El Empire State sale a Bolsa en Nueva York para captar 930 millones de dólares
El propietario del mítico rascacielos necesita los fondos para concluir la reforma del edificio
Es el edificio de oficinas más conocido del mundo y un símbolo de la ciudad de Nueva York que, ahora, ultima su salto al parqué tras meses de espera. A punto de cumplir 84 años, el gestor del rascacielos tiene ya todo listo para empezar una nueva aventura en Wall Street, al fijar en 13 dólares el precio por acción con el que se estrenará en las próximas horas en el New York Stock Exchange. La operación permitirá a la compañía recaudar 929,5 millones de dólares, efectivo que necesita para completar su reforma.
La construcción del Empire State empezó en marzo de 1930 y se inauguró en mayo de 1931, en plena Gran Depresión. Malkin Holding, que es su último propietario, ahora saca a la venta 71,5 millones del trust que invierte en el rascacielos. El grupo de empresas controla cerca de un millón de metros cuadrados en una veintena de propiedades comerciales en Nueva York y Connecticut, de los que 270.000 metros cuadrados son del Empire State.
El precio final de la colocación queda así en la parte baja de la banda de referencia, que hacedos semanas se fijó en entre 13 y 15 dólares. El Empire State Realty Trust cotiza bajo el símbolo ESRT. Con este valor, se convierte en la segunda mayor operación del sector, superada solo por la de Douglas Emmett en 2006 que recaudó 1.600 millones. Aunque el proceso para la salida a Bolsa del mítico rascacielos no ha sido fácil. El anuncio de la oferta se hizo hace 20 meses y se topó desde el primer momento con un bloque de opositores.
El Empire State, como dice Anthony Malkin, supervisor de la estructura, es el bisabuelo de los grandes edificios. El rascacielos de 102 plantas, dice, tiene aún 40 años de vida por delante. Pero para eso debe adaptarse por dentro. El proceso comenzó en 2006, cuando la familia Malkin se planteó por primera vez venderlo o reformarlo para reducir costes y contener la fuga de inquilinos. Su proyecto consistía en volver a lo que fue en el pasado.
El rascacielos, al que van a trabajar 30.000 personas a diario, es hoy un edificio de oficinas secundario. Es decir, no es el destino principal de las grandes empresas que se instalan en Manhattan, que buscan complejos más modernos. La ocupación está próxima al 80%. Para recuperar su grandeza, los gestores creen que es necesario renovar la marca y volver a colocarla en el mercado inmobiliario. Pero ese plan no solo es arriesgado; también es caro.
“Para atraer a los mejores inquilinos con la mejor calidad de crédito, hay que ofrecerles el ambiente de trabajo más eficiente y saludable”, explicaba recientemente en un encuentro con periodistas internacionales. El Empire State empezó a someterse a la nueva dieta en 2009. El proyecto tenía un coste inicial de 550 millones y busca reducir el consumo de energía en un 40%. así como ahorrar cuatro millones anuales en gastos operativos.
El Empire State genera el 47% de los ingresos del trust inmobiliario. Además del negocio de oficinas, cuenta con un observatorio que lo visitan cuatro millones de personas al año, lo que le convierte en una de las principales atracciones del mundo y de la ciudad. También es una importante fuente de ingresos, con 92 millones de un total de 511 millones facturados.
Anthony Malkin asegura que en el caso de los edificios más antiguos “se puede gastar dinero para hacer dinero”. La reforma no es solo una oportunidad para adaptarlo a los nuevos tiempos; es también una oportunidad para subir el precio del alquiler. En la veintena de plantas donde concluyen los trabajos de renovación, la cifra de negocio creció un 110%. Por eso entre los inversores dicen que los primeros resultados de la reforma del edificio animan.
Al mejorar la calidad del inquilino que ocupa sus espacios, reduce también las pérdidas por impago. Malkin asegura que la situación del Empire State es muy diferente a la de 2006. “El retorno en el negocio de la sostenibilidad es enorme”, insiste Malkin mirando a los inversores. La renovación del rascacielos, concluye, será constante, no cada 30 años, para que así ser competitivos.
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