La jornada laboral semanal de cuatro días
El foco de la reducción de tiempo de trabajo no es el reparto de empleo, sino la atracción de talento laboral y la capacidad económica de producir con menos horas en contextos de digitalización
Los programas piloto que incentivan la jornada laboral semanal de cuatro días días, reduciendo tiempo de trabajo y manteniendo salarios, están dando buenos resultados, como consta en la reciente experiencia del Reino Unido. La gestión empresarial es más eficiente, con ganancias de productividad para la empresa y sin pérdida de salarios de los trabajadores, un incremento del tiempo libre semanal favorable para la conciliación familiar o el ocio, y una disminución significativa del absentismo de las plantillas. Las transformaciones digitales facilitan, además, este modelo, sustentados en una ganancia de productividad, porque se produce, igual o más, en menos tiempo de trabajo.
El camino hacia jornadas laborales semanales de cuatro días no está siendo, ni debe ser, el de la imposición legal, sino el de la adecuación a la productividad empresarial a través de la negociación colectiva o los pactos individuales con los trabajadores. No es necesaria una ley de reducción de la jornada máxima legal, aquí de 40 horas semanales de promedio en cómputo anual, reducidas por la negociación colectiva con herramientas de flexibilidad, para conseguir este objetivo. La regulación vigente permite ya este modelo de distribución semanal de las jornadas, sin merma salarial, en las empresas donde resulta viable. Una ley que impusiera esta fórmula iría en contra de la heterogeneidad productiva con, previsiblemente, el efecto indeseado de reducción de salarios en los sectores con menor capacidad de adaptación a este sistema.
El foco de la reducción de tiempo de trabajo no es tanto ahora el reparto de empleo, como sí sucedió en las 35 horas de Francia con enorme frustración, sino la atracción de talento laboral y la capacidad económica de producir con menos horas en contextos de digitalización. El impacto positivo en el empleo de las jornadas laborales semanales de cuatro días sí puede provenir por el aumento de consumo en nuestras economías de servicios y entretenimiento, siempre que no bajen los salarios de los trabajadores, pero no por repartir tiempo y trabajo.
La jornada laboral semanal de cuatro días es una idea atractiva, con gran recorrido futuro, que no debe conducir a espejismos ni a equívocos. La flexibilidad en el transformado tiempo de trabajo irá desembocando en estas jornadas semanales con los márgenes de productividad suficientes para conseguir sus objetivos positivos sin efectos contraproducentes.
Jesús Lahera Forteza es catedrático del Derecho del Trabajo en la Universidad Complutense e investigador de Fedea.
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.