Necesidad u oportunidad, medio para dar continuidad a los cometidos profesionales o traba en la conciliación con los deberes familiares, símbolo de flexibilidad y libertad en la organización de la jornada laboral o irrupción del trabajo en el tiempo usualmente dedicado a la vida privada. Entre los más de tres millones de empleados españoles que, según los datos del INE, adoptaron el teletrabajo entre abril y junio por la emergencia sanitaria, se encuentran las situaciones más variadas. Pero, ¿cuánto ahorran trabajadores y empresas o qué gastos añadidos supone esta forma de trabajar para ambas partes y quién debería hacerse cargo de ellos? Si de primera se podría pensar que el teletrabajo es siempre sinónimo de ahorro, los expertos advierten de que la realidad es más compleja.
“Estamos viendo situaciones muy dispares en las empresas, lo cual ha repercutido también en la forma de coordinar el teletrabajo y en los gastos asociados”, señala Antonio Gallardo, economista del comparador bancario iAhorro. Tal vez la disponibilidad de los equipos informáticos sea el ejemplo más claro en este sentido. Si en algunas grandes firmas la plantilla o una parte considerable de esta ha podido llevárselos a los domicilios, en otros casos no ha sido posible y los empleados han tenido que asumir el uso de sus equipos personales, a veces excluyendo de su disfrute a los demás miembros de sus familias. Por ello, “en las primeras semanas se multiplicaron las compras de ordenadores y periféricos como pantallas, ratones o webcam, que incluso llegaron a ser difíciles de encontrar en una primera fase”, subraya Gallardo.
Asimismo, el trabajador a distancia ha tenido que acondicionar el lugar concreto del domicilio desde el que acomete sus tareas. En este sentido, el director del máster en Recursos Humanos de la ICADE Business School, Pedro César Martínez Morán, destaca la importancia que reviste, desde el punto de vista psicológico, “poder diferenciar perfectamente entre la mesa del comedor y la del trabajo”. A ella se añadirá “una silla y un equipamiento mínimo, del que formarán parte ordenador, impresora, móvil y una nube en la que almacenar documentos digitales”, agrega Morán.
No obstante, este experto cree que debería ser el empleador quien asuma estos costes, una postura en la que coincide Gallardo. Morán asegura también que “en Europa hay empresas que están dando no solo ordenadores e impresoras para que el trabajador los utilice desde su casa, sino también mesas y sillas”.
Suministros más caros
Asimismo, el hecho de tener que quedarse en casa mucho más tiempo de lo que era habitual en la época previa a la pandemia supone un mayor gasto de luz, calefacción o aire acondicionado, datos de internet y cartuchos de impresora. “Hay quienes calculan que también aumentan los costes de limpieza de la vivienda o, por lo menos, de aquella parte de la casa que se utiliza como lugar de trabajo”, destaca Morán.
Este verano, por ejemplo, haber utilizado un ventilador de pie ha acarreado un coste medio de 12,17 euros al mes, si la tarifa es la misma durante todo el día, o 12,65 euros con la discriminación horaria, calculan desde el comprador eléctrico Selectra. El ventilador de techo ha supuesto el desembolso mensual de 20,85 euros o 21,69 euros, respectivamente. El coste es mayor en el caso del aire acondicionado. Un aparato con una eficiencia energética clasificada A+ implica un gasto mensual medio de 24,68 euros o 25,67 euros, mientras que una torre portátil gastará 31,28 euros o 32,54 euros.
Calcular con exactitud estos gastos, sin embargo, parece complejo, puesto que no están relacionados con las tareas del empleado de forma exclusiva. “Se podría comparar los gastos de un mes normal antes de la emergencia con los de estos momentos, pero aun así es complicado, porque, por ejemplo, estas semanas muchos trabajadores han tenido también que estar con los hijos en casa, acompañándoles en la enseñanza a distancia”, detalla Gallardo.
Por el contrario, Morán se dice convencido de que existen fórmulas que las partes pueden pactar. “El empleador podría dar al empleado una cantidad de dinero al tanto alzado [fija y con independencia del consumo real] con la que se supone que los gastos están cubiertos, sobre todo para aquellos que teletrabajan cinco días por semana, ya que en su caso el cotejo con los gastos que tenían en casa antes de la pandemia es fácil de realizar de forma fehaciente, a través de los recibos”, explica Morán. En opinión de este experto, la compensación podría ir por tramos de días trabajados por semana o mes: a más días, más dinero. De esta forma, en cada empresa que se acogiera al teletrabajo se implementaría “un proyecto piloto, se estudiarían los gastos comparando las facturas y se llegaría a un acuerdo equilibrado para ambas partes”.
Eventos corporativos virtuales
Frente a un aumento de los gastos, el teletrabajo conlleva también unos ahorros. El más llamativo es el que se realiza al no tener que desplazarse diariamente al centro de trabajo, lo que significa economizar el coste del bono mensual de transporte público —entre 50 euros y 70 euros, en las grandes ciudades— o unos 70 euros de gasolina. Si la empresa no le proporcionaba el ticket restaurante, el empleado se ahorra también el coste de la comida. Aunque los defina “más anecdóticos”, Morán señala que no tomarse el café cada día con los compañeros o no tener que comprar, lavar y planchar el vestuario exigido para ejercer en algunos puestos, son también ahorros.
A su vez, las empresas se libran de los desembolsos vinculados con la desaparición de los eventos corporativos o las formaciones presenciales y su transformación en virtuales, la interrupción de la erogación del ticket restaurante, o la falta de uso de parte de su infraestructura logística como las oficinas, lo que se traduce en un menor gasto en suministros. Más que de un ahorro, Morán cree que se debería hablar de “un trasvase de costes, de un centro de trabajo físico a otro casi virtual”. Habrá que analizar si esta reconfiguración supone más o menos gastos, caso a caso. “Por el momento, no hay evidencia de que este ahorro sea real, teniendo en cuenta también que la mayoría de las empresas en España son pymes y los gastos de este tipo de firmas por desplazamientos, por ejemplo, no son enormes”, dice Morán.
Un futuro sin definir
En cualquier caso, Gallardo sugiere que, al acogerse al teletrabajo, algunas compañías puedan obtener algún tipo de reducción en los seguros sociales en el corto plazo, “porque con esta modalidad existe un claro beneficio colectivo por la disminución de riesgos vinculada a una reducción de los desplazamientos, que redunda también en menos congestiones de tráfico, un menor uso del transporte público, una bajada de la contaminación, y una mejora de la eficiencia”.
La normativa que el Gobierno está estudiando para reglamentar el teletrabajo “no podrá contener muchos detalles y prever toda la casuística”, subraya Morán, “pero debería ofrecer un marco legal flexible para que, posteriormente, los convenios colectivos desarrollen los pormenores”.
Está todavía por ver si el teletrabajo ha llegado para quedarse. Por un lado, el 68% de los trabajadores españoles afirma ser igual o más productivo trabajando en remoto, según un estudio de Sodexo. Por el otro, excluidas las empresas cuya naturaleza no permite el trabajo a distancia, el 48,8% de las firmas manifiestan la intención de seguir facilitándolo a la vuelta a la oficina. El 42,1% lo hará según las necesidades de la empresa y el 17,4%, siempre que el trabajador quiera, asegura un informe de Adecco.
Si Morán se dice convencido de que esta modalidad “tiene futuro, ya que se apoya en el gran desarrollo que han experimentado las tecnologías de la información y comunicación”, Gallardo cree que “en algunas empresas, especialmente las de mayor tamaño, se impondrán las formas mixtas, con jornadas en la oficina y otras —a lo mejor los últimos días de la semana— de teletrabajo”. En cualquier caso, en su opinión, el modelo mayoritario seguirá siendo el presencial por mucho tiempo.