El confuso futuro del almacén nuclear
Si hubiera que apostar hoy sobre el modelo de almacenaje nuclear en España, la probabilidad mayor es que no habrá un almacén único
Tal como sucede en la política económica española con demasiada frecuencia, el caso del Almacén Temporal Centralizado (ATC), una instalación a punto de construirse en el municipio conquense de Villar de Cañas con el objetivo de guardar bajo siete llaves los residuos de las centrales nucleares, va camino de convertirse en un episodio caótico e indescifrable para los ciudadanos de a pie.
El consejo de la Empresa Nacional de Residuos (Enresa) decidió recientemente devolver los avales a los constructores y suministradores que debían construir el ATC, de lo cual cabe inferir que ya no se construirá. La decisión cancelatoria sería coherente con las informaciones llegadas espasmódicamente desde el departamento de Transición Ecológica que abundaban en el recelo de la vicepresidenta hacia el almacén único. Bien, los políticos están para tomar decisiones y rechazar el modelo de almacenaje único es solo una de ellas.
Pero una cosa es que un responsable público cambie de idea y otra distinta que el viraje permanezca entre tinieblas. Nadie ha comparecido para explicar el cambio; ni siquiera se ha anunciado oficialmente la liquidación del silo de Villar de Cañas; ni, si la decisión fuera firme, cuales son las razones económicas o de seguridad que aconsejan otro sistema. Tampoco se ha aclarado si se mantiene el modelo de depósito único, en cuyo caso habría que explicar como sería el nuevo proceso de selección. Todo queda tras un velo de imprecisión que probablemente se rasgará en el último momento, sin margen para el debate.
Si hubiera que apostar hoy sobre el modelo de almacenaje nuclear en España, la probabilidad mayor es que no habrá un almacén único. Pesan demasiado en contra la oposición del presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page, o la de los grupos ecologistas. Tienen más posibilidad los llamados ATAI (Almacén Temporal Autónomo Individualizado), un sistema analizado discretamente en el ministerio como una fórmula intermedia entre el depósito único y los almacenes de cada central. Con este sistema, se construiría un silo cerca de cada central, pero, a diferencia de las piscinas actuales, el ATAI dispondría de un espacio más amplio para abrir los contenedores en caso de necesidad o avería. El cálculo económico no deja lugar a dudas: para el periodo 2018-2077 el coste del ATC sería de unos 4.200 millones; el de los ATAI, de unos 6.200 millones. Incluso cabe una tercera opción, también más cara que el ATC: construir tres grandes depósitos nucleares, uno en Cataluña, otro en el norte (quizá en Burgos) y otro en Extremadura, cada uno de los cuales se encargaría de guardar la basura nuclear de cada zona.
Nada está decidido, todo queda por explicar a pesar de que ya se han tomado decisiones contra el proyecto de Villar de Cañas y el tiempo corre sobre los residuos que se guardan en Francia con un coste de unos 76.000 euros al día. Probablemente la decisión se tomará in extremis, por sorpresa, sin consulta y sin debate.
Decía Churchill a Wells que su política durante la II Guerra Mundial podía describirse como KMT; cuando el autor de La Guerra de los Mundos quiso saber que significaban las siglas, Churchill le precisó: Keep Muddling Through (salir del atolladero). Pues bien, la política española sobre residuos nucleares responde a las siglas ABT: Al Buen Tuntún.
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