdo su estocada y una faena de valor al quinto de la tarde y algunas verónicas sueltas.
Babelia
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