El G7 tranquiliza a la economía mundial y descarta una recesión
Las cosas no van tan bien como estaba previsto, pero no hay recesión a la vista. Los países más ricos del planeta, reunidos ayer en Palermo, espantaron el fantasma de una crisis económica. Hubo parabienes a la economía de la zona euro, confianza en Estados Unidos y un poco disimulado tirón de orejas a Japón. Pero nadie provocó la discusión sobre la política monetaria: los tipos de cambio deben reflejar el potencial de cada economía, acordaron, invitando así al euro a ir hacia arriba. Los siete países más ricos también piropearon a Rusia, pero le exigieron reformas a fondo y un firme compromiso sobre el pago de la deuda.
La atracción del encuentro fue Paul O'Neill, el nuevo patrón del Tesoro de Estados Unidos y un perfecto desconocido en Europa, que hasta ahora ha desconcertado con declaraciones más que confusas sobre el dólar o sobre la utilidad de reuniones como la de ayer. O'Neill abrazó la ortodoxia. No sólo reiteró su apoyo a la política de dólar fuerte, promovida desde hace 10 años, sino la conveniencia de reunirse de vez en cuando con sus colegas. "Si cambio de política iré al Yankee Stadium a anunciarlo", bromeó al término de la reunión.
Aunque hace 25 años trabajó como experto presupuestario bajo la presidencia de Gerald Ford, Paul O'Neill es fundamentalmente un hombre de empresa, que hasta hace unas semanas defendía los intereses del poderosísimo fabricante de aluminio Alco, un gigante que emplea a 140.000 trabajadores en medio mundo. Aunque su trabajo allí le ha permitido viajar -bastante más de lo que lo ha hecho su presidente, George Bush- y conoce muy bien las distintas economías mundiales, sus primeras declaraciones ponen de relieve su escasa experiencia política. En menos de un mes se ha visto obligado a aclarar que está a favor -y no en contra- de la rebaja de impuestos liderada por el presidente Bush y que seguirá la estrategia de un dólar fuerte.
Miedo a la crisis
Ayer tuvo que aclarar también que considera "útiles" encuentros como el del Grupo de los Siete y el diálogo entre los grandes bloques económicos, pese a que la prensa ha interpretado hasta ahora lo contrario. Laurent Fabius, ministro de Finanzas de un país tan intervencionista en lo económico como Francia, bromeó sobre la confianza que le merece O'Neill. "No estoy más tranquilo porque no estaba inquieto, pero no haya nada como el contacto personal", ironizó al término de la reunión.
Pero al margen de las presentaciones, el Grupo de los Siete, que reúne a Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, tuvo que remangarse a la hora de afrontar el tradicional debate sobre la situación económica internacional. Desde la última reunión de los ministros de Finanzas, en septiembre pasado en Praga, dos han sido los cambios fundamentales en el entorno internacional: el euro ya no está en los infiernos -pero sigue muy lejos del cielo- y la economía estadounidense conoce ya las amarguras del purgatorio, aunque de momento sus pecados son veniales.
El cambio de escenario ha despertado el miedo a una crisis económica que acabe con un decenio de crecimiento espectacular en Estados Unidos y que, al tiempo, se contagie a zonas que crecen a buen ritmo, como Europa. "Aunque el crecimiento es probable que sea algo inferior al esperado desde nuestra última reunión, los factores fundamentales en los que se ha apoyado el crecimiento sostenido en la mayoría de las economías industriales, siguen en su sitio", recuerda el comunicado final. "Estamos de acuerdo en la necesidad de que tanto las políticas macroeconómicas como las estructurales deben apoyar el crecimiento. En ese contexto, es importante que los precios energéticos sean más bajos y el mercado de petróleo estable", concluyen.
Los ministros de finanzas de los Siete admiten que la economía estadounidense crece menos "pero los fundamentos siguen siendo buenos" y consideran que "las políticas fiscal y monetaria deberán ayudar a un crecimiento estable preservando al mismo tiempo la disciplina presupuestaria y la estabilidad de precios, fomentando un incremento del ahorro nacional a medio plazo".
Mientras la situación en el Reino Unido y en Canadá sigue siendo "saludable", los mayores piropos se los lleva la zona euro. "Las perspectivas de crecimiento siguen siendo favorables, gracias sobre todo a la fortaleza de la demanda interna", afirma el texto final. Pese a ello, los siete reclaman que se mantengan "los esfuerzos coordinados puestos en marcha y aumentar tanto la productividad como la eficiencia del mercado". No falta la habitual mención a la necesidad de controlar las finanzas públicas y los sistemas de pensiones.
Uno de los aspectos más delicados del comunicado final ha sido la referencia a Japón. Pese a las recomendaciones de Lawrence Lindsey, uno de los principales asesores del nuevo secretario del Tesoro norteamericano, de no presionar a Japón, el texto final advierte de que aunque se espera una modesta recuperación, sigue habiendo riesgos de que la economía se oriente a la baja. "En ese contexto, la política monetaria debe seguir asegurando que haya un suministro abundante de liquidez" y "se deben profundizar los esfuerzos para reforzar el sector financiero". Es lo que una fuente japonesa definió como "una fuerte reprimenda a Japón".
Los ministros se curaron en salud a la hora de abordar el problema de los tipos de cambio. "Hemos abordado el tema de la evolución de nuestros mercados financieros y de cambio. Hemos acordado también que los tipos de cambio entre las principales monedas deben reflejar los fundamentos económicos. Seguiremos siguiendo de cerca las evoluciones futuras y cooperando de manera apropiada sobre los mercados de cambio", dice con sumo cuidado el texto pactado, intentando hablar entre líneas.
Expertos comunitarios interpretan ese delicado párrafo como una advertencia al mercado de que no descarten una intervención a pesar de las declaraciones en contra realizadas estos días por la nueva Administración norteamericana. Y se apuntan también a la tesis de que el euro está más bajo de lo que reflejan sus fundamentos -por lo que debería tener una tendencia alcista- mientras que, por el contrario, no parece que el tipo de cambio del yen refleje fielmente la profunda crisis de su economía, por lo que se debería orientar a la baja, sobre todo frente al euro pero no tanto frente al dólar.
Advertencia a Rusia
Como ya es tradición, el Grupo de los Siete se amplió a ocho durante unos minutos con la incorporación del ministro ruso de Finanzas, Alexei Kudrin. Fue el único momento en el que la Comisión Europea, representada por su responsable de Asuntos Monetarios, Pedro Solbes, pudo asistir a la reunión. Kudrin dio garantías a sus colegas de que Rusia cumplirá sus compromisos y pagará la deuda externa, para lo cual el Parlamento modificará el presupuesto.
Solbes subrayó el buen momento que atraviesa la economía rusa, que ha superado su crisis "no solo gracias a la devaluación del dólar y a los ingresos adicionales proporcionados por la subida del petróleo sino por la buena respuesta de la política económica", señaló el comisario.
Probablemente por eso los Siete animaron a Rusia a aprovechar ese buen momento para dar un empujón a las reformas pendientes, liberalizar más su economía, poner el acento en la lucha contra el lavado de dinero, abrir los mercados de servicios -como el eléctrico- y aumentar la protección de los derechos de los pequeños accionistas.
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