Las familias en 2014
La senda por la que caminamos sigue siendo estrecha y no admite errores ni demagogias
Aunque no dispongamos aún de los datos definitivos de la Contabilidad Nacional Trimestral correspondientes al conjunto del pasado año, al menos tenemos los de los tres primeros trimestres, por lo que es posible hacerse una idea relativamente precisa del comportamiento de las familias durante ese periodo y avanzar algunas hipótesis sobre lo que haya podido suceder para el conjunto del año, lo cual, a su vez, tiene bastante relevancia para el desarrollo del presente ejercicio.
Según los datos de la Contabilidad Nacional, la renta bruta disponible para el periodo antes citado permaneció prácticamente estancada en 504.000 millones de euros. Pero este estancamiento recoge movimientos de signo contrario entre sus componentes que es interesante destacar.
En primer lugar, la masa salarial creció un 1%, menos que el aumento del número de ocupados equivalentes a tiempo completo, que subió un 1,4%. Es un dato que concuerda con otras informaciones que reflejan una ligera reducción del salario medio por trabajador en esos nueve primeros meses del año. De ser cierta esta evolución estaríamos ante un cambio en el modelo de ajuste de nuestra economía que tradicionalmente ha optado por cargar su peso sobre el empleo más que sobre los salarios. Entre 2008 y 2012 el salario por hora trabajada subió un 9%, mientras que el número de asalariados se redujo en un 10,9%. Mejoró la productividad, pero a costa de una fuerte reducción del empleo. Es fundamental conseguir que mejoren al mismo tiempo productividad y empleo, lo que sólo se obtendrá mediante el aumento de la inversión productiva y la mejora de la formación a todos los niveles.
El aumento del consumo se ha producido por el descenso del ahorro de las familias, y eso es preocupante
Pero además de los salarios, las familias tuvieron otras fuentes de ingresos. Destacan de entre ellas las llamadas rentas mixtas, es decir, esencialmente los ingresos de los trabajadores autónomos, que son una mezcla de rentas empresariales y salariales que reflejan, en gran medida, la remuneración de su propio trabajo. Estas rentas ascendieron a 136.800 millones de euros y sufrieron un descenso del 0,7% en relación con el año anterior. Por su parte, las llamadas rentas de la propiedad brutas crecieron un 4,7%, hasta 44.700 millones de euros, aunque las netas tan sólo lo hicieron en un 1,7%. Las familias pagaron más intereses por sus préstamos que los que eventualmente recibieron por sus depósitos y colocaciones en renta fija. Mejor suerte corrieron quienes colocaron su ahorro en renta variable ya que el aumento de los dividendos pagados por las empresas superó con creces al de los intereses. De alguna manera, la asunción de un mayor riesgo tuvo su recompensa.
Los impuestos crecieron moderadamente: las cotizaciones a la Seguridad Social a cargo de los empleados (109.900 millones de euros) lo hicieron en un 0,4% mientras que el resto de los impuestos, esencialmente el IRPF (59.800 millones de euros), lo hicieron en un 1,7%. La evolución de este último apartado debería ser diferente este año gracias a la reducción de tarifas que ha tenido lugar. La Administración estima que el ahorro para las familias será del orden de 9.000 millones en 2015-2016. Hay que señalar que el aumento de impuestos en los tres primeros trimestres del pasado año supuso mil millones de euros.
Las prestaciones sociales (136.100 millones de euros) se redujeron en un 1,7%. La principal, aunque no única, razón se encuentra en la caída del número de parados. Por último, tanto las transferencias recibidas por las familias como las pagadas por ellas (las transferencias de los inmigrantes) disminuyeron aproximadamente al mismo ritmo.
Podemos resumir la evolución diciendo que el aumento registrado en la masa salarial como consecuencia de la mejora del empleo se vio compensado por la evolución del resto de las rúbricas que componen la renta de las familias, por lo que esta permaneció prácticamente estancada. De donde es necesario concluir que el aumento del 2,7% del consumo en los nueve primeros meses del año sólo fue posible gracias al fuerte descenso del ahorro de las familias, estimado para ese periodo en tres puntos y medio en relación con el del mismo periodo de 2014.
Esta evolución requiere un comentario: la tasa de ahorro de las familias aumentó un punto en 2013 para acercarse a la que con mayor frecuencia se había dado antes de la crisis. A lo largo de ésta, sin embargo, se produjeron fuertes variaciones desde un mínimo del 6,7% en 2007 hasta un máximo del 15,3% en 2009. Muchas familias han tenido que enfrentarse a una difícil elección ya que, por una parte, las incertidumbres propias de la crisis habrían podido inducir un aumento del llamado ahorro de precaución, pero al mismo tiempo, la reducción de ingresos derivada de la propia crisis les ha obligado a utilizar parte de su ahorro para mantener un nivel adecuado de consumo. La reducción de la tasa de ahorro en 2014 es posible atribuirla a la mejora del clima económico. En cualquier caso, no hay que olvidar que se trata de medias que comprenden desde los más golpeados por la crisis que se encuentran desde hace tiempo en una situación de precariedad absoluta que les impide el más mínimo ahorro hasta quienes apenas han sufrido en sus ingresos a lo largo de los últimos años.
El crecimiento previsto para el presente año se basa, en buena medida, en la hipótesis de que las familias no necesitarán recurrir de nuevo al ahorro para financiar su consumo. La razón se encuentra en la previsible evolución de los diferentes apartados que integran su renta disponible. Por una parte, es de esperar que la creación de empleo se acelere, a lo que hay que añadir un aumento, también moderado, de los salarios y, por último, la reducción de las tarifas del IRPF. Asimismo, la caída de los precios del petróleo supone una transferencia adicional de poder adquisitivo a las familias. Todo lo cual configura una evolución en la que sería posible hacer compatible un aumento del consumo con el mantenimiento e incluso la reconstitución parcial de la tasa de ahorro anterior a la crisis, lo que sería deseable desde el punto de vista del equilibrio exterior.
Desde esta última perspectiva, la evolución registrada el pasado año no ha sido positiva. En los tres primeros trimestres el excedente de la balanza por cuenta corriente se transformó en déficit y, aunque todavía no dispongamos de las cifras definitivas, es razonable pensar que terminaremos el año con una balanza por cuenta corriente prácticamente en equilibrio frente al excedente registrado en 2013. De ser así apenas habríamos avanzado en el ineludible proceso de desendeudamiento que nuestra economía necesita. La senda por la que caminamos sigue siendo estrecha y no admite errores ni demagogias.
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