Eurobonos con Draghi de apellido
Bruselas tiene sobre la mesa otro informe con vocación de desbrozar el camino a seguir, esta vez asumido por Mario Draghi, el ex presidente del BCE
El euro nació tras las propuestas de dos históricos informes que corrieron desigual fortuna. El primero llevaba la firma del luxemburgués Pierre Werner y quedó aparcado por falta de voluntad política. El segundo, encabezado por el francés Jaques Delors, cayó en terreno mucho más fértil y trazó la senda para llegar a la moneda única. Entre ambos pasaron casi dos décadas -de 1970 a 1989. Ese fue el tiempo desperdiciado por los líderes europeos hasta aceptar que la Unión monetaria europea era la respuesta adecuada a un periodo marcado por inflación galopante y latigazos recurrentes de los tipos de cambio.
Desde el lunes pasado, Bruselas tiene sobre la mesa otro informe con vocación de desbrozar el camino a seguir, esta vez asumido por Mario Draghi, el ex presidente del Banco Central Europeo con aureola a lo Gary Cooper desde que se enfrentó a los mercados con su “cueste lo que cueste” para salvar el euro. El también ex primer ministro italiano avisa ahora de que, sin cambios profundos en su modelo económico y de financiación, la UE corre el riesgo de hundirse lentamente en las tierras movedizas de la geopolítica de mediados de este siglo XXI.
El diagnóstico de Draghi coloca a la UE ante un punto de inflexión de similar envergadura al nacimiento de la Unión Monetaria, con la unión fiscal como nueva frontera. El informe del italiano no prescribe en detalle los pasos a dar, como hacían los de Werner o Delors. El sibilino banquero adopta un planteamiento más socrático: describe la grave pérdida de productividad de la economía europea, la gigantesca factura de dar un salto en digital, energía y defensa -800.000 millones de euros de inversión adicional cada año- y la práctica imposibilidad de acometer la tarea sin aunar esfuerzos. Y encauza la respuesta que espera de los líderes europeos: “para maximizar la productividad, será necesario algún tipo de inversión conjunta en bienes públicos europeos cruciales, tales como la innovación”.
A continuación detalla las, según él, innegables ventajas de crear un “activo seguro”, eufemismo con el que evita mentar la bicha que tanto espanta en Berlín: unos eurobonos con una solvencia, liquidez y alcance internacional comparable a los bonos del Tesoro estadounidense. Es decir, repetir en el mercado de deuda la hazaña lograda por el euro en su rivalidad con el dólar.
A Draghi, profundo conocedor de los pasillos de poder, no se le escapa el enorme rechazo que provocan los eurobonos, sobre todo, en el norte. Por ello aliña la zanahoria con bastante garrote. Y advierte que la deuda común, como la moneda, conlleva importantes dosis de rigor fiscal. A cambio, promete un círculo virtuoso entre inversión y productividad que contribuirá a llenar las arcas públicas.
La apuesta del italiano llega en un momento complicado, con los gobiernos de Alemania y Francia muy debilitados, y con el ascenso de partidos euroescépticos en casi todos los países. Pero a medio o largo plazo, los eurobonos parecen el siguiente paso inevitable. Y en su futuro nacimiento, se evocará con toda probabilidad el apellido de Draghi. De hecho, como presidente del BCE ya logró, con su multimillonario programa de compra de deuda, un “eurobono de facto”, al arrasar con las primas de riesgo y elevar la deuda nacional a un rango de calidad europea.
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