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Tribuna
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¿Por qué decepciona la socialdemocracia?

La izquierda mayoritaria no ha sido creativa ni audaz para combatir la crisis

Ignacio Urquizu

Cuando todo apuntaba a que la socialdemocracia iba a ganar la batalla de las ideas durante la reciente crisis económica, vemos como los principales partidos socialistas no solo tienen dificultades para ganar elecciones, sino que además decepcionan con mucha facilidad cuando acceden al poder. El reciente caso del Partido Socialista francés resulta paradigmático. Y no es el único. El SPD alemán no logra ganar unas elecciones desde hace más de doce años y en las dos últimas ocasiones ni siquiera superó el 30 por ciento de los votos, sus peores resultados desde 1953. En España la situación no es muy distinta. Los datos de Metroscopia muestran que cuando se pregunta a los exvotantes socialistas porqué han dejado de apoyar al PSOE, la primera respuesta es decepción. ¿Cómo es posible esta paradoja? ¿Qué sucede dentro de la izquierda para que produzca tal desencanto entre su electorado?

El socialismo ha perdido dos valores que son fundamentales en tiempos de crisis. El primero de ellos es la audacia. Cuando las situaciones son de enorme dificultad, solo los que muestran cierta valentía pueden convertirse en referentes para los demás. Pero una parte de la izquierda, en lugar de abanderar soluciones valientes, parece ir a remolque de los acontecimientos. Y esto es una dificultad puesto que muchos de los problemas económicos, sociales y políticos por los que pasan las sociedades europeas exigen respuestas audaces. Por ejemplo, es más que evidente que el nivel de endeudamiento público y privado de las economías del sur de Europa es un lastre para su recuperación. Pero hasta la fecha, a una parte de la izquierda le cuesta utilizar palabras como “reestructuración”. Poco a poco, los principales economistas ven más que evidente que las economías del sur de Europa están abocadas a emprender esta tarea. De hecho, ya se está haciendo de “tapadillo”. Que el plan Juncker implique que las inversiones en infraestructuras productivas no compute para la deuda y el déficit es un reconocimiento implícito a este hecho.

El segundo de los valores que la socialdemocracia debe recuperar es la creatividad. Necesitamos soluciones imaginativas y distintas. La izquierda mayoritaria lleva mucho tiempo sin ver más allá del realismo. El posibilismo la ha encorsetado tanto que, en muchas ocasiones, al socialismo le cuesta soñar con una sociedad distinta en un mundo distinto. Así, cada vez que alguien sugiere una idea nueva, se invierten más esfuerzos en desmontarla mostrando las dificultades de llevar a cabo esa propuesta, que en intentar pensar cómo se podría realizar. Un ejemplo de esto es la renta básica universal. Nadie duda de la enorme dificultad de implementar una medida de estas características. Pero, ¿realmente es imposible? ¿Acaso no existe una enorme literatura de economistas rigurosos que llevan tiempo debatiendo sobre ello?

La sociedad ha cambiado tanto, que no entiende que los proyectos políticos no innoven a la misma velocidad

La pérdida de este segundo valor es especialmente relevante en una situación donde la ciudadanía exige respuestas distintas tanto para los problemas nuevos como para los viejos. De hecho, la sociedad ha cambiado tanto en los últimos años, que no entiende que los proyectos políticos no innoven a la misma velocidad. Por ejemplo, todos los indicadores muestran que en estos momentos la ciudadanía tiene una mayor tendencia al asociacionismo y la participación. A esto se añade un fenómeno nuevo, las nuevas tecnologías, que surge como instrumento que permite conectar más a las personas. Tomando como base estos dos elementos, la izquierda podría empezar a apostar por un modelo económico distinto donde el cooperativismo tuviese un mayor peso.

La pérdida de estos dos valores, audacia y creatividad, tiene importantes consecuencias. La primera de ellas es que una parte importante de la población no asocia en estos momentos a la socialdemocracia con el cambio. Y esto es especialmente grave, porque si algo define el momento histórico por el que pasan nuestras sociedades es la transformación profunda. La segunda consecuencia es que muchos ciudadanos piensan que las dos grandes corrientes ideológicas son muy similares en sus propuestas y no observan diferencias sustanciales entre ellas. Estas dos consecuencias están detrás de la profunda decepción que siente mucha gente respecto a una parte de la izquierda. Por ello, allá donde la crisis azota con más virulencia, la ciudadanía parece empezar a mirar a nuevas fuerzas políticas emergentes.

En definitiva, si el socialismo quiere recuperar la bandera de las transformaciones sociales, ser identificado con el cambio y ofrecer una distancia ideológica clara y contundente frente a otras opciones políticas debe mostrar más audacia e imaginación. El proyecto político de la socialdemocracia no puede basarse en un conjunto de recetas antiguas y “conservadoras”. De hecho, no es la primera vez que la izquierda se encuentra en un escenario similar. Tanto cuando surgieron los partidos socialistas como tras la II Guerra Mundial, la socialdemocracia fue capaz de soñar con una sociedad distinta. Y para muchos ciudadanos, el problema de la izquierda mayoritaria es que ha dejado de soñar.

Ignacio Urquizu es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del seminario de análisis político de Metroscopia.

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