La recuperación de las materias primas
A diferencia de pasados superciclos, no debería haber aumentos sostenidos de la demanda de petróleo o gas
El proceso de vacunación contra la covid-19, que se acelera especialmente en los países desarrollados con EE UU y el Reino Unido a la cabeza, está permitiendo la recuperación de la economía global. Lógicamente, la política monetaria expansiva y los paquetes de emergencia fiscal aprobados por las principales economías son el turbopropulsor de esta recuperación. Pero hay opiniones de que no se necesita tanta “potencia en el turbo” porque el aumento de la actividad, más el efecto acelerador de las políticas fiscales y monetarias, y el retiro de las restricciones a la movilidad van a generar presiones inflacionistas que obliguen a limitar el crecimiento.
Las mayores revisiones de inflación se producen en EE UU, donde los estímulos están siendo más altos. De momento, todavía existe mucho margen de mejora en el debilitado mercado laboral. Sin embargo, el índice de precios al consumo (IPC) estadounidense está repuntando marcando máximos históricos. Lógicamente, esta subida se explica en parte por el efecto base después de la caída que experimentaron los precios el año pasado. Sin embargo, descomponiendo este índice y analizándolo vemos que gran parte de este repunte se explica por los precios de la energía y los alimentos. Adicionalmente, si observamos la evolución del índice de precios al productor o precios mayoristas (PPI) nos encontramos con que se sitúa en niveles elevados y muy correlacionados con los índices de materias primas. Recordemos que el mecanismo de transmisión del aumento de precios del productor hacia el consumidor es, aproximadamente, de seis meses.
La explicación del incremento del PPI se da solo en una parte por la escasez de semiconductores y por la interrupción de las cadenas de suministros por las dificultades en el transporte marítimo, pero el grueso del aumento deriva de la evolución del precio de las materias primas con la cotización del cobre y del petróleo a la cabeza. Este último tiene un efecto transversal en los precios de la energía. El actual rally de los precios de las materias primas se explica por la disminución de la oferta como consecuencia de la pandemia, que se contrapone con la rápida recuperación de la producción industrial y por el impulso de las políticas expansivas de Gobiernos y bancos centrales. Sin descartar que los inversores están buscando activos para asumir más riesgo dada la liquidez de los mercados y las commodities son un activo de inversión atractivo, especialmente con alta inflación.
La cuestión emerge cuando se analiza si este repunte significativo de los precios de las materias primas es transitorio, como consecuencia de la reducción que experimentaron durante la pandemia, o si estamos frente a un nuevo superciclo de las materias primas. Recordemos que la definición de superciclo que propone Naciones Unidas es un aumento sostenido de los precios de las materias primas por encima de la tendencia de crecimiento de la economía y que está impulsado por un cambio estructural de la demanda. El último superciclo comenzó con la incorporación de China como parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que dinamizó su proceso de industrialización, impulsó la urbanización e inclusive cambió los hábitos de consumo en uno de los países más poblados del mundo. Estos sólidos fundamentos reales fueron acompañados por inversores que se volcaron en invertir en el activo más rentable de la década.
Pero regresando a la sostenibilidad de este repunte de los precios de las commodities, lo que nos encontramos a corto plazo es que los años en que las cotizaciones de las materias primas estuvieron en mínimos no estimularon la inversión, y esto hace que ahora nos enfrentemos a mercados en los cuales la demanda será mayor a la oferta, lo que se traduce en una reducción de su nivel de inventarios. Esta tendencia no es fácil de revertir, ya que en el caso de los metales el ciclo de inversión es de tres a cuatro años.
Pero en el medio y largo plazo necesitamos el incremento sostenido de la demanda, en este sentido es clave el compromiso de los países para cumplir el Acuerdo de París. El proceso de descarbonización de la economía requiere de un aumento de la demanda de materias primas no energéticas, especialmente de metales.
La adopción de tecnologías que reducen las emisiones de CO2 requiere la utilización de más metales, como por ejemplo cobre y aluminio. Para disponer de estos metales hay que estimular un nuevo ciclo inversor con precios remuneradores.
La transición a energías limpias requiere la necesidad de desarrollar paneles solares, turbinas, vehículos eléctricos e invertir en el desarrollo de red de electricidad. En este sentido, metales como el cobre, níquel, litio, cobalto y los minerales raros experimentarán un fuerte aumento de su demanda. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que la demanda de minerales necesarios para alcanzar los objetivos de emisiones netas cero se disparará en las próximas dos décadas. La transición del sector energético será responsable del 40% de la demanda de cobre, entre el 60% y 70% de la demanda de níquel y cobalto, y un 90% de la demanda de litio. Comparando con el consumo actual encontramos que la demanda de metales raros se multiplicaría por siete, mientras que la de litio aumentaría 42 veces.
En este sentido, no es de extrañar que en los últimos días el precio del cobre haya superado los 10.000 dólares por tonelada. Este metal es imprescindible en el proceso de transmisión de electricidad industrial verde, ya que tiene escasos competidores. Adicionalmente, la reciente pandemia ralentizó la inversión en áreas mineras clave como América Latina, reduciendo considerablemente la prospección de nuevos yacimientos y disminuyendo el capex [inversión en capital] en minería.
Los bajos niveles de inversión en minería de los últimos años debido a los bajos precios han limitado mucho la producción de materias primas. Esta situación y el repunte de la demanda sostienen la tendencia alcista de las materias primas. A futuro, el reto de la descarbonización de la economía mundial representa un viento de cola para un nuevo ciclo alcista de las materias primas.
Sin embargo, a diferencia de los pasados superciclos, no debería haber aumentos sostenidos de la demanda de petróleo ni de gas natural, pero podemos generar también un ciclo sostenido alcista de precios de la energía si nos empeñamos en recortar la inversión antes de haber recortado la demanda, lo que presionará los precios al alza, no solo de la energía, sino del resto de materias primas que requieren mucha energía para su extracción o cultivo. Es por ello que hay que ser muy prudente con escenarios que exigen una reducción de la oferta sin que explique cómo se va a reducir la demanda.
Antonio Merino es director de Estudios de Repsol.
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