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La soltería y la banca

No tener pareja no siempre acarrea desventajas a la hora de contratar un producto financiero

La soltería y la banca
EFE

Con el Día de San Valentín a la vuelta de la esquina, muchas personas se darán cuenta de que tener pareja no lo es todo, pero a menudo ayuda. Con más razón lo harán aquellas que no han encontrado todavía el amor y conocen de cerca las desventajas que esta condición puede acarrear. Una de ellas es el hecho de tener que llevar la economía del hogar sin contar con el aporte, a veces decisivo, de otra persona. Adiós, entonces, no solo a las paellas para compartir o los packs ahorro de los supermercados, sino también a las condiciones más favorables que suelen ofrecer los bancos cuando en el contrato de la hipoteca aparecen dos firmas en lugar de una sola. Pero, ¿es así también en el caso de otros productos financieros? ¿O verse obligados a festejar San Solterín un año más son solo inconvenientes?

Sobre la cabeza de los que no tienen pareja aparece la espada de Damocles de la llamada tasa single, ese plus económico que los solteros se ven obligados a desembolsar por llevar el mismo nivel de vida que los miembros de una pareja. Un peculiar impuesto que asoma también a la hora de pedir un préstamo hipotecario. “El problema de la persona single es que el riesgo en el conjunto de la operación es mayor”, señala el director de Hipotecas del comparador bancario, Simone Colombelli. “La tasa de endeudamiento va a estar delimitada básicamente por el sueldo de esta persona, por lo que le va a costar más conseguir lo mismo que a una pareja con sus mismas características”, añade.

Hipotecas, solo para pocos

Lo cierto es que las posibilidades de optar a las mejores condiciones se ven reducidas si no se puede contar con el refuerzo de otro titular. Para una vivienda de 300.000 euros con una aportación inicial de 60.000 euros y una financiación de 240.000 euros, con una hipoteca a 30 años los prestatarios pagarían unos 8.000 euros al año o 665 euros al mes, más los intereses. Para que el gasto destinado a la hipoteca no supere el 35% de los ingresos, se tendrán que ganar, al menos, 1.900 euros netos mensualmente. “Algo complicado de sostener individualmente, puesto que el salario medio bruto anual en España se sitúa en unos 24.000 euros, según el INE”, razonan desde iAhorro.

De esta forma, no resulta sorprendente que las casas por las que las personas solteras piden financiación son más pequeñas y, por ende, más baratas. Por un lado, el importe medio financiado por una pareja es 188.923 euros, mientras que el de las operaciones en las que solo figuraba un titular se reduce hasta los 130.557 euros, un 31% menos. Por el otro, el precio medio de compra de una vivienda en este caso ronda los 183.424 euros y, cuando hubo un cotitular, 253.973 euros, un 38% más, según los datos de hipotecas constituidas el año pasado a través de iAhorro.

“Por lo general, la persona soltera suele demandar una vivienda en la ciudad y más pequeña. Su esfuerzo de ahorro es mayor y la renta que queda después de haber restado la cuota de la hipoteca es una variable fundamental para este perfil y un motivo por el que muchos bancos pueden echar para atrás la operación”, destaca Colombelli. No por casualidad, el 64% de las hipotecas en las que medió iAhorro en 2020 tenían más de un titular y únicamente un 36% se firmaron en solitario.

Evitar la deuda ajena

No todo, sin embargo, es más fácil en pareja. El mismo préstamo por el que se obtuvieron condiciones más ventajosas por haberlo suscrito a dos, puede convertirse en el tercero en discordia de toda relación. Tener uno o más cotitulares conlleva riesgos, ya que todas las personas que han firmado el préstamo tienen la misma responsabilidad ante la deuda y, en caso de impago, responden a partes iguales con su dinero. Hasta que todo el mundo ponga su cuota, todo va bien, pero la cosa se complica cuando uno de los titulares no cumple con su parte. La entidad prestamista reclamará entonces a todos por igual la cantidad a devolver.

Solo posteriormente el cotitular podrá reclamar al otro lo que le corresponde, algo que desde iAhorro tildan de “complicado”. En casos como este, sugieren, lo mejor sería prever un avalista del préstamo, una figura que solo se involucra en la deuda en caso de impago. “Su capacidad de endeudamiento no se verá limitada, al no ser responsable directo del préstamo”, subrayan.

Asimismo, aconsejan evitar caer en el error de pedir prestado en nombre de otro, si la persona que de verdad necesita el dinero no alcanza las condiciones para que se lo concedan o está en un fichero de morosos. “Es una acción peligrosa, puesto que la única persona que responderá ante la deuda será la que figura como titular del préstamo”, advierten.

Cuando dos son multitud

Existen también otros productos financieros en los que la presencia de dos o más titulares empeora sus condiciones. Un claro ejemplo de ello son las cuentas bancarias, por el posible recargo de las comisiones de mantenimiento o las que se refieren a las tarjetas asociadas, ya que, por norma general, la primera es gratis, pero la segunda implica un coste añadido.

Al compartir los ingresos depositados en esa cuenta, además, la tributación por ella será a partes iguales entre los miembros de la pareja, a no ser que se indique específicamente lo contrario, aunque uno haya hecho más aportaciones que otro. Lo mismo ocurre con cualquier producto de inversión. Por ejemplo, no existen limitaciones para constituir un fondo de inversión con varios titulares, pero el impacto fiscal será proporcional al número de titulares, sin tener en cuenta la aportación de cada uno. “Una vez se haya empezado a invertir, además, no se pueden añadir o quitar titulares”, avisan desde iAhorro.

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