"Los egoísmos nacionalistas torpes rezagan y marginan a Europa"
Pocos políticos como Felipe González -presidente del Gobierno en 1986, cuando España ingresó en la UE- han dedicado tanto esfuerzo a reflexionar sobre Europa. Tras dirigir los trabajos del Grupo de Sabios y entregar hace año y medio -con escaso aprovechamiento en Bruselas- sus recomendaciones, participa en el Consejo para el Futuro de Europa.
Pregunta. ¿Qué ha cambiado en Europa en esta crisis?
Respuesta. Lo nuevo, incluso lo dramático, es que todas las reuniones del Consejo Europeo -y ha habido más que nunca- sirven de apagafuegos más que de previsión de incendios. Como dice Jacques Delors (expresidente de la Comisión, miembro también de este think tank) no debemos ser bomberos, sino arquitectos del proyecto. Yo lo explico de otra manera: no podemos seguir siendo galgos tras una liebre mecánica que se escurre cada vez que creemos que la vamos a agarrar. Necesitamos una visión capaz de enfrentar la coyuntura dramática del día y los problemas de medio plazo y estructurales que hay que anticipar para resolver. Lo que ha cambiado es que vamos corriendo detrás de la coyuntura de la crisis, y no analizando con visión europea.
"Corremos detrás de la crisis, no analizamos con visión europea"
P. ¿Es exagerado hablar de la necesidad de una refundación del proyecto europeo?
R. No, no lo es, se podría decir de cualquier forma, y esa es una buena forma de decirlo. Lo que hay que plantear es que la UE ha sido extraordinariamente exitosa durante su existencia y ahora está fracasando al enfrentar el cambio que está viviendo el mundo, el cambio civilizatorio. Es una crisis económica, pero también de nuevos repartos de poder, de nuevas fronteras de desarrollo y subdesarrollo. Estamos en una frontera que a lo mejor tardamos en ver 50 años, cuando ya no seamos nada relevantes, la misma que se produjo al pasar de la sociedad agrícola y artesanal a la industrial. Ahí, Occidente está claramente perdiendo posiciones frente a Oriente, y dentro de Occidente, Europa está quedando muy rezagada y marginalizada.
P. ¿Por qué?
R. Por falta de comprensión del fenómeno y por recuperación de nacionalismos egoístas torpes, no inteligentes. Si no adaptamos a los nuevos tiempos nuestro modelo, que es muy bueno, la irrelevancia continuará. Y lo malo es que la UE pierde relevancia para los ciudadanos. Si la pierde para ellos, ¿cómo va a tenerla para los demás? Lo que me angustia es que Europa no es consciente de que estamos en un tránsito histórico de era y en una situación de emergencia que no es la que se vive día a día, sino de cambio civilizatorio, de modelo.
P. La gobernanza brilla por su ausencia en esta situación.
R. Así es. Se avanza agónicamente, arrastrados. ¿Cómo es posible no ver que el Banco Central Europeo se equivoca subiendo los tipos de interés? ¿Cómo es posible que no se vea que sin crecimiento de la economía los problemas de la deuda y de los déficits se van a agravar? Hay que garantizar crecimiento a medio y largo plazo y, para eso, hace falta estabilidad macro, pero necesitamos un impulso al crecimiento con los instrumentos disponibles. Para países como el nuestro, no son posibles nacionalmente estímulos al crecimiento en este programa severo de ajustes que tenemos que llevar a cabo; pero hay países como Alemania que no tienen por qué ayudar a contraer la economía, que podían aumentar el consumo.
P. ¿Cuándo, tras el primer impacto, se perdió de vista la política adecuada contra la crisis?
R. Bueno, primero se dijo que era un problema de los americanos; segundo, cuando nos golpea con dureza, reaccionamos para rescatar las instituciones más afectadas, pero después se dice: no es tan grave, se pasará. Este discurso de optimismo profesional no tenía fundamento. Luego, como todo se agrava, se va corriendo agónicamente detrás de los acontecimientos...
P. ¿Hay puntos comunes en las muy distintas protestas ciudadanas en lugares diversos?
R. Sí. Cada revuelta tiene una o varias razones (tienen más éxito las que concentran el objetivo; es uno de los problemas del 15-M: una carta a los reyes se diluye; uno o dos objetivos, como en Israel o en la primavera árabe, y no hay quien lo destruya). Pero hay un trasfondo de insatisfacción que se puede enmarcar en ese cambio civilizatorio. No es una crisis como las demás y en cada sitio se va a padecer de manera diferente: vemos el éxito de China porque crece, pero no vemos las tensiones internas, bastante agobio tenemos con las nuestras. Son protestas distintas, pero comunes.
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