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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El empleo en 2012

José Luis Leal

La publicación de la Encuesta de Población Activa (EPA) para el conjunto del pasado año arroja una luz esclarecedora sobre las consecuencias de la recesión económica por la que atravesamos. A pesar de la gravedad de los datos, hay algunos signos que podrían indicar que lo peor tal vez haya pasado. No quiere ello decir que haya síntomas de reactivación en el empleo: a lo más que podemos aspirar este año es a que la caída de la ocupación se frene. No es mucho, pero por lo menos es algo en el difícil panorama actual.

El primer dato se refiere a la población activa, que disminuyó en promedio anual un 0,4% en relación con 2011, muy lejos de los incrementos superiores al 3% registrados a mediados de la pasada década. Pero esta disminución encubre dos tendencias contrapuestas: la población activa nacional creció un 0,4%, mientras que la extranjera disminuyó un 3,6%. Hay dos elementos en esta evolución que merece la pena señalar: el primero es la brusca caída de la tasa de crecimiento de la población activa nacional a partir de 2009, sin duda relacionada con la crisis, aunque los mecanismos no sean evidentes a primera vista. El abandono de la búsqueda de trabajo por parte de quienes piensan que no tienen posibilidad de encontrarlo (el llamado fenómeno de la población desanimada) tiene mucho que ver con ello, aunque no sea el único factor explicativo de la evolución.

La segunda observación tiene que ver con la población activa extranjera, que pasó de registrar fuertes tasas anuales de aumento, incluso superiores al 20% a mediados de la década pasada, a las tasas negativas actuales. Hay muchos inmigrantes que retornan a sus países de origen, pero es interesante subrayar que el ritmo de entrada en España sufrió una desaceleración importante en 2009 y solo comenzó a caer en 2010, a pesar de que la crisis económica había comenzado dos años antes. Este retraso en la percepción de la crisis es importante. Ambos fenómenos —población desanimada y percepción de la crisis— requieren de un estudio más a fondo para poder establecer pautas de futuro.

El número de ocupados disminuyó el pasado año en 823.000 personas, de las cuales 629.000 fueron nacionales y 194.000 extranjeros, cuya tasa de desempleo alcanzó el 36%, frente al 23,1% de los nacionales. Los trabajadores inmigrantes encontraron trabajo en la construcción, en los servicios y en la agricultura, por lo que el estallido de la burbuja inmobiliaria y el descenso de la renta disponible de las familias, al reducir la demanda de servicios, les ha afectado directamente.

Al menos, será un resultado menos malo que el de los años que acabamos de dejar atrás

Merece la pena señalar lo sucedido en el sector público como consecuencia del inevitable ajuste de sus gastos. De 1999 a 2011 el número de empleados en el conjunto de las Administraciones públicas (funcionarios, personal laboral y otros) creció fuertemente, al pasar de 2,3 millones a 3,1 millones. Hasta ese año el empleo creció regularmente, con independencia de la crisis que azotaba al resto de la población laboral. Por ejemplo, a lo largo de 2011 el empleo público creció en más de 80.000 personas, especialmente en los Ayuntamientos, pero también en unas comunidades autónomas que habían visto crecer en más de un millón el número de sus empleados a lo largo de la pasada década. Es cierto que hubo traspaso de competencias, pero ello no explica más allá de un tercio del aumento. En 2012 se produjo un cambio sustancial, ya que a lo largo del año el empleo público cayó en más de 200.000 personas, de las cuales 150.000 trabajaban en las comunidades autónomas.

Es preciso tener en cuenta esta evolución para evaluar las consecuencias de la reforma laboral sobre el empleo. En primer lugar, deberá pasar algún tiempo antes de que podamos establecer unos vínculos causales sólidos que permitan llegar a una conclusión definitiva. Mientras tanto, lo que sí es constatable es que a lo largo del pasado año se destruyeron 250.000 empleos más que en 2011, pero hay que tener en cuenta que el PIB cayó un 1,4%, frente al incremento del 0,4% registrado en 2011. La diferencia se reduce a 62.000 puestos de trabajo si se resta la destrucción de empleo en las Administraciones públicas, cuya razón principal estriba en el ajuste presupuestario y no en la reforma del mercado de trabajo. El semestre en el que más se redujo el empleo fue el primero de 2012, con 450.000 puestos de trabajo destruidos (corregida la estacionalidad), pero en el segundo semestre de 2011 se destruyeron más puestos de trabajo (430.000) que en el segundo de 2012 (400.000) a pesar de que la caída del PIB fue mucho más intensa. Por otra parte, por lo que se refiere a los contratos registrados en 2012, hay que señalar el aumento del porcentaje de los indefinidos y a tiempo parcial y la disminución de los contratos temporales, lo que apunta en la dirección deseable aunque, de nuevo, aún sea pronto para extraer conclusiones definitivas.

De cara a los próximos meses, la cuestión clave es la de si se mantendrá el ritmo de destrucción de empleo registrado a lo largo de los dos últimos años, teniendo en cuenta que es bastante probable que la caída media del PIB sea del mismo orden que la que tuvo lugar en 2012. Hay razones para suponer que no será así: por una parte, el paro registrado disminuyó en diciembre y en enero (corregida la variación estacional), lo que constituye una buena noticia desde la perspectiva económica. No quiere ello decir, ni mucho menos, que esta tendencia vaya a mantenerse durante los próximos meses; las cifras de paro registrado y las de la Encuesta de Población Activa difieren por la distinta metodología utilizada, pero, en cualquier caso, los datos pueden ser interpretados en el sentido de que la destrucción de puestos de trabajo y el consiguiente aumento del desempleo tenderán a frenarse a lo largo del año.

Por otra parte, el perfil de la actividad será más favorable que el registrado en 2012, ya que la principal caída tendrá lugar al principio para estabilizarse progresivamente a lo largo de los próximos meses, pudiéndose incluso registrar una leve mejoría a finales de año. En tal caso, la destrucción de empleo debería ser más moderada. Algunas estimaciones apuntan a unos 300.000 puestos de trabajo perdidos, lo que sigue siendo una tragedia, pero, al menos, será un resultado menos malo que el de los años que acabamos de dejar atrás.

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