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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Mi corazón es de papá

En la moda todo tiene su lado divertido: Gabbana puso la guinda cuando colgó una foto de sir Elton John con una bolsa de la marca D&G en pleno furor de la polémica

Boris Izaguirre
El cantante Elton John y su marido, David Furnish.
El cantante Elton John y su marido, David Furnish.GUS RUELAS (reuters)

Las declaraciones del dúo de diseñadores Dolce&Gabanna en contra de las familias que han gestado hijos in vitro les han dejado con su marca manga por hombro y a ellos mismos como unas personas pasadas de moda. Unos creadores reaccionarios. El boicot hacia sus productos recuerda al que se efectuó contra las pastas Barilla cuando su consejero delegado también se manifestó excluyentemente a favor de la familia tradicional. Algo pasa en Italia con respecto a la modernidad. Seguramente se deba a la proximidad con el Vaticano que pone su sello en todas las industrias. Los diseñadores quisieron congraciarse con la Iglesia y quizás liberar sus problemas con el fisco y al final consiguieron irritar a sus clientes.

Pero en la moda todo tiene su lado divertido. Y aunque Madonna se mantuvo seria en la controversia, afirmando que todos los niños, in vitro o no, tienen alma, fue Stefano, el delgado y alto de D&G, el que puso la guinda cuando colgó una foto de su nuevo némesis, sir Elton John, portando una bolsa de la marca en pleno furor de la polémica. Los portavoces del cantante se apresuraron a explicar que en la bolsa no había ropa sino comida, por eso en las redes se disparó la sensación que sir Elton vuelve a tener problemas de peso. Una nueva polémica estaba engordando, ¿se puede llamar gordo a sir Elton John? Cuan complicado se ha vuelto expresarse en las redes sociales. Por todas partes asistimos a despidos y comunicados, disculpas y ajustes en torno a palabras y declaraciones que despiertan ofensas y controversia. Hay que medir todo lo que se diga. Vigilar cada tuit. Las uñas de lo políticamente correcto amenazan en todas partes.

En Miami acudí a inscribirme en el Consulado español, allí me percaté que lo hacía unos días antes de las elecciones andaluzas y el consulado estaba repleto de andaluces vestidos a la manera de Miami. Es decir, como en Torremolinos en agosto, pantalón corto y camisa de mangas anchas y abanico o inscripción consular en las manos de las mujeres. La mayor queja era, como siempre, por el agresivo nivel del aire acondicionado y la conversación versaba en si Susana Díaz ganaba o la juez Alaya debería presentarse en las próximas elecciones. Y, sobre todo, dónde iban a ver los resultados. “Desde luego que en ningún restaurante español porque estoy cansado de comer comida española sintética”, confesó uno de los votantes.

Una de las tragedias por las que atraviesa un español fuera de España es que la comida no es que sea más o menos mala, simplemente no se cocina. En Estados Unidos es un trámite más, no tiene importancia, nadie se detiene a analizar la diferencia entre un tomate y otro o entre un buen espárrago de Tudela y otro.

Hacer de las comidas una cultura es una de las cosas que nos hacen diferentes y a lo mejor es de lo que hablaron el rey Juan Carlos y su hija, doña Cristina, en su discreto pero no invisible encuentro en el Club Náutico de Barcelona. Para agregarle más sazón al momento, en el mismo club se encontraba otra pareja de madre e hijo, Tita Thyssen junto a Borja. No hablaban de historia de España: ¡La estaban cocinando! Papá e hija Borbón a lo mejor interpretaban a su manera la letra de una de las canciones más célebres de Marilyn Monroe, My heart belongs to daddy (Mi corazón pertenece a papi), con todo y que para muchos su empeño por mantener sus derechos dinásticos y su matrimonio es la principal razón por la que su padre abdicó. Unas mesas y varios yates mas allá, the Thyssen se esforzaban en reconvertirse en un equipo muy unido para enfrentar gastos y las críticas por la venta de Villa Favorita, la mansión suiza del barón. Ambas conversaciones sostenidas en castellano. La vida no siempre es fácil en las familias adineradas.

Nunca sabremos de lo que hablaron pues el exmonarca e hija. Pero en Miami muchos estadounidenses recuerdan que los Urdangarin eran famosos clientes de una cadena de supermercados orgánicos, Whole Foods, que está considerada de las más caras. “No son alimentos, son joyitas”, expresó una presentadora de la televisión latina. La libra de col rizada cuesta cuatro dólares. Al tratarse de comida no procesada, sin químicos para mantenerlos, sus precios duplican el de los alimentos “normales” (que no se ofenda ninguna lechuga, por favor). “Era inevitable que Urdangarin hiciera lo que hizo para poder seguir alimentándose orgánico”, propone uno de los votantes mejor nutrido de Susana Díaz en el consulado.

Seguro que Ursula Andress se alimenta orgánicamente. La chica Bond original no se ha unido ni al boicot contra Dolce&Gabanna ni ha emitido su opinión sobre lo sintético y lo orgánico. Se ha puesto de moda en las redes sociales gracias a los fans que han subido imágenes de sus indomables y asalvajados glamour y belleza con motivo de su 79 cumpleaños. Aunque creció en Suiza, Andress nunca fue ni hija de papá, ni esposa tonta ni acosada por desordenes alimentarios. Siempre fue esa mujer valiente y sexy, dispuesta a todo, sometiendo al agente 007 y a la edad y el paso del tiempo hasta que el doctor dijo no. Es una superviviente a crisis, familias, boicots y a modas que vienen y van. No seamos Ursulinas, seamos Ursula.

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