La inflación escala en febrero al 7,6%, dos décimas más de lo previsto, mientras la guerra en Ucrania alienta nuevas subidas de precios
Hay que remontarse a diciembre de 1986 para encontrar niveles similares en España. La gasolina sube un 25,1%, el diésel un 28,4%, y la electricidad un 80,5%
Los precios subieron en febrero un 7,6% en España frente al año pasado, su mayor escalada desde diciembre de 1986, según ha informado este viernes el Instituto Nacional de Estadística (INE), que corrige al alza dos décimas la cifra de hace dos semanas. El repunte de la inflación, impulsada por el encarecimiento de los combustibles, la electricidad y los alimentos, deja muy atrás el avance del 6,1% de enero, aumenta la presión sobre el bolsillo de los consumidores, y amenaza con seguir haciéndolo: el dato solo recoge cinco días de la invasión rusa de Ucrania, iniciada en la madrugada del 24 de febrero. Desde entonces, tanto el petróleo como el gas se han encarecido a ritmo vertiginoso en los mercados internacionales por las sanciones a Moscú.
Entre los productos más azotados por el vendaval de subidas aparecen la electricidad (80,5%), la gasolina (25,1%) y el diésel (28,4%). El mes pasado fue el tercer mes con la electricidad más cara de la historia —ligeramente por encima de los 200 euros el megavatio hora de media—, mientras que los combustibles se han encarecido sin pausa desde la semana del pasado 20 de diciembre y superan ya los dos euros por litro en algunas estaciones de servicio.
Entre los alimentos a los que se extiende el contagio inflacionista destacan las subidas del aceite de oliva (30,6%), otros aceites comestibles (32,3%), pastas alimenticias (19,9%), harinas y otros cereales (11,7%), alimentos para bebé (10,5%), carne de ovino y caprino (9,5%), arroz y leche desnatada (9,4%), leche entera (9,3%) y café (8,2%). Ante esos aumentos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recomienda adquirir productos de temporada y priorizar los supermercados más baratos. Según sus cálculos, de este modo pueden ahorrar unos 1.000 euros al año de media.
Fuera de ese ámbito, los precios de los hoteles, hostales y pensiones crecieron un 21,1%, y los muebles para el hogar un 7,2%, y las bicicletas un 6,7%. En tasa mensual la inflación subió un 0,8%, el mayor crecimiento de los precios en un mes de febrero desde 1977. Mientras que la inflación subyacente, que descuenta la evolución de los componentes más volátiles, como la energía o los alimentos, subió seis décimas hasta el 3%.
Las perspectivas para marzo auguraban un retroceso de la inflación por el efecto favorable de la comparación con el mismo mes del año pasado, cuando ya hubo subidas de electricidad y carburantes, pero ese escenario ha quedado sepultado por la guerra. Mientras las columnas de soldados rusos asolan Ucrania y las negociaciones de paz fracasan, proliferan los vetos a Rusia, uno de los mayores productores de gas y petróleo del mundo. Un vistazo a los precios muestra que su techo se antoja ahora más lejano: la electricidad ha pulverizado en marzo sus máximos históricos al llegar a 545 euros por megavatio hora en el mercado mayorista, y los carburantes encadenan seis semanas en niveles récord. Las primeras reacciones a esos múltiplos ya están sobre la mesa: Funcas espera que la inflación alcance su pico en marzo en torno al 8,6%, y sitúa ahora la media del año en el 6,8%, frente al 4,6% anterior.
Las largas esperas en las gasolineras más baratas, el racionamiento de aceite de girasol —muy dependiente de la producción ucrania— en los supermercados, la amenaza de cierre en las industrias que usan electricidad más intensamente o la decisión de muchos pescadores de no salir a faenar por los precios disparados del combustible se han convertido en la parte más visible de un problema que tiene otras caras menos evidentes pero igualmente inquietantes, como la de los hogares precarios que se privan de acometer determinados gastos para no salirse de un presupuesto ajustado, que no contaba con sobrecostes a la hora de pagar la factura de la luz, llenar el depósito y llenar la cesta de la compra.
El fenómeno tiene efectos económicos contrapuestos. Por un lado, mejora la recaudación fiscal de las Administraciones, que ingresan más en impuestos, y contribuye a diluir la ingente deuda pública de los países del sur de Europa. Pero tras once meses por encima del nivel del 2% recomendado por el Banco Central Europeo, sus consecuencias negativas pesan mucho más: la inflación mina el poder adquisitivo de los ciudadanos, devora el ahorro, y al estar íntimamente ligada al aumento del precio de la energía, transfiere riqueza desde los países importadores de gas y petróleo —caso de España— hacia los que lo exportan, con efectos claros sobre el crecimiento económico: el dinero extra que se va en cubrir necesidades básicas como pagar la luz, poner gasolina y hacer la compra deja de usarse para cenar en un restaurante o renovar el armario.
Las cancillerías temen cada vez más el desgaste político ligado al encarecimiento del coste de la vida. Y el reparto de culpas gana terreno en el debate. El presidente de EE UU, Joe Biden, está tratando de asociar la enorme inflación —este jueves se conoció que fue del 7,9% en febrero— al nombre de Vladímir Putin, y los demócratas han iniciado una campaña en redes sociales con el hashtag #PutinPriceHike —la subida de precios de Putin—. En Europa, la batalla se libra en Bruselas, donde el Gobierno español presiona para establecer topes al precio de la electricidad. En el frente interno, el Ejecutivo ha acometido una bajada de impuestos de la luz sin la cual la inflación habría sido en febrero nueve décimas superior, del 8,5%. “Es imperioso y urgente atajar el alza de los precios de la energía”, ha insistido este viernes Nadia Calviño, vicepresidenta económica.
Los productos contracorriente
Incluso el Banco Central Europeo, que durante meses ha repetido machaconamente el mantra de la transitoriedad de la inflación ha tenido que recular. Este jueves elevó su previsión de inflación media para la zona euro en 2022 desde el 3,2% que predecía en diciembre al 5,1%, y ha anunciado que acelerará la retirada de estímulos. Una de las preocupaciones de Fráncfort es que las subidas de precios se trasladen a los salarios y provoquen una espiral inflacionista, aunque su presidenta, Christine Lagarde, explicó este jueves que de momento no han detectado ese contagio. En España, los sindicatos pidieron a comienzos de este mes incrementos de sueldo del 5% para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, pero la patronal de empresarios CEOE rechaza la propuesta.
En un entorno de alta inflación como el actual, los bienes que bajan de precio son minoritarios, pero los hay. Según el INE, el precio de los peajes, aparcamientos públicos y parquímetros se redujo respecto al año pasado un 20,8%. El de los teléfonos móviles cayó un 5,7%.; los ordenadores un 4%; las gafas graduadas y lentes de contacto se abaratan un 0,5%; el transporte por mar un 3,1%; los vuelos internacionales un 2,2%, y los nacionales un 0,9%.
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