Una recesión largamente anunciada
El tercer trimestre del año ha dado sorpresas positivas
La economía europea está entrando a cámara lenta en una recesión largamente anunciada, prácticamente desde que comenzó la guerra en Ucrania, y que finalmente podría estar teniendo lugar en los últimos meses del año. Se prevé que sea moderada —lo acaba de reiterar la Comisión Europea en sus previsiones de otoño— y ligada a factores que nos devuelven a ciclos económicos más tradicionales: una mezcla de shocks de energía y de subida de tipos de interés por la elevada inflación, que contrasta con los últimos 15 años plagados de fenómenos económicos extremos, como una fortísima crisis financiera y de deuda, la amenaza de deflación, la salida gracias a la apuesta de Mario Draghi (“whatever it takes”) y, más recientemente, un desplome temporal generado por el casi surrealista choque de la pandemia.
Lo que está dañando el crecimiento de la eurozona se deriva del aumento de los precios del gas natural, que se han acelerado desde marzo. Si bien es cierto que la temida falta de suministro de gas este invierno no se va a producir, gracias a la reducción de consumo de aproximadamente un 7% respecto a valores históricos y a las importaciones desde nuevos orígenes (sobre todo desde Noruega), sus elevados precios están afectando a los sectores y países (principalmente Alemania) intensivos en energía, mientras que la alta inflación generada (10,6% en octubre) está haciendo mella en el consumo de las familias.
El tercer trimestre del año ha dado sorpresas positivas gracias a algunos factores de apoyo —la inercia del rebote del gasto tras la pandemia, visible más recientemente en los servicios, y el ahorro acumulado durante los meses de confinamiento—, pero ya hay varios indicadores en terreno negativo, como los de confianza económica o las ventas al por menor.
El otro factor que está guiando a la economía europea a caídas de actividad es la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, aunque su influencia es probablemente menor a la de la Reserva Federal americana, que tuvo una reacción más rápida, en parte porque la inflación americana tiene un componente de demanda mucho mayor que la inflación europea. En las últimas semanas, la agresividad mostrada por los bancos centrales desde el verano ante la persistencia de la inflación se ha calmado y los indicadores de tensiones financieras lo han agradecido, pero aún quedan subidas de tipos por llegar hasta principios de 2023 (hasta cerca del 3% en la eurozona). Todo esto va a afianzar la recesión, que no debería durar demasiado gracias a la ausencia de desequilibrios en Europa, pero que se puede complicar si la inflación se modera más lentamente de lo esperado.
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