Roca inaugura el primer horno eléctrico de la industria sanitaria y prevé electrificar cinco plantas más
El grupo catalán, líder mundial en productos de cerámica para baños, quiere instalar esta tecnología en sus fábricas de Gavà y Burgos, pero está a la espera de trámites administrativos
La esencia del proceso de fabricación de váteres, lavabos y bidets de cerámica prácticamente no ha cambiado desde que el grupo Roca se fundó en 1917. Una muestra es la centenaria fábrica en Gmunden, cerca de la ciudad austriaca de Salzburgo. En esta planta de Laufen —empresa que Roca adquirió en 1999— el proceso tiene tiene un punto artesanal: reciben los materiales, los mezclan con agua, los dejan secar y los meten en el horno hasta que salen relucientes. Pero en esta fábrica tradicional la multinacional catalana ha inaugurado este jueves su mayor innovación: ha sustituido el antiguo horno de gas por uno eléctrico, el primero que se usa en la industria de cerámica sanitaria. El consejero delegado de Roca, Albert Magrans, ha explicado que este es el primer paso en un camino que, si llega a las 79 plantas que tiene en el mundo, permitirá a la compañía reducir sus emisiones de dióxido de carbono a la mitad. El grupo ha presupuestado para este año 26 millones de euros para empezar a construir dos hornos eléctricos más en Europa, al que le seguirá un tercero, y prevé instalar dos también en sus fábricas de Gavà (Barcelona) y Burgos, aunque para ellos no tiene calendario ni presupuesto porque dependen de trámites administrativos.
“Este es un proyecto muy importante, porque la descarbonización de la industria sanitaria depende de que podamos cambiar el gas por la electricidad, ha sido un proyecto muy arriesgado que empezó hace cuatro años, pero ya ahora ya sabemos que funciona”, ha dicho Magrans en la inauguración oficial del horno eléctrico, en una visita organizada a la fábrica de Gmunden a la que ha sido invitado EL PAÍS. El horno está situado justo en una nave adyacente a la que todavía ocupa el anterior, hecho de ladrillos y alimentado por gas, y que ahora está siendo desmantelado. Según ha explicado Magrans, el horno eléctrico evita que se emitan 5.000 toneladas de dióxido de carbono al año. Costó cinco millones de euros y ha sido instalado por Keramischer Ofenbau, empresa de la que Roca posee un 66% del accionariado, pero que es independiente para asumir proyectos de otros clientes de la industria sanitaria.
Roca, una empresa familiar fundada por tres hermanos en Barcelona en 1917 —el consejo de administración los preside actualmente Santiago de Gomar Roca— asegura tener entre sus máximas preocupaciones la sostenibilidad. Se trata de una empresa que usa intensivamente agua (para hacer las mezclas de las que surgen el cuerpo de cerámica y el esmalte) y energía (para alimentar el horno que cuece las piezas y funde el revestimiento de esmalte sobre el cuerpo de cerámica). El grupo es líder mundial en este sector —en porcelana sanitaria dobla a su siguiente competidor, la estadounidense Kholler— y cuenta con 79 fábricas en todo el mundo: los países que más presencia tienen son España, Brasil y China, con nueve plantas cada uno. En los últimos tres años, la compañía ha reducido sus emisiones de dióxido de carbono en un 39%, y espera ser neutral en estas emisiones en el año 2045.
Trabas administrativas
Una de las claves para este proceso es la electrificación de los hornos, que además el grupo prevé alimentar, en parte, con energía de fuentes renovables. Además del que se ha inaugurado en Gmunden, hay cinco más previstos en los próximos años, pero el calendario de momento no juega a favor de las plantas españolas. Tres de los nuevos hornos se instalarán en fábricas en Europa (Magrans no ha especificado en cuáles, ya que falta cerrar los detalles), y para dos de ellos ya hay un presupuesto previsto que implicará empezar a construirlos este año. Donde sí que habrá seguro horno eléctrico será en las plantas de Gavà y Burgos (este, bajo la marca de Cerámicas Gala), aunque en ambos casos el proyecto está a la espera de desencallar algunos trámites.
En el caso de Gavà —donde el año pasado la compañía dio salida a 168 empleados mediante un expediente de regulación de empleo voluntario—, antes de instalar el horno eléctrico se tiene que acometer una gran obra civil para remodelar toda la fábrica, que se convertirá en la sede corporativa del grupo. Los trámites administrativos para empezar estas obras todavía no se han completado. En el caso de Gala, la instalación del horno eléctrico depende de la concesión de fondos europeos mediante un Perte, así que la compañía está pendiente de este calendario. “Tenemos un presupuesto muy flexible, y cuando tengamos la oportunidad, podemos acometer las inversiones”, ha prometido Magrans.
El consejero delegado no ha dado las cifras de negocio correspondientes a 2023, ya que el grupo familiar las hace públicas en junio, pero ha explicado que está “satisfecho” con el comportamiento de la empresa en un año que ha sido especialmente difícil por el incremento de costes y la caída de la demanda a causa del alza en los tipos de interés. “Este año fue probablemente el año más difícil en los últimos diez años, exceptuando la pandemia”, ha dicho. En 2022, el grupo, que tiene más de 21.000 empleados, logró una facturación de 2.092 millones de euros, poco más que el año anterior, ya que Roca perdió 140 millones de ventas a causa de su desinversión en Rusia. El beneficio neto del grupo también se resintió, ya que fue en 2022 de 42 millones de euros (lejos de los 179 millones que consiguió el año anterior).
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