Abran paso, llega Nuria Fernández
En una última recta tremenda, la atleta de la Prospe gana el oro de los 1.500, con Natalia Rodríguez tercera
Un clavo saca otro clavo, podrían corear si las lágrimas se lo permitieran Nuria Fernández y Natalia Rodríguez, quienes, hace menos de un año, en Berlín, en otra tarde tórrida y sentimentalmente exagerada, se abrazaban, lloraban y penaban por una descalificación que dejó a Natalia tan triste que aún arrastra las consecuencias. Lloraba la tarraconense, el público la abucheaba y ella no comprendía. Y Nuria, la chica de la Prospe, el barrio de Madrid, la abrazaba, la empujaba, la sostenía y la comprendía. Sus vidas parecen paralelas, pues ambas son habituales en las finales de 1.500, ambas dejaron un tiempo el atletismo para ser madres y ambas regresaron más fuertes.
Y ayer también lloraba Nuria y se abrazaba a Natalia, pero no había abucheos, sino un júbilo terrible a su alrededor, una explosión de alegría pocas veces oída en un estadio de atletismo en España encendida por una recta final que fue dinamita. Por la recta de Nuria, claro, que, al grito de apártense que paso, arrasó con todo lo que tenía por delante para ganar una carrera llevada a un ritmo infernal al alimón por la rusa Anna Alminova, la de mejor marca, y la francesa Hind Dehiba, quien, tras purgar dos años por un positivo de EPO, ha regresado más fuerte aún, pues solo hace un par de semanas bajó de los cuatro minutos por primera vez en su carrera.
Detrás, Natalia, más académica, más clásica, marcaba los tiempos, atendía los cambios de ritmo, y Nuria, más fuerza, más decisión, una peleona irredenta, afilaba el cuchillo. Una luchadora en acción. "Lloro porque no puedo evitarlo, lloro porque no me puedo creer lo que he hecho", dijo la pupila de Manuel Pascua, uno de los entrenadores históricos del mediofondo español; "llevo peleando por esto desde hace 15 años y ahora, a los 33, lo consigo. ¡Oro, no me lo creo!".
Cuenta Miguel Escalona, el entrenador de Natalia, que ha estado todo el año sosteniendo y achuchando emocionalmente a una atleta muy tocada; que, en efecto, un clavo saca otro clavo, pero que el clavo de Berlín, un oro mundial ante la crème de la crème del mediofondo, un Oscar de Hollywood por lo menos, solo se puede sacar en una competición de la misma categoría o más, unos Juegos por lo menos. "El tema del Mundial no se puede olvidar en Barcelona ni después", dice Escalona; "otra cosa es que sirva de acicate para todas las carreras que dispute". Ganó Nuria el oro y, para hacerlo, corrió más deprisa que nunca, en 4m 0,2s, la marca que su entrenador llevaba semanas diciéndole que tenía en sus piernas.
Después de un año complicado, Natalia se encontró en la misma situación que en Berlín. Entonces, al comienzo de la última curva, las piernas exigiendo ya un cambio de ritmo decisivo, se abrió paso por el interior llevándose por delante a Gelete Burka. Ayer no dudó. Se abrió por fuera, comenzó más ortodoxamente su demolición de Alminova, quien había calculado mal y ya no disponía de un cambio de ritmo para contrarrestarla. Llegada la salida de la curva, sin embargo, la pelea se estancó. Cedió Alminova, pero no Dehiba. El empate virtual lo rompió, irrefrenable, Nuria, que apareció por allí volando. Era la primera vez que batía en un sprint a Natalia, que tiene un magnífico final, que había vencido a sus fantasmas en el ataque por fuera, pero que había perdido chispa. Aunque no cedió. No pudo con Dehiba, que fue plata, pero sí con la británica Lisa Dobriskey, otra de las afectadas, en su caso favorablemente, de Berlín, pues la descalificación de Natalia la hizo pasar del bronce a la plata. Ayer, siempre por delante de ella, el bronce se lo llevó la tarraconense de mirada y voz dulces.
"Vivo sensaciones agridulces", dijo Natalia, que los dos últimos inviernos ya había sido medallista de plata europea y mundial en pista cubierta, "pues es mi primera medalla en una competición al aire libre, lo que está muy bien, pero esperaba más, esperaba ganar".
En el podio, Nuria, incontenible en sus emociones como en su forma de hablar, de expresarse, de vivir la vida y el atletismo, seguía llorando al ritmo del himno, Natalia seguía concentrada. Nuria, frenética, siguió hablando -"creo que me he lesionado el gemelo saltando en el podio", admitió- y asegurando que en su vida le había pasado eso, que no sabía qué decir, que la emoción la había dejado en blanco.
"He hecho la mejor carrera de mi vida, la más fácil, la única en la que no he dado codazos ni empujones, pues tan rápido iba", dijo Nuria. "Y ya he entendido lo que me decía Pascua, que hay que correr bien los últimos 400 metros, pero que el 1.500 se gana siempre en la recta, en los últimos 100. Hace cuatro años, tras mi fracaso en Helsinki, me dije que no valía para esto, pero Pascua y su mujer, Meri, me animaron a seguir: 'Venga, chica, que tú vales", añadió.
Como ellas, el atletismo femenino español, en manos de treintañeras peleonas, como Marta Domínguez, Mayte Martínez, Nuria, Natalia, en manos de la emoción y la pasión, sentimientos sin cadena.
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