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Columna
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2015: economía bien, política no tanto

Si no se mejoran la gestión y el control de lo público y los ciudadanos no perciben cambios importantes en el mundo político, el descontento y la desconfianza pueden continuar

Al comenzar el año acostumbro a dar mi opinión sobre cómo ha terminado el anterior y qué se puede esperar del que comienza. Al final 2014, en lo económico, terminó mejor de lo que esperaban tanto las instituciones como los analistas que situaban el crecimiento del PIB en torno al 0,5%. El cambio de tendencia que se inició a comienzos de 2014 se ha confirmado y el resultado actual de los indicadores permite asegurar una cierta recuperación de la economía durante 2015 aunque continúen las dificultades para muchas familias. Por el contrario, algunos aspectos importantes de la política española se han complicado. La intensificación del sentimiento independentista en Cataluña y la aparición de Podemos como nuevo partido, consecuencia del desapego generalizado de los ciudadanos hacia la actuación de los políticos, complican la actuación del Gobierno y de la oposición en un año electoral.

Desde el punto de vista de la economía, los indicadores económicos durante 2014 señalaron un cambio en la tendencia negativa del consumo y de la inversión, haciendo posible una aportación positiva de la demanda nacional al crecimiento del PIB, mientras que, por el contrario, la demanda exterior perdió fuerza por el crecimiento de las importaciones (indicador de una mayor producción y demanda interna) a la vez que las exportaciones españolas, que se habían mostrado dinámicas, se resentían de la debilidad de la demanda en los países europeos que son nuestros principales clientes. Tanto los indicadores reales de producción como los indicadores de confianza avalan esta evolución, y aunque faltan datos para completar el cuarto trimestre del año, se puede estimar un crecimiento del PIB para 2015 superior a lo estimado en torno al 1,6%, lo que significa terminar el año creciendo a un ritmo del 2%.

En cuanto al empleo, también ha cambiado la tendencia de caída de los últimos años, comenzando a crearse empleo y a reducirse el abultado paro. Como hemos comentado en muchas ocasiones, va a ser difícil revertir el negativo proceso de estos años de crisis en el mercado laboral y alcanzar de nuevo los 20,7 millones de ocupados y los 19,2 millones de afiliados de 2007. Con los últimos datos disponibles el mercado laboral cuenta con 17,5 millones de ocupados y 16,8 millones de afiliados a la Seguridad Social. Por mucho que la actual tasa de paro reduzca el abultado 23,7% de la población activa que refleja el último dato de la EPA a una tasa en torno al 20%, dicha tasa seguirá siendo inaceptable y no permitirá que la sociedad dé por concluida la crisis. La contraposición entre el mayor crecimiento de la economía junto a la persistencia de una elevada tasa de paro plantea la inútil discusión de los partidos sobre si estamos saliendo de la crisis o no, en vez de discutir sobre el modo eficaz de aplicar las tan manidas políticas activas de empleo que hasta ahora han sido ineficaces a la hora de mejorar la penosa situación de tantos jóvenes, menos jóvenes y mayores que buscan trabajo sin encontrarlo.

Por tanto, es en los aspectos sociales donde encontramos los mayores temas de preocupación de los ciudadanos. Si a los problemas derivados de la falta de empleo y las dificultades monetarias sufridas por muchas familias contraponemos las numerosas noticias sobre ganancias excesivas en algunos ámbitos empresariales, casos de corrupción que a través de comisiones ilegales y otras vías explican el rápido enriquecimiento de algunos e incluso la ostentación de riqueza de una parte de la sociedad, no es de extrañar que la frustración y el descontento social surja provocando un desapego hacia los políticos que nos gobiernan y nos han gobernado en el pasado. La falta de acuerdos para luchar contra la corrupción de forma drástica dificulta la credibilidad de los ciudadanos y hace posible el auge de un partido como Podemos, que recoge toda esta indignación y desconfianza. En 2015 también se afrontan otros problemas políticos de calado. Tenemos por delante un año electoral que primero en las municipales y después en las generales, darán la oportunidad a los ciudadanos de mostrar su descontento y pueden traer cambios en el panorama político.

Pero no olvidemos los problemas territoriales. Además del sentimiento independentista creciente en Cataluña, cada vez se hace menos sostenible el sistema administrativo y financiero actual de las comunidades autónomas. La evolución del sistema no ha llevado como se pretendía a una mayor igualdad y eficacia en los servicios recibidos por los ciudadanos. Según donde se viva, se pagan más o menos impuestos, se recibe una mejor o peor asistencia sanitaria y las diferencias en la educación recibida por nuestros jóvenes son manifiestas. Para completar el panorama, es un sistema administrativo muy caro con exceso de instituciones, número de políticos y cargos públicos, que habría que revisar y corregir. Una de las reformas estructurales pendientes y que aún no parece estar contemplada.

En conclusión, se puede asegurar que en lo económico comenzamos 2015 mejor que el año anterior. Todas las previsiones económicas de los organismos internacionales que contaron con un entorno europeo desfavorable pero no con la caída del precio del petróleo tendrán que corregir las estimaciones que hicieron para la economía española. Si 2014 termina con un perfil de crecimiento del 2%, 2015 podría terminar con un ritmo de crecimiento superior al 3%. Sin embargo, esto no es suficiente ni para cambiar drásticamente las condiciones del mercado laboral, ni para resolver los problemas sociales ni para acabar con la corrupción. Si no se mejoran la gestión y el control de lo público y los ciudadanos no perciben cambios importantes en el mundo político, el descontento y la desconfianza pueden continuar.

Carmen Alcaide es analista y expresidenta del INE.

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