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Columna
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Poesía

El poeta sueco Tomas Tranströmer, hemipléjico, melómano y octogenario, recibirá dentro de unos días el Premio Nobel de Literatura y pronto el chileno Nicanor Parra, matemático antipoeta y cuasi centenario, va a ser galardonado con el Premio Cervantes. Dos de los más prestigiosos galardones de la literatura miran hacia la poesía. Quizá no es casualidad. Dicen de Tranströmer que "a través de sus imágenes condensadas y traslúcidas nos permite el acceso a la realidad". Su poesía nos muestra la realidad. Por su parte Parra, original, lúcido e iconoclasta, se compadeció hace décadas del dios padre, siempre "rodeado de ángeles desleales", y le ofreció una oración absolviéndole de sufrir por nosotros, porque "los dioses no son infalibles y nosotros perdonamos todo". Su poesía cuestiona y subvierte el sentido de nuestras convicciones.

Resulta revelador que en tiempos de crisis de las grandes narrativas (Lyotard), de cuestionamiento de la Big History (Shaffer) y de los discursos sobre la historia y el progreso construidos por la cultura occidental; en pleno debate desde la historia poscolonial y la revisión del pasado impulsada por los estudios de género, en momentos de relativismo cultural y crisis de la objetividad (Daston y Galison), la cultura, cada vez más degradada en sus expresiones cotidianas, vuelva los ojos y busque la salvación y el mérito literario en la poesía. Recuerda Magris aquella sentencia de Theodor W. Adorno: imposible escribir poesía después del exterminio. Ahora renace la poesía en plena dictadura de los mercados.

Cuando sucede que el descrédito ha sepultado las grandes narrativas sobre el progreso y la revolución, y la posmodernidad ha hecho añicos el gran relato de la racionalidad ilustrada, arrastrando hacia el abismo a los grandes filósofos de la historia, y con ellos a Marx y a Freud, cuando los grandes paradigmas de la cultura liberadora nos dejan desnudos, la palabra ha quedado como única verdad desnuda: es tiempo de poesía y de aferrarse a la subjetividad. Malos tiempos para Tolstoi y Balzac, malos tiempos para Das Kapital y L'esprit des Lois ante la invasión global de The Wealth of Nations. Quizá el descrédito de la objetividad, de lo colectivo y del progreso nos devuelva a la belleza de la subjetividad poética. O quizá ya nos hemos rendido. ¿O tal vez, tenía razón el bueno de Celaya cuando afirmaba con convicción que la poesía es un arma cargada de futuro?

Josep Lluís Barona es profesor de Historia de la Ciencia en la Universitat de València.

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