El año sabático que multiplicará tus opciones de empleo
Los expertos recomiendan un paréntesis en los estudios para desarrollar las habilidades que no enseña la universidad
El número de españoles con estudios superiores crece de forma exponencial. En 2010, solo el 26% de la población tenía estudios superiores; en 2013 ya era el 41,1%, según el Instituto de Estudios Económicos con datos de la OCDE. Para los graduados universitarios es cada vez más difícil resultar atractivos para las compañías, que reciben cientos de currículums de candidatos con másteres y manejo de varios idiomas. Una de las últimas tendencias en los procesos de selección llegada de Estados Unidos son las llamadas soft skills (en español, habilidades blandas): ahora los conocimientos técnicos se dan por hecho y el factor diferenciador es la capacidad de saber comunicar, trabajar en equipo y adaptarse rápido a los cambios. Estas destrezas todavía no se estudian en las universidades públicas españolas.
En el mundo anglosajón hace décadas que los estudiantes toman el llamado Gap Year (en español, año sabático) justo antes de comenzar la universidad o una vez comenzado el grado, un periodo en el que viajan a otros países para trabajar, realizar voluntariados o prácticas y descubrir qué es lo que les apasiona, cuál es su vocación. La máxima de esta escapada es madurar, aprender a ser independiente y saber tomar la iniciativa. “Más allá de lo que puedan conseguir académicamente, disponer de un tiempo para analizar sus fortalezas, debilidades y deseos profesionales es crucial para saber enfocar su carrera”, explica Richard Nimmo, presidente de la asociación Year Out Group, nacida en Reino Unido en 1998 para promover los beneficios del año sabático y asesorar a los jóvenes en su planificación.
España todavía está lejos de esa mentalidad. “Los alumnos de primero de carrera llegan cada vez más inmaduros. Puede que se deba a la sobreprotección de los padres y de los centros. Este tipo de experiencias les servirían para afianzarse y volver más preparados para afrontar los estudios”, comenta Gaspar Roselló, vicerrector de estudiantes de la Universidad de Barcelona. Durante el bachillerato, apunta Roselló, los estudiantes se obsesionan con sacar una buena nota en Selectividad y entrar inmediatamente en la universidad. “Ese es el modelo que predica el sistema español”, recalca.
La habilidad más demandada por las empresas: saber comunicar
El mercado del siglo XXI no quiere empleados introvertidos. "Ya no solo vale con ser bueno en un campo, ahora las empresas quieren personas capaces de comunicar ideas, de empatizar con los equipos de trabajo y de entender las necesidades de la sociedad", cuenta Matt Arnerich, responsable de la agencia de captación de talento Inspiring Interns, con sede en Londres. Su experiencia con más de 3.000 empresas de Reino Unido le vale para conocer que las políticas de selección de empleados están cambiando a una velocidad de vértigo. "Las herramientas de trabajo caducan cada año. En cambio, la predisposición a aprender y a reaccionar a los cambios es perdurable".
La mayoría de los empleadores con los que trabaja valoran las llamadas soft skills, sobre todo a la hora de contratar a perfiles junior. "Las estancias en el extranjero prueban tu independencia y tu confianza. Además, normalmente los que han salido de su país saben comunicar mejor y eso es lo que buscan las compañías globales que operan en diferentes culturas". Normalmente, sostiene Arnercih, los mejores empleados son los que mejor entienden a la gente.
Otra de las grandes ventajas del voluntariado en el extranjero es, según Amber Wigmore, directora del servicio de carreras de IE University, el networking. "Solo el 30% de las ofertas de trabajo se publican en Internet; el resto permanece oculto en el propio mercado y sin contactos es muy difícil acceder". Conocer a profesionales en diferentes países ayuda a conocer diferentes formas de hacer un mismo trabajo y esa riqueza se puede reflejar en el currículum. "Esas salidas les sirven para configurar su discurso, porque les suelen faltar enfoque y claridad. Descubrir quién son y en qué son buenos es parte del proceso", apunta Wigmore.
Una de las críticas al Gap Year, según Richard Nimmo, es que solo los estudiantes que cuentan con el apoyo económico de su familia se lo pueden permitir, una situación que en Estados Unidos y Reino Unido está cambiando gracias a una amplia red de fundaciones y plataformas, como Patchwork, que financian los proyectos de los jóvenes. “Está creciendo el número de estudiantes que se toman un sabático para ganar experiencia internacional, reflejarlo en sus currículums y tener más oportunidades en el mercado laboral”, añade Nimmo, también director de Blue Ventures Expeditions, una web de voluntariados relacionados con la conservación marina. En los últimos años, los Gap Year se están reduciendo a experiencias de dos o tres meses.
La web británica Working Abroad ofrece 45 programas de voluntariado para personas de todas las edades y nacionalidades en diferentes países del mundo. Las estancias van desde una semana hasta seis meses; los viajes suelen estar limitados por la duración de los visados de turista. En 2015, un total de 20 españoles realizaron voluntariados a través de esta organización, entre ellos Silvana Andreeva, estudiante de segundo de Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Pasó dos semanas y media en Costa Rica colaborando con un proyecto de preservación de tortugas marinas. “Me abrió la mente. Soy muy tímida y el trabajo sobre el terreno me sirvió para superar la vergüenza y abrirme a otras personas”, cuenta.
La gran diferencia con otro tipo de voluntariados, es que en este caso se paga un precio en función de la duración de la estancia, desde 600 euros por dos semanas en Costa Rica a casi 900 por seis semanas por un proyecto educativo en Nepal. “Somos muy selectivos con los proyectos y nos aseguramos de que detrás hay una finalidad científica. Los chicos trabajan mano a mano con profesionales cualificados, como biólogos. Es otro tipo de inversión que complemente a la académica”, detalla Vicky McNeil, responsable de Working Abroad, con más de 20 años de historia.
La española Bárbara Butragueño, de 30 años, graduada en Derecho por la Universidad de Comillas, también pasó un mes en Costa Rica con el proyecto de las tortugas marinas. “Es muy importante diferenciar el voluntariado de las vacaciones solidarias; allí no se va a hacerse fotos con tortugas y poder contar que estuviste allí”. Sus jornadas consistían en levantarse a las tres de la mañana y recorrer 30 kilómetros de costa en busca de tortugas y de sus huevos para llevar un control de esa especie en peligro de extinción. “A nivel personal te transforma, te ayuda a madurar. En España vivimos un poco amortiguados y, pese a la crisis, tenemos las necesidades básicas cubiertas. Hay que salir para despertar. La gente tiene que entender que hay que pagar a cambio de aprender. Las dos primeras semanas eres un estorbo, solo absorbes información”.
La adaptación, la flexibilidad, el liderazgo y la planificación son algunas de las capacidades que se desarrollan en los voluntariados y que las empresas valoran a la hora de contratar, según un estudio en el que colaboró la consultora KPMG. “Son candidatos que vienen con el chip cambiado, como con otro aire. Al haber salido de la zona de confort y haber trabajado con equipos de diferentes nacionalidades pierden ese miedo inicial a asumir responsabilidades”, explica Esther Fernández, responsable de recursos humanos de KPMG. En los últimos cinco años se ha visto un cambio en los procesos de selección de las grandes compañías españolas. “Ha perdido relevancia el conocimiento. Ahora importa más la capacidad de aprender porque la evolución de las herramientas digitales de trabajo es permanente".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.