La inflación frena su escalada en abril y se sitúa en el 8,4% por el abaratamiento de la energía
La subida de los precios rompe su tendencia ascendente por las medidas del Gobierno y el tirón de las renovables, y puede haber tocado techo
La inflación se situó en abril en el 8,4%, según el dato adelantado publicado este jueves por el Instituto Nacional de Estadística. El retroceso respecto a marzo, cuando alcanzó el 9,8% anual, al borde del doble dígito, es la mayor bajada en un solo mes de los últimos 35 años —desde enero de 1987—. Se rompe así la tendencia de fuertes subidas de precios de los meses precedentes, lo que abre la puerta a que por fin hayan tocado techo, aunque eso no implica de momento una vuelta a la normalidad: continúan creciendo a niveles históricamente muy altos, y el regreso a tasas moderadas, según los pri...
La inflación se situó en abril en el 8,4%, según el dato adelantado publicado este jueves por el Instituto Nacional de Estadística. El retroceso respecto a marzo, cuando alcanzó el 9,8% anual, al borde del doble dígito, es la mayor bajada en un solo mes de los últimos 35 años —desde enero de 1987—. Se rompe así la tendencia de fuertes subidas de precios de los meses precedentes, lo que abre la puerta a que por fin hayan tocado techo, aunque eso no implica de momento una vuelta a la normalidad: continúan creciendo a niveles históricamente muy altos, y el regreso a tasas moderadas, según los principales organismos internacionales, llevará todavía meses.
No todo son buenas noticias. La inflación subyacente, que no tiene en cuenta los alimentos frescos ni la energía por su volatilidad, crece un punto hasta el 4,4%, su nivel más alto desde 1995, y el INE señala que los precios de los productos comestibles y las bebidas no alcohólicas siguen subiendo con más fuerza que en abril del año pasado, un síntoma del efecto contagio de la energía a la cesta de la compra.
La caída del precio de la electricidad ha sido clave para empezar a deshinchar la inflación. El abaratamiento del gas natural, el aumento de la producción eólica y fotovoltaica gracias a que ha soplado más viento y ha habido más horas de sol, y el menor consumo de los hogares por el repunte de las temperaturas tras el fin del invierno han contribuido a frenar las tarifas del megavatio hora. Todavía son caras comparadas con ejercicios anteriores, pero a la espera de saber los números definitivos de abril, hasta el jueves la media era de 191 euros por megavatio hora, claramente por debajo del pico de 283 euros de marzo. También ha ayudado el descenso del crudo brent en los mercados —si bien todavía sigue lejos de niveles normales, dado que supera los 100 dólares por barril—, así como el descuento de 20 céntimos en las gasolineras aprobado por el Gobierno, que entró en vigor el 1 de abril.
En la tendencia de los próximos meses habrá que tener muy en cuenta el reciente visto bueno de la Comisión Europea a la propuesta española y portuguesa para limitar, a partir de mayo, el precio del gas que alimenta las centrales de generación de electricidad. En los 12 meses en los que estará operativo este mecanismo de urgencia, ideado para rebajar la factura de la luz, habrá un tope de 50 euros de media por megavatio hora, una intervención que propiciará un descenso de lo que pagan los hogares, y, por tanto, una inflación mucho más suave.
Otro factor, este puramente estadístico, también favorece la caída de la inflación: conforme pasen los meses, el efecto comparación con el año pasado se realizará con periodos donde las subidas de precios fueron cada vez más altas, sobre todo después de verano, lo que dificultará que siga creciendo porque se mide con meses donde ya se notaba el encarecimiento de la energía.
El confinamiento chino y la invasión rusa, entre las amenazas
Existen, sin embargo, otras fuerzas contrapuestas que pueden seguir empujando los precios al alza. En primer lugar, el posible enquistamiento de la invasión rusa, cuyo final no se atisba por ahora, y que presiona tanto los costes energéticos —la decisión de Moscú de cortar el gas a Polonia y Bulgaria por negarse a pagar en rublos hizo repuntar su precio el miércoles— como los agrícolas y ganaderos, debido a que Ucrania es un importante productor de cereales, piensos y fertilizantes.
En segundo término, la estricta política de confinamientos en China amenaza con desencadenar una nueva crisis de suministros debido a los parones en las fábricas y los cierres de puertos, lo cual puede provocar retrasos y afectar a la oferta, alentando subidas de precios debido a la escasez de algunas mercancías y materias primas. Además, los precios industriales, disparados en España un 46,6% en marzo debido al impacto de la crisis energética, récord desde el inicio de la serie histórica en 1976, pueden tardar en caer. La debilidad de la moneda única frente al dólar (se pagan 1,05 euros por cada billete verde) hace que España pague un sobreprecio por sus importaciones, entre ellas las energéticas. Y la fragilidad de las relaciones con Argelia genera cierta incertidumbre sobre la continuidad del contrato de suministro de gas a España.
La profesora de IESE María Jesús Valdemoros pone en duda que la inflación vaya a retornar a los niveles previos a la pandemia como si nada hubiera pasado. “No sé si volveremos a ver inflaciones del 1%. Hay tendencias estructurales que hacen pensar que podemos estabilizarnos en tasas más altas, incluso del 3%. Está habiendo un cambio en las cadenas globales de valor. Las empresas están aumentando sus existencias por miedo a la pandemia, y están pensando en relocalizar parte de la producción, lo cual la encarece”, explica. A ese cambio de relación entre proveedores y clientes suma los costes derivados de los mayores requisitos medioambientales. “Vamos a ir a datos de inflación más altos, y mientras tanto, acumulamos una pérdida de poder adquisitivo importante que lleva meses afectando a las rentas medias y bajas, y que hay que paliar utilizando el sistema fiscal, aproximándolo a la economía real”, reclama.
El Fondo Monetario Internacional no comparte esa visión sobre una inflación más alta de forma prolongada. El índice de precios lleva 13 meses por encima del 2% recomendado por el Banco Central Europeo, y sigue muy lejos de ese umbral. Pero en sus previsiones para España, el FMI augura que la presión sobre los precios amainará a finales de año. Calcula que cerrará 2022 en el 2,7%. Si acierta, un año más tarde, el miedo a la inflación sería ya historia, al enfriarse hasta el 0,8% en diciembre de 2023.
Mientras llega esa ansiada normalización, el Gobierno ha ganado tiempo en el flanco social con sus medidas para contener los precios, especialmente con la rebaja del combustible subvencionando su compra. El malestar por la pérdida de poder adquisitivo en medio de un fuerte aumento del coste de la vida no ha desaparecido, pero el estallido de marzo, cuando la huelga de transportistas causó problemas de suministro, los pescadores pararon y las movilizaciones de agricultores y ganaderos hicieron temer una espiral de descontento, ha sido apaciguado.