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ENERGÍA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Respuestas distintas al frío extremo

Viendo las experiencias de Texas y España, debemos aprender que el gas sigue siendo el soporte del sistema eléctrico

ilustración negocios
Maravillas Delgado

El pasado febrero, EE UU fue sacudido por un potentísimo vórtice polar que afectó de manera especial al Estado de Texas, poco habituado a este tipo de fenómenos. Con el frío, las infraestructuras de agua, gas y electricidad fallaron, dejando a más de cinco millones de personas sin energía ni calefacción (uno de cada cinco usuarios). También los precios del gas y la electricidad se multiplicaron por 100, lo que provocó situaciones tan llamativas como el ver compañías eléctricas ofreciendo dinero a sus clientes para que se marchasen a otras compañías; registrarse facturas mensuales a clientes de más de 10.000 dólares; o que en algunos momentos recargar un coche eléctrico llegase a costar más de 900 dólares.

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Hay que señalar que el sistema eléctrico en Texas es una anomalía incluso dentro de EE UU, entre otras cosas por haber realizado reformas orientadas a una optimización de los precios. Con ellas se logró que el precio de la electricidad descendiese con fuerza hasta situarse casi un 20% por debajo de la media nacional. Pero, a cambio, el sistema destaca entre todos los mercados estadounidenses como el que menor capacidad de generación ociosa dispone ante posibles interrupciones de suministro.

El problema vino cuando, frente a la punta de demanda esperada para este invierno de 60 GW, la ola de frío disparó las necesidades reales hasta los 76 GW. El sistema garantizaba el funcionamiento como mínimo hasta una demanda de 67 GW, momento a partir del cual comenzó a fallar, y el gestor del sistema dio orden a las eléctricas de suspender el suministro a los clientes de determinados nodos, tratando de evitar con ello apagones descontrolados que pudiesen generar daños en las infraestructuras.

El gran causante fue tener una capacidad de generación con gas poco preparada para inclemencias. El frío provocó la congelación del agua y los líquidos que contiene el gas natural, imposibilitando su extracción de los pozos y congelando los gaseoductos. Lo que provocó el desabastecimiento de algunas de las plantas de generación con gas justo en el momento en el que más se necesitaban (cuando satisfacían más del 60% de la demanda).

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Existen algunas similitudes entre el sistema tejano y el español, como su relativo aislamiento respecto al resto de sistemas eléctricos del continente o el porcentaje de renovables no gestionables. Sin embargo, aunque aquí también se sufrió un evento de clima extremo apenas unas semanas antes de que sucediera en EE UU, las diferencias entre las redes son tan notables que las consecuencias no han guardado el más mínimo parecido, ni en el número de afectados por los cortes eléctricos ni en la duración de estos (que en Texas fueron de días y en España de minutos).

Entre las diferencias en la generación, en España no se sufrió la congelación de los aerogeneradores y, además, el viento sopló más que en días anteriores. También las interconexiones aumentaron en los momentos clave, aportando estabilidad al sistema.

Pero, además, existen grandes diferencias en la capacidad ociosa. En España para el pico de demanda de 42 GW durante el temporal, existía un 68% de capacidad ociosa; mientras que en Texas para el pico de 76 GW apenas había un 8% de capacidad ociosa.

Curiosamente, el sistema eléctrico tejano era mostrado hace pocos meses por los lobbies renovables como un ejemplo a seguir por su fiabilidad e implantación de tecnologías renovables, a la vez que habían conseguido reducir los precios frente a otros sistemas estadounidenses que pagaban en exceso por mantener una capacidad ociosa mayor de la considerada óptima.

Vistas las experiencias en cada uno de estos sistemas, deberíamos aprender que hoy en día el gas continúa siendo el soporte de los sistemas eléctricos, por lo que la fiabilidad del sistema de gas se vuelve crítica para la seguridad de la electricidad. Por ello deberíamos continuar invirtiendo en mantener sistemas redundantes tanto de gas como de electricidad dado que, aunque provoquen un ligero aumento en la factura, son fundamentales para garantizar la seguridad de suministro.

En España tenemos suficiente capacidad ociosa, sin embargo, medidas como la reducción de los pagos por interrumpibilidad o la eliminación del pago por disponibilidad de las térmicas, pueden llevarnos en la dirección contraria. Disponer de un sistema robusto y fiable es particularmente importante a medida que aumente la electrificación como parte de la transición energética y a medida que aumente la probabilidad de eventos climáticos extremos.

Pedro Antonio Merino es economista jefe de Repsol y Juan Rubio es analista sénior de energía del departamento de Estudios.

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