La detención de Mario Conde, el último episodio de seis años de fulgor
Mario Conde amasó una fortuna en Banesto y se convirtió en la gran esperanza de la derecha española
Faltaba este episodio para cerrar el círculo. Mario Conde amasó mucho dinero al frente de Banesto; supuestamente se lo llevó a Suiza (y quizá otros paraísos fiscales) y, también supuestamente, se lo estaba trayendo en pequeñas cantidades desde hace más de un año. Han pasado más de 20 desde entonces, pero solo en seis Conde acumuló una fortuna. Entre tanto, ha pasado por la cárcel; ha atacado al sistema institucional, aunque ha tratado de meterse dos veces en él sin ningún éxito; se volvió a casar e instaló su residencia en una aldea orensana llamada Chaguazoso que comparte con la de Madrid y sus fincas andaluzas; ha perdido amigos de la misma forma que los ganaba; ha sido pródigo en intervenciones televisivas y ha financiado una película sobre su vida… Posiblemente se enriqueció demasiado pronto y demasiado rápido.
Mario Conde fue fiel representante y uno de los artífices de la cultura del pelotazo que se instaló en España a finales del ochenta y que hizo de la ingeniería financiera su arma preferida cuando el país se modernizaba y crecía tras el impulso que supuso la entrada en la Comunidad Económica Europea (luego Unión Europea). Aquel hombre, un abogado del Estado con mucho predicamento, dio el primer golpe de su vida junto a Juan Abelló en 1987 con la venta de la empresa farmacéutica Antibióticos por 58.000 millones de pesetas (unos 350 millones de euros).
Con ese dinero, los dos socios entraron en Banesto, el banco más asequible por su debilidad de balance. Ese mismo año, el Banco Bilbao, liderado por el visionario José Ángel Sánchez Asiaín, lanzó una opa sobre la entidad para ganar tamaño (la banca española necesitaba crecer para competir y aquel sería el primer paso), y sin querer construyó un héroe. Conde encabezó la rebelión y se encastilló con parte de las viejas familias que se mantuvieron con ellos tras desbancar de la cúpula a Pablo Garnica y al exministro franquista José María López de Letona. La opa fracasó y Conde se ganó el reconocimiento de los accionistas. Abelló, que ocupó la vicepresidencia, no tardaría en abandonar la entidad disconforme con algunas actuaciones.
A partir de ahí, comenzó todo. Se rodeó de fieles compañeros de carrera y hombres de confianza (Ramiro Núñez, Enrique Lasarte, Fernando Garro, Arturo Romaní…) y fichó a algunos profesionales próximos al PSOE (Juan Belloso, Paulina Beato y Antonio Torrero) para calmar ánimos. Desde el sanctasanctórum del viejo banco hizo y deshizo a su antojo. Conde entró en el sanedrín de los siete grandes, se codeó con la aristocracia económica del país, mantuvo buenas relaciones con la monarquía, recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Complutense de Madrid y se convirtió en la gran esperanza blanca de la derecha nacional, entonces muy decaída y con un Aznar que perdería dos elecciones frente a Felipe González (1989 y 1993). En definitiva, aquel hombre al que ahora le gusta decir que con 39 años tenía su vida resuelta y no necesitaba líos, había ascendido a los cielos y se había convertido en un tótem al que querían imitar los estudiantes de Empresariales.
Conde se codeó con la aristocracia económica, mantuvo buenas relaciones con la monarquía, recibió el honoris causa de la Complutense y se convirtió en la gran esperanza de la derecha
Todo se desmoronó a media mañana del 28 de diciembre de 1993. Era el día de los Inocentes, pero no era una inocentada: el Banco de España intervenía Banesto. El agujero detectado era de 605.000 millones de pesetas (casi 3.800 millones de euros), aunque se llegó a decir entonces que lo que había aflorado podría no pasar del 20% del total y que se presumía que una parte se había evadido dinero a paraísos fiscales.
La máxima autoridad llevaba tiempo advirtiendo al banquero de la situación en la que se encontraba, pero este no enderezó el rumbo. Banesto no había podido seguir el ritmo marcado por el Banco Santander con las supercuentas (algo que tampoco pudieron el Central y el Hispano, a los que el Banco de España obligó a fusionarse para evitar males mayores). Además, dio otro sonoro tropiezo con el intento de colocar en Bolsa la Corporación Industrial Banesto (el banco contaba con importantes inversiones en empresas), frustrada por la Guerra del Golfo que paralizó la economía mundial.
Atorado por esos fracasos, lo único que hizo Conde fue encerrarse e idear una ampliación de capital de 130.000 millones (unos 781 millones de euros) para la que contaba con el apoyo del banco estadounidense JP Morgan. En abril de 1994 Banesto fue vendido al Santander en subasta por 313.476 millones de pesetas (1.884 millones de euros).
Atorado por esos fracasos, lo único que hizo Conde fue encerrarse e idear una ampliación de capital para la que contaba con el apoyo de J. P. Morgan
Después pasó a otra dimensión. De modelo tornó a demonio; de figura fulgurante a especulador insaciable; de gran esperanza blanca a gran fiasco de la derecha… Atacó a El Sistema (publicó un libro con ese título criticando el poder establecido) mientras en el Congreso de los Diputados se investigaba su vida y milagros y en los juzgados, el camino de perdición que había trazado para llegar a su situación. En marzo de 2000, la Audiencia Nacional le condenó a 10 años por estafa y apropiación indebida, que el Supremo elevó a 20 años en 2002 (Romaní pidió expresamente no estar en la misma cárcel que él). Un poco antes había intentado presentarse con el CDS a diputado nacional en busca del aforamiento, pero no lo logró.
Cumpliría la mitad. Cuando salió de Alcalá-Meco declaró “estoy contento porque afortunadamente se ha hecho justicia”. Luego prodigaría las apariciones en tertulias y entrevistas televisivas y volvería a intentar la aventura política en las elecciones gallegas, donde también fracasó. Mientras tanto, al parecer, estaba trayendo el dinero que se había acumulado en Suiza procedente de Banesto en una nueva etapa en la que también sus hijos aparecen involucrados.
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