Europa quiere más vegetación entre frutales, olivos y vides para impulsar la agricultura verde
La Unión de Pequeños Agricultores (UPA) lanza un plan para aumentar las cubiertas vegetales en los cultivos leñosos, una práctica que refuerza la lucha contra el cambio climático
La nueva Política Agraria Común (PAC), aprobada el último año, ha llegado con un acento verde que va a condicionar el desarrollo de los cultivos y va a favorecer la lucha contra el cambio climático. En esta línea, la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) ha puesto en marcha un plan para aumentar las cubiertas vegetales —plantas que se siembran o se dejan crecer espontáneamente de manera que cubran el suelo de una parcela y lo protejan— en los cultivos leñosos (principalmente frutales, cítricos, olivar y viñedo), que son los que más carencias medioambientales presentan.
Desde hace algunos años se esta retomando el uso de las cubiertas vegetales en la agricultura para mejorar la salud del suelo y aumentar la productividad de los cultivos. El objetivo es proteger al terreno de la erosión (la cubierta de hierba intercepta los impactos de las gotas de lluvia), evitar la destrucción de microorganismos beneficiosos y reducir la evaporación del agua en el suelo. Está considerado un elemento clave para secuestrar carbono y limitar la pérdida de carbono por erosión. Apenas el 25% de los cultivos leñosos en España disponen de cubierta vegetal en la actualidad, lo que representa en torno a 1,5 millones de hectáreas agrícolas. La cubierta espontánea (dejar crecer la vegetación) es la técnica mayoritaria utilizada por los agricultores.
La Unión Europea se ha marcado el objetivo de reducir la pérdida de nutrientes de los suelos agrícolas en un 50% para 2030 y el último año empezó a subvencionar a los agricultores que utilizan estos cultivos de cobertura dentro de la nueva PAC. En este contexto nace el programa llamado Cubiwood, que cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y se financia a través del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (2021-2030). También cuenta con la colaboración del grupo aceitero Deoleo.
Para corregir esta anomalía, la UPA va a crear una red de fincas experimentales en toda España que recopilen y divulguen buenas prácticas. El proyecto analizará aspectos como la retención de agua, el balance de emisiones o el estado de la biodiversidad en fincas con y sin cubiertas vegetales. “La implantación de cubiertas en cultivos leñosos no es una práctica sencilla, y es necesario realizar una enorme labor de formación y asesoramiento para su puesta en marcha”, reconocen desde la organización agraria. No se trata solo de dejar crecer las malas hierbas, hay que saber cuándo y cómo controlar la cubierta para evitar que se coma los nutrientes y el agua del cultivo principal.
El 86% de los agricultores españoles perceptores de ayudas de la PAC (con un total de 19 millones de hectáreas agrarias) se han adherido a los ecoesquemas o ecorregímenes, el nuevo mecanismo que ha implantado por primera vez Bruselas para incentivar las prácticas medioambientales en la actividad agraria. Sin embargo, de entre los nueve ecorregímenes disponibles, el de la cubierta vegetal ha sido el que más resistencia está encontrando entre los agricultores en el primer año de aplicación de la nueva política común. De ahí que el programa Cubiwood busque incidir en la formación, con jornadas en campo con agricultores, módulos formativos, trabajos de investigación y una guía prácticas de manejo de las cubiertas vegetales.
Suelos de olivar degradados
El olivo es quizás el cultivo más afectado por la pérdida de biodiversidad, pues se estima que un 60% de los suelos de olivar de la UE están considerados como degradados por la aplicación de la agricultura intensiva en las últimas décadas. “Los estudios indican que, a escala mundial, los suelos almacenan cerca del 80% del carbono de los ecosistemas terrestres y que alrededor del 60% de los suelos de la UE se encuentran en un estado degradado”, asegura Antonio Manzaneda, profesor de Ecología del Instituto Universitario de Investigación del Olivar y de los Aceites de Oliva de Jaén.
El laboreo y la eliminación de la vegetación se generalizaron con la introducción de pesticidas y fertilizantes industriales en las décadas de los años 60 y 70, según ha indicado Gabriela Moreno, del grupo de trabajo Erosión del suelo y degradación de la tierra, de la Universidad de Basilea. “La falta de una cubierta vegetal estable, que deja una gran fracción de suelo desnudo, la compactación del suelo, la salinización acentuada por riegos con agua salobre, el exceso de aplicaciones de cobre y de otros fitosanitarios, junto a la erosión, son factores que están degradando los suelos del olivar a lo largo del Mediterráneo a un ritmo y una magnitud espacial sin precedentes”, alerta Antonio Manzaneda.
Manzaneda es también el coordinador del proyecto europeo Soil O-Live, que coordina la Universidad de Jaén junto al CSIC y otros 20 socios internacionales. Este proyecto ha analizado más de 5.200 muestras de suelos procedentes de 52 parcelas de distintos puntos de Europa y el norte de África, y se centra ahora en las actuaciones de restauración y rehabilitación de los suelos en aquellos olivares que presenten problemas de contaminación y degradación.
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