Europa impone aranceles a los coches eléctricos chinos, pero deja abiertas vías de negociación
Una mayoría suficiente de países respaldan a la Comisión que continuará negociando con China al tiempo que aplica la subida de tarifas aduaneras
La Comisión Europea tiene las manos libres para aplicar los aranceles a los coches eléctricos chinos. Una mayoría simple de países han respaldado la propuesta de Bruselas de imponer una subida adicional a las tarifas que estos vehículos pagan al llegar a las aduanas de la UE. España se ha abstenido, cambiando el sentido positivo de los test consultivos previos de este verano, y Alemania ha votado en contra. Este resultado, en realidad un respaldo suficiente pero no contundente, permite al Ejecutivo comunitario continuar con los aranceles que está cargando a estas importaciones desde el pasado julio. Y eso es lo que hará, según ha anunciado en un comunicado en el que también se compromete a “seguir trabajando duro para buscar una salida alternativa compatible con las normas de la OMC”. China ha expresado de inmediato su rechazo a la medida, pero ha saludado que aún exista un canal abierto de diálogo para evitar una escalada de fricciones comerciales.
El resultado de la votación ha sido recibido por la Comisión con una mezcla de alivio y euforia. Muchas de las capitales habían escondido sus cartas hasta el final, temerosas de la respuesta del gigante asiático, que ve cómo muchas áreas del mundo están levantando barreras arancelarias (Turquía, Brasil, Estados Unidos, India) a sus baratos coches eléctricos y ve en la UE un gran mercado al que inundar con su abundante producción. El día anterior se contenía la respiración en el cuartel general del Ejecutivo que dirige Ursula von der Leyen. Alemania había emitido claras señales que estaba en contra de la propuesta de Bruselas y se temía que arrastrara a bastantes capitales consigo.
Hace poco más de un año que Von der Leyen anunció la apertura de una investigación sobre los coches chinos importados ante la sospecha de que los subsidios y ayudas que les daba Pekín sitúan a estos vehículos en una ventaja competitiva saltándose las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Nueve meses después llegaron las primeras conclusiones de la investigación y la decisión provisional de imponer aranceles compensatorios que iban del 17,4% al 37,6% (estos porcentajes debe sumarse al 10% que ya se aplica desde julio a los vehículos chinos). Finalmente, la tarifa máxima, la que se aplica a las empresas que no han colaborado en la investigación, ha ido bajando y ha quedado en el 35,3%. A los vehículos fabricados en China por Tesla se les aplica un arancel adicional del 7,8%. El objetivo de estas cargas es restaurar algo el equilibrio entre los automóviles fabricados en el gigante asiático y en Europa, algo muy complicado, no solo porque los aranceles no son suficientes, sino porque la tecnología china, especialmente en el sistema de baterías, está muy evolucionada.
Las tarifas entrarán en vigor definitivamente al día siguiente de que se publiquen los resultados de los análisis en el Diario Oficial de la UE, el próximo 30 de octubre. En principio, estarán en vigor durante cinco años. Pero Bruselas deja la puerta abierta a la negociación con Pekín y con las empresas. Si en estas conversaciones las empresas se comprometen a ofrecer un precio que remedie la situación en el mercado que Bruselas entiende injusta se podrá suspender la tarifa a los productos de esta compañía.
A pesar de la mayoría simple en favor de la propuesta de la Comisión, el resultado demuestra que no hay un consenso amplio sobre qué posición debe tomar la UE hacia el gigante asiático. Era muy difícil que los países contrarios a los aranceles lograran tumbar la subida de tarifas. Precisaban de una mayoría cualificada en contra: un 55% de países que sumaran un 65% de la población de los 27. La ratificación plena requería justo el resultado inverso a favor. El saldo de la votación es 10 países a favor, que reúnen el 46% de la población (lo que indica que Francia y Italia están en este grupo), 12 abstenciones, que suman el 31% de habitantes, entre ellos España, y cinco en contra, entre ellos Alemania y Hungría, los países que más exportan a China. El amplio grupo de Gobiernos que prefieren mantenerse en la indefinición evidencia que hay temor a significarse claramente contra Pekín, por si hay represalias.
La posición española había sido, de alguna forma, anunciada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su visita a China de hace unas semanas. Allí habló de “reconsiderar” los aranceles adicionales a estos automóviles. En la consulta de julio, Madrid había respaldado a Bruselas. Pero esta vez ha optado por no posicionarse, como ha aclarado el ministro de Economía y Comercio, Carlos Cuerpo: “España se ha abstenido. Este voto es coherente con nuestra posición de intentar reforzar la negociación de la Unión Europea con las autoridades chinas y ser capaces de encontrar una solución acordada”. En esta última frase, Cuerpo expone en público la petición que le hizo por carta, texto adelantado por EL PAÍS, al vicepresidente ejecutivo y titular de Comercio, Valdis Dombrovskis, el día anterior.
Falta ahora saber cómo reaccionará China a esta decisión. De julio hasta ahora, Pekín se ha mostrado contundente. En primer lugar, ha abierto investigaciones sobre productos agroalimentarios europeos que, en un caso, afectan de lleno a España: la carne de cerdo. Las otras dos afectan a varios productos lácteos y el brandy. Ha sido una forma de presionar a los Estados miembros para que cierren el paso a las intenciones de la Comisión Europea o, al menos, le lleven a aflojar su posición.
De momento, Pekín ha emitido un breve comunicado oficial como respuesta en el que reitera los argumentos habituales: “China se opone firmemente a las prácticas proteccionistas injustas, no conformes con la normativa e irrazonables de la UE en este caso”, dice el texto del ministerio de Comercio. Los vehículos eléctricos chinos, reitera, se adhieren a las normas sobre dominio del mercado y competencia. Y argumenta que los avances del sector de los enchufables han sido posibles gracias a una “innovación independiente continua”. Los aranceles, añade Pekín, violan gravemente las normas de la OMC y además, retrasan la transición ecológica del bloque comunitario.
Tras el anuncio de la imposición de las barreras comerciales, en julio, Pekín lanzó, además de las investigaciones teledirigidas contra determinados sectores europeos, una ofensiva diplomática para tratar de convencer a diferentes capitales, y también a Bruselas. Se han celebrado numerosos encuentros técnicos desde entonces, y el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, visitó a mediados de septiembre Berlín, Roma y Bruselas, donde se vio con el comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, para tratar de enderezar el asunto mediante el diálogo.
Para Pekín este encuentro fue “constructivo”. En su visión, supuso el inicio de unas consultas que siguen en marcha y en las que se deberían abordar posibles soluciones, como un compromiso sobre precios, con el fin de evitar una escalada de fricciones comerciales. China, concluye el texto, “se opone firmemente al proyecto de resolución final de la UE, pero también toma nota de la voluntad política de la UE de seguir resolviendo la cuestión mediante negociaciones”. La próxima reunión técnica entre funcionarios de Bruselas y Pekín, según el ministerio de Comercio chino, está prevista para el lunes.
Para la industria automovilística del gigante asiático, que hace ya dos décadas decidió apostar por el coche eléctrico visto que había perdido la carrera en el motor de combustión, es muy importante que el mercado europeo siga abierto. Su apuesta ha sido muy grande, tanto que Bruselas ha identificado subsidios que contravienen las normas del comercio internacional “desde la mina [el litio es fundamental para las baterías] hasta el puerto”. En los últimos años, grandes áreas económicas del mundo han ido levantando barreras para defender su industria automovilística, fuente habitual de puestos de trabajo estables y bien remunerados. Estos muros son un grave problema para Pekín, que ha desarrollado un sistema económico que descansa en la exportación masiva y tiene una capacidad de fabricación que crece exponencialmente cada año.
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