_
_
_
_

¿De dónde han salido los políticos europeos?

Hubo un tiempo en que un panadero podía ser diputado y la hija de un tendero, primera ministra Famoso, funcionario o exokupa, ¿de dónde ha salido el jefe?

Ana G. Moreno
Angela Merkel en 1991, cuando era ministra para la Mujer y Juventud y tenía 37 años. La actual canciller de Alemania fue antes okupa y camarera
Angela Merkel en 1991, cuando era ministra para la Mujer y Juventud y tenía 37 años. La actual canciller de Alemania fue antes okupa y camareraGetty

Regentar el único ultramarinos de una localidad más bien gris de 35.000 habitantes en la incierta primera mitad del siglo XX confiere carácter. Entre otras cosas, porque vives encima de ese ultramarinos, que abastece de víveres básicos a las gentes del pueblo. Normalmente, es al cabeza de familia al que toca ponerse la bata para bajar a la tienda a altas horas de la madrugada y atender la urgencia del honrado ciudadano (¿bacon, pan, huevos?). Su hija pequeña escucha el trajín desde la habitación de arriba. “Vivir encima de una tienda es mucho más que una frase. Es algo que deja su impronta en quienes lo han pasado. Por una simple razón: siempre está uno de servicio”, declararía años después la chiquilla, convertida, para entonces, en la mujer más poderosa de su siglo. Margaret Thatcher, primera fémina en meter sus pertenencias en el número 10 de Downing Sreet en calidad de primera ministra, no se interesó por la política leyendo libros de Winston Churchill en un jardín victoriano, sino presenciando cómo su padre se dejaba la vida en una tienda cochambrosa del condado de Lincolnshire. Radicalmente opuesta es la historia del actual líder del Gobierno británico, David Cameron, también de las filas conservadoras. Con solo once años, el tory viajó en Concorde a Estados Unidos con cuatro compañeros de clase para celebrar el cumpleaños de Peter Getty, nieto del magnate del petróleo John Paul Getty. Como recoge Owen Jones en el libro Chavs. La demonización de la clase obrera, el tutor de Cameron, Rhidian Llewellyn, ha declarado ver al londinense, en sus años infantes, comiendo caviar, salmón y ternera a la bordelaise en numerosas ocasiones. “Era el ambiente del ultraprivilegiado colegio privado Heatherdown, en Berkshire”, apuntilla. La cosa no debió de cambiar mucho para David durante su adolescencia en Eton, campo de entrenamiento de la élite política británica, entre cuyo exalumnado (19 de ellos, primeros ministros de Reino Unido) no consta ninguna hija de tendero.

Putin, presidente ruso, en el año 2000. Antes fue miembro de la KGB
Putin, presidente ruso, en el año 2000. Antes fue miembro de la KGBGetty

En solo 30 años, el origen, oficio y formación de los líderes europeos ha experimentado una gran sacudida. John Prescott ostenta el dudoso honor de ser el último obrero del partido laborista en el Parlamento británico. Camarero en la Marina Mercante y con unos someros estudios secundarios, él mismo ha relatado cómo el tory Nicholas Soames, nieto de Winston Churchill, solía pedirle bebidas en voz alta desde la Cámara de los Comunes. “Y mire a ver lo que quiere mi amigo”, añadía. El día de su ingreso en la Cámara de los Lores, un columnista del diario Telegraph escribió, con evidente sorna clasista: “No estoy seguro de que el armiño le siente bien a John Prescott”. Juan Rodríguez, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Valencia y editor de blog Agenda Pública, explica el fenómeno: “La desaparición de la clase obrera de las esferas políticas no solo tiene que ver con la universalización de los estudios universitarios, sino, en mayor medida, con una suerte de elitización de la carrera política. Los partidos se han convertido en agencias de empleo político, y reclutan a sus miembros en las facultades de Derecho”.

Los obreros del Congreso

“Estamos preocupados por todo lo que se nos viene encima”, declaraba en 1988 Margarita al diario EL PAÍS, el día en que Felipe González nombraba a su marido, José Luis Corcuera, ministro del Interior. Se convertía así el burgalés en el primer (y último) electricista (en particular) y no licenciado (en general), en ocupar la relevante cartera. Su habilidad para conducir negociaciones correosas con los grupos sindicales valieron más que una licenciatura en Económicas. Tirando de hemeroteca, desempolvamos el sorprendente caso de Manuel Cordero Pérez, panadero y diputado socialista en la Segunda República. O ya en el albor de la democracia, los de Manuel Benítez (campesino), Marcelino Camacho (fresador) o Ignacio Gallego (mecánico), todos diputados por el PCE. 13 de diciembre de 2011: de los 350 diputados que coforman la X legislatura de la democracia, se contabilizan 126 funcionarios, 51 abogados, 38 profesores, 19 médicos, 9 economistas y 6 empresarios. Solo hay un obrero con silla: Cayo Lara, agricultor. La prensa de derechas escribe sobre él: “Un agricultor sin estudios ni experiencia empresarial promete crear tres millones de empleos”.

Xavier Coller, catedrático de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide, reconoce una sobrerrepresentación de funcionarios y empresarios en los parlamentos autonómicos: “Es gente que puede recuperar fácilmente su empleo cuando abandona la carrera política. Los empresarios ceden el negocio a un familiar, a los funcionarios se les reserva la plaza, ¿pero cómo puede dejar el empleo un asalariado para dedicarse a la política? ¿Qué haría después?”. En su investigación, Coller ha detectado una peculiaridad en las Cortes autonómicas españolas: más médicos que en ningún otro Parlamento de Europa. “Se debe al rol tradicional del médico en nuestro país: un humanista que se implica en la comunidad”, cuenta. También ha extraído diferencias profesionales de los políticos según su militancia. Cuanto más a la izquierda se sitúa el partido, más docentes hay en sus filas. Se cumple el tópico.

Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, no está titulado en formación superior. Lo suyo es algo más autodidacta.
Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, no está titulado en formación superior. Lo suyo es algo más autodidacta.Cordon Press

Una estrella del porno, un futbolista, un jugador de ajedrez o un cómico son algunas de las celebridades que han conseguido su escaño en los foros europeos de decisión. “Es lo que se conoce como el fenómeno del caballero blanco. En momentos de crisis y pérdida de confianza de la población sobre la clase política, los ciudadanos ven en los famosos caballeros blancos que acuden a salvarlos”, cuenta el escritor Darrell M. West, autor de Arnold Schwarzenegger and celebrity politics. Pero el viejo continente no está gobernado por decenas de beppes grillos, sino por líderes cargados de méritos universitarios (también en España, donde todos los presidentes de la democracia han sido licenciados en Derecho, excepto Calvo Sotelo, ingeniero), cuya diferencia reside en los matices. Porque poco tiene que ver la canciller Angela Merkel, okupa en su juventud y camarera en Berlín en los ratos que le dejaban sus estudios en Física, con Vladimir Putin, que dio el salto a la política desde la Escuela 401 de la KGB, agencia de inteligencia de la Unión Soviética. O con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, un alemán sin estudios superiores, que aprendió el oficio de librero en su juventud y abrió un negocio en el centro de Würselen. Hollande, por su parte, se formó en la Escuela Nacional de Administración, como la mayoría de los altos burócratas de Francia, país conocido como La República de los Funcionarios. En España, tenemos a un actor en el Congreso, Toni Cantó, que reconoce haber escuchado alguna que otra burla de sus compañeros. Y cree saber la razón por la que tan pocos artistas pueblan el Parlamento nacional: “La mayor parte de mi trabajo consistía en girar por todos los ayuntamientos de España con funciones de teatro. Es evidente que muchos de ellos, gobernados por el PP o el PSOE, han dejado de verme con tanta simpatía. Me resultará difícil volver a trabajar cuando acabe mi carrera política, pero yo siempre me he buscado muy bien la vida”.

Toni Cantó, actor reciclado en diputado
Toni Cantó, actor reciclado en diputadoEFE

Señor tertuliano

El futuro sugiere un ligero desperezar. Pero los cambios son lentos. Mientras en EE UU, un hacker llamado David Cole prepara su carrera como congresista, en Europa la diversidad profesional sigue sin estar representada en los Parlamentos. Nacho Uriarte, 33 años, presidente de las Nuevas Generaciones del PP entre 2006 y 2011, expresa: “Antes, tener una oposición era garantía de calidad. Ahora la excelencia política no responde a esos criterios. Deberíamos mirar menos el currículum y buscar a personas de valores humanos apropiados, como ya hacen las empresas”. Precisamente él decidió meterse en política cuando asistió a un debate sobre Trabajo Social entre políticos de diferentes filas. “Todos eran trabajadores sociales menos el del PP, que era economista. Y repercutía en su eficiencia para debatir del tema”. Actualmente hay dos trabajadores sociales en las Cortes Generales (uno de ellos es Uriarte). Tertulianos no hay ninguno, como Pablo Iglesias, que para más señas (y justicia) es, sobre todo, profesor universitario. “¿Tú te crees que a mí me gusta ir a la tele a discutir con Marhuenda? Lo hago a mi pesar: es la única forma en que determinadas ideas pueden ser transmitidas”. El feedback positivo de la audiencia le animó a embarcarse en la iniciativa Podemos, que se presentará a las elecciones europeas. Acabáramos: la televisión como acicate político. Pero las últimas noticias no llegan de La Sexta, sino de Austria, que en diciembre nombró a su ministro de Asuntos Exteriores, el más joven de Europa: Sebastian Kurz, 27 años. Aún le quedan unas cuantas asignaturas de… Derecho.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_