Chillida-Leku entreabre la puerta
Los herederos del artista, dispuestos a retomar la negociación con las instituciones - Reclaman que se garantice la unidad de la colección y su carácter monográfico
Mantener en el tiempo la voluntad de un artista puede acabar siendo una tarea titánica. Un desgaste si a la gesta se añade que el artista es tu padre y que se ha adquirido un compromiso moral que trasciende más allá de acuerdos y voluntades políticas. La familia del escultor Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) pone de nuevo el contador a cero para reiniciar las negociaciones con las instituciones públicas porque quiere asegurar el futuro del Museo de Chillida-Leku, como dicen sus herederos, "la última gran obra de un escultor único".
El pasado 1 de enero se cerraron al público por déficit económico -más de dos millones de euros en 10 años- las campas de Zabalaga, en Hernani (Gipuzkoa), donde las moles de hierro y piedra aguardan inertes pero desafiantes. Desde entonces, la familia del artista vasco ha venido protagonizando por capítulos una historia de desencuentros y desavenencias con las instituciones, en su afán por llegar a un acuerdo con el Ejecutivo vasco. En el último episodio, los hijos de Chillida rompieron por carta las negociaciones el pasado mes de mayo porque había aspectos espinosos para las instituciones como la unidad de la colección, el carácter monográfico del museo, y sobre todo, el derecho a veto. Hoy, los Chillida mantienen su postura de traspasar la gestión y la propiedad de Chillida-Leku a las instituciones públicas, pero con sus condiciones. "Es un patrimonio que tiene un valor muy grande y estamos dispuestos a ser muy generosos, pero se tienen que dar ciertas garantías", recalca Luis Chillida. Los herederos están convencidos de que las instituciones son la mejor opción para proteger el legado del escultor y garantizarlo como "espacio protegido" para las generaciones futuras. Pero necesitan saber que se respetará la salvaguarda de la obra y la imagen de Chillida. Una medida de precaución para que no se den variaciones ni nuevas configuraciones en torno al museo.
Para los hijos, en el caserío no cabe un 'miró' aunque sea en un diálogo artístico
"Moralmente estamos obligados a tener una garantía de que se va mantener lo que hizo mi padre. Como si fuese un seguro médico, que ojalá no utilicemos nunca. No tiene sentido que exista Chillida-Leku de otra forma. Tendría sentido si se mantiene como es, en su unidad, que además es su valor añadido. ¿Te vas a arriesgar a estar todo el día de litigios porque no se mantiene como mi padre lo creó? No compensa, no merece la pena", reconoce a este periódico Luis Chillida.
Llámese contrato, voto de calidad, veto, cláusulas de condiciones, los herederos de Chillida se aferran a la memoria del artista para mantener inalterable el museo porque así lo concibió el escultor en sus orígenes. "Lo de menos es la semántica, podemos buscar el término o la fórmula adecuada. Pero necesitamos una tranquilidad, que se respete lo que quería mi padre", insisten.
En 2007, cuando la familia empezó a prever las dificultades de mantener el museo en manos privadas, se puso en contacto con el abogado Rodrigo Uría para que les asesorara sobre una fórmula jurídica similar a la que el letrado redactó en representación del Estado en la elaboración del contrato con el Museo Thyssen-Bornemisza. Así surgió el polémico término del veto.
Luis, uno de los ocho hijos del escultor, compareció recientemente junto a su hermano Ignacio en el Parlamento vasco para explicar la situación de Chillida-Leku. Ambos reconocen que fue un momento liberador. Sentados a petición del PP frente a representantes de todos los partidos en el Gobierno vasco, leyeron una carta: "Nuestro padre nos dio grandes oportunidades y por ello también compromisos, pero nuestro principal Compromiso es con él, con su obra y con la forma que él tenía de ver la vida".
Querían dejar claro cuál es la postura y la "obligación moral" de la familia con relación al legado de Chillida. Una vez más, insistieron en que las negociaciones no se rompieron por cuestiones económicas. La última oferta del Gobierno socialista fue de 80 millones frente a los 112 millones del anterior Gobierno nacionalista. La tasación de Sotheby's en 2008 fue de 176 millones: "Si el dinero fuese lo más importante nos bastaría con vender parte de su obra. El mercado la ansía y su valor está en alza", aseguran.
¿En qué consiste esa unidad que reclama la familia? ¿Qué es ese polémico voto de calidad? La familia cree que las campas de Zabalaga, el caserío y las esculturas forman una unidad artística en sí misma. "Son inseparables", apuntan. Es decir, no se puede meter un miró en el caserío por mucho que este mantenga un diálogo artístico con Chillida. Esta estampa podría ocurrir en nuevos espacios que la familia ha defendido que se habiliten para exposiciones temporales de otros artistas.
"Si mi padre hubiera llegado a un acuerdo con las instituciones en vida para que se mantuviera el museo como él quería no hubiera habido problemas. Pero él hizo las cosas como le gustaba, con libertad, sin ataduras, sin plantearse nada a futuro. Era su filosofía", señalan los hijos del escultor.
Chillida-Leku no quiere parches. "Podríamos abrir en verano y luego volver a cerrar, pero esa no es la solución. Queremos un acuerdo perdurable en el tiempo. No queremos dejar esto de forma arbitraria y tener problemas con las Administraciones que van cambiando y cada una tiene una visión diferente".
Un proceso abierto
- 17 de septiembre de 2000. Los Reyes acompañan a Eduardo Chillida en la apertura del museo. El escultor fallecería en agosto de 2002.
- En 2007, la familia pide la asesoría del abogado Rodrigo Uria, que había participado en las negociaciones del Thyssen-Bornemisza.
- 1 de enero de 2011. Chillida-Leku cierra por problemas económicos.
- Mayo de 2011. La familia del escultor rompe las negociaciones con el Gobierno vasco. El ejecutivo socialista ofrece 80 millones frente a los 112 del PNV.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.