Orzamentos, as usual
El 20-N lo tapa todo. Pero aunque no lo crean, andamos estos días en Galicia atareados con los terceros presupuestos de la Restauración Popular. Como de costumbre, son "orzamentos as usual". Tampoco con éstos se van a arreglar los problemas del país, causados por aquella insoportable división bipartita y que la Democracia Feijoniana iba a resolver en un plisplás. Pero no importa. Ahora estamos embarcados en una misión mayor, salvar a España. Galicia puede esperar.
De hecho, reina tal confusión en la campaña por el empeño Popular en personalizarla, que ya no sabemos si Galicia es Pepe Blanco o Pepe Blanco es Galicia, dónde acaban y empiezan respectivamente. El BNG intenta darle un tono nacional, pero tampoco se libra del barullo. No queda claro si se ofrece a defender a Galicia, a defendernos del Capitalismo, a una frente al otro, o a defendernos a todos en general, en plan seguro a todo riesgo.
La Democracia Feijoniana va a aprobar unas cuentas que no son ni malas ni buenas, solo mediocres
A la espera del gobierno amigo que venga a salvarla, la Democracia Feijoniana va a aprobar unas cuentas que no son ni malas ni buenas, solo mediocres. Nada que objetar a la austeridad y al equilibrio. Pero solo constituyen instrumentos, no pueden ser fines u objetivos, mucho menos políticas. Resulta muy revelador que la mejor medida que Feijóo haya podido presentar en el arranque de la campaña sea la prórroga de una decisión del bipartito que en su día cuestionó: el complemento de las pensiones no contributivas. Tan revelador como colar en una disposición adicional algo que suena a copago y llamarlo cobrar por el "uso irresponsable" de la sanidad.
Las cuentas gallegas del 2012 no responden a las tres preguntas que debe contestar un buen presupuesto: de dónde sale la pasta, cómo se gasta y para qué. Sobre la primera cuestión ya avisan que les ha quedado a medio aclarar. Alegan la imposibilidad de planificar porque en Madrid no hay presupuesto. Una excusa tan infantil como cuando de pequeños nos pillaban con los deberes sin hacer y denunciábamos que se había ido la luz en casa. El cuadro macroeconómico que pinta luce optimista. Pero no hay nada de malo en ser realista y pedir lo imposible. En política fiscal, aparte de coger el dinero del impuesto de patrimonio y correr, no se incluye un solo gesto -aunque fuera pequeño- de la manifestada voluntad de que pague más quien más puede. Pero lo más preocupante reside en la deuda, duplicada durante esta legislatura. Primero, porque contradice la primera ley del Marianismo: no gastar lo que no se tiene. Segundo, porque no sabemos para qué nos endeudamos tanto. Solo que parece más fácil y más barato -de momento- que tomar decisiones.
Sobre las políticas en qué nos vamos a pulir los millones, sabemos que se reduce en sanidad, educación o bienestar. Una decisión que no se antoja la mejor solución para un país dependiente, con poco o nada que vender y todo o casi todo por inventar. De los sectores productivos ya ni hablamos. Recortamos también en cemento, pero menos y con la incertidumbre de una fórmula de colaboración público-privada que parece el milagro de los hospitales y las infraestructuras. Deberíamos estar invirtiendo más y expandiendo la demanda pública porque nuestro problema ya no es el equilibrio presupuestario, sino el crecimiento.
Respecto a qué esperamos conseguir con tamaño despliegue. Si existe proyecto estratégico para el país tras estas cuentas, o no lo quieren contar, o quieren que constituya una sorpresa. Lo único bueno de esta crisis es que ha ofrecido la oportunidad para corregir de manera radical los errores que ya sabemos que hemos cometido. Rectificamos, pero solo un poquito. En vez de plantear qué quiere ser de mayor la economía gallega, la Democracia Feijoniana opta por mantenerla en la adolescencia reduciéndole la paga semanal.
La leal oposición o tampoco tiene plan, o no lo cuenta. Si se analizan sus enmiendas, ofrecen lo mismo que el PP pero asegurando que lo hacen mejor. Ellos sí van a recortar donde se esconden las verdaderas partidas para personal de confianza y propaganda. Ellos sí van a dotar las partidas que blindan el verdadero gasto social. Más de lo mismo, pero mejor. Y sin un discurso diferente, difícilmente habrá alternativa. @antonlosada
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