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OBITUARIO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contar la economía

Sin despegar los pies del suelo, el realismo de Emilio Ontiveros se alimentaba no solo de sus conocimientos académicos o de su experiencia profesional, sino de la vida, de su propia vida

Emilio Ontiveros, leyendo EL PAÍS.Foto: GORKA LEJARCEGI | Vídeo: EPV
Pepa Bueno

Contar la economía con precisión pero sin dramatismo. Emilio Ontiveros era un faro cuando había que iluminar la maraña de datos económicos que se acumulan en la mesa de una periodista. Nunca fallaba a la llamada de auxilio para tratar de entender qué mundo nos contaban las estadísticas, cómo interpretar las previsiones de los organismos internacionales o cómo un virus que acababan de detectar en China –eran los primeros días de enero de 2020 cuando aquí se decía que la covid-19 era una gripecilla– podía dar al traste con esas previsiones. Durante muchos años ha divulgado con rigor, claridad, sin catastrofismo, sin añadirle el sufrimiento de la alarma mediática a las situaciones más difíciles. La voz serena, el dato a punto, la mirada al horizonte con una confianza inmensa en el ser humano y en las políticas que compensan el desamparo de los que inician la carrera de la vida con más dificultades. Sin despegar los pies del suelo; su realismo se alimentaba no solo de sus conocimientos académicos o de su experiencia profesional, sino de la vida, de su propia vida. Y era el mismo bagaje que alimentaba su apuesta por el bien común. Lo defendió en contextos donde su posición no salía gratis.

Hasta aquí el Emilio Ontiveros que han conocido los lectores de EL PAÍS y los oyentes de la SER en las últimas décadas, siempre vinculado a los dos medios, siempre disponible para una tribuna en el periódico, un programa en la radio, un comité editorial o una conversación telefónica en la que ejercía de profesor con cualquiera de nosotros. Ontiveros ha sido tan importante para esta casa que muchos de sus más íntimos amigos en el periodismo no han tenido fuerzas para escribir aquí tras su fallecimiento. Ese dolor es hoy el dolor de todos nosotros cuando escribo estas líneas urgentes para decirles a ustedes que detrás de la imagen pública de Emilio habitaba un hombre generoso, un amigo siempre dispuesto, una sonrisa que contagiaba alegría y esperanza en el futuro.

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