La crisis de los emergentes va por barrios
La perspectiva de cada país en crecimiento, rigor económico y vulnerabilidad exterior será determinante
La reducción de las compras de deuda por parte de la Reserva Federal ha tenido su principal manifestación en el castigo a los mercados emergentes. Entre 2010 y 2012, coincidiendo con una expansión del balance de la Reserva Federal de dos billones de dólares, los países emergentes recibieron flujos de capital privado por un 6% del PIB. La mitad de dichos flujos se materializó en decisiones de Inversión Extranjera Directa, con vocación de permanencia, pero la otra mitad (inversión de cartera y crédito bancario) respondió a la búsqueda de rentabilidad en un contexto de tipos de interés reducidos en las mayores economías desarrolladas. El Banco Mundial establece que el 60% de las entradas de capital se debió a los efectos de la política monetaria de la Reserva Federal, el quantitative easing.
Sin menospreciar la importancia de la estrategia de retirada monetaria de la Reserva Federal sobre las condiciones de financiación del bloque emergente, lo cierto es que, a diferencia de otros episodios de estrés, la posición de cada país en función de las perspectivas de crecimiento económico, vulnerabilidad exterior y rigor de la política económica será determinante en el castigo relativo que puedan sufrir estos mercados en adelante.
Atendiendo a estos criterios, pueden distinguirse cinco grupos de países. Un primer grupo estaría constituido por economías como Argentina, Ucrania o Venezuela que, bajo un escenario de inestabilidad política y económica preocupante, comparten una gestión heterodoxa de su política interna que las hace especialmente vulnerables a un escenario de incremento de la volatilidad. Un segundo grupo lo formarían países con un déficit por cuenta corriente abultado y/o elevada sensibilidad de su patrón de crecimiento al ciclo mundial de materias primas y que, además, están asistiendo a una desaceleración de sus registros de crecimiento. Turquía, Sudáfrica, Chile o Perú, cuyas divisas han experimentado depreciaciones abultadas en lo que llevamos de año, conformarían este grupo.
El 60% de las entradas de capital se debió a los efectos de la política monetaria de EE UU
Países de Europa del Este como Hungría o Rumanía, con fuertes vínculos financieros con el área euro a través de su sector bancario y una parte no desdeñable de financiación privada denominada en divisa extranjera, son sensibles a un rebrote de la inestabilidad en la periferia del euro.
El cuarto grupo lo componen los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), con problemas estructurales internos de distinta índole pero con un denominador común: los riesgos que entraña la pasividad reformista en ámbitos clave para garantizar un crecimiento económico a medio plazo alineado con el promedio de la última fase expansiva. En el caso de Brasil, la combinación de una tasa de inflación próxima al 6% y un crecimiento reducido está poniendo en duda la estrategia de endurecimiento monetario del banco central. En China, el potencial desestabilizador de la banca “en la sombra” y la reorientación incompleta de su esquema de crecimiento hacia la demanda doméstica amenazan con lastrar la recuperación mundial.
En el último grupo, estarían países como Corea, México o Polonia, con perspectivas económicas sólidas, ausencia de desequilibrios internos y una estructura de financiación menos dependiente de la liquidez global que, a buen seguro, serán los que mejor sorteen los efectos del tapering.
Sara Baliña y Matías Lamas son profesores de Afi, Escuela de Finanzas Aplicadas.
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