Una agenda transformadora para los próximos 15 años
Otro mundo mejor es posible; pero no sin superar los obstáculos que muchos intereses creados irán poniendo en el camino
2015 es un año muy especial para la gobernanza mundial y el sistema de las Naciones Unidas: este año se celebra el 70 aniversario de su fundación. Pero 2015 será, sobre todo, recordado por un acontecimiento que tiene el potencial de transformar nuestro mundo y cambiar los destinos de la humanidad: en el mes de septiembre, en Nueva York, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptará la nueva agenda universal de Desarrollo Sostenible, un plan de acción que compromete a todos los países del mundo en los próximos 15 años a lograr un nuevo paradigma de desarrollo.
En el año 2000, la comunidad internacional adoptó los Objetivos de Desarrollo del Milenio, una agenda dirigida a los países en desarrollo para lograr en 2015 reducir a la mitad la extrema pobreza y el hambre en el mundo, ampliar el acceso al agua potable y saneamiento, universalizar la educación primaria, mejorar la salud materna y reducir drásticamente la mortalidad infantil. 15 años después, algunas de estas metas han sido alcanzadas; otras, como la reducción en dos tercios de la mortalidad materna, no se han logrado plenamente.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio han supuesto, probablemente, uno de los ejemplos más contundentes del “sí se puede” en gobernanza internacional. Han demostrado la fuerza transformadora que tiene la definición de objetivos concretos y de metas cuantificables y medibles, para movilizar recursos, para focalizar y coordinar los esfuerzos de los gobiernos y la comunidad internacional, para implicar a la acción ciudadana y para conseguir resultados.
Pero los Objetivos de Desarrollo del Milenio tenían un alcance limitado. El mundo actual es probablemente más inseguro, la desigualdad es creciente, los movimientos migratorios se han multiplicado, los desastres naturales crecen incesantemente, el calentamiento global es ya un hecho irreversible y el medio ambiente está más degradado. Aquellos objetivos no contemplaban un compromiso suficiente con la sostenibilidad ambiental, sin la que el desarrollo humano tampoco sería viable. Porque no hay desarrollo y bienestar posible en un planeta muerto.
Los ODM fueron uno de los ejemplos más contundentes del “sí se puede”, pero tenían un alcance limitado
Por ello en 2012, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, 20 años después de la famosa conferencia de Río 92, se acordó empezar a trabajar en un nuevo marco global para el desarrollo posterior a 2015, denominado comúnmente como Agenda Post-2015, que continuase y fortaleciese los logros alcanzados a través de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, pero ampliando los compromisos al conjunto de países, estableciendo objetivos más ambiciosos y universales e integrando la dimensión ambiental.
Por primera vez se contará con un programa de acción que establezca responsabilidades y metas para todos los Gobiernos, reforzando un enfoque universal de derechos humanos que trasciende la tradicional división entre políticas nacionales e internacionales. En un mundo unido social, económica y ecológicamente, resulta ineficaz establecer fronteras nacionales a la resolución de los problemas comunes. En definitiva, esta alianza global representa una poderosa plataforma para el avance de los derechos y bienestar de todas las personas —adultos, familias, niños y niñas—, bajo la consigna de no dejar a nadie atrás.
Cinco son las áreas de importancia crítica de este nuevo plan de acción: las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y la cooperación. El plan contempla 17 objetivos y 169 metas, como son:
Erradicar la pobreza en todas sus formas, acabando totalmente con la pobreza extrema y reduciendo a la mitad la relativa en cada país, incluyendo los países desarrollados; poner en práctica un sistema de protección social para todos, incluidos niveles mínimos; asegurar a todos los países y habitantes el acceso a energías fiables, sostenibles y modernas y la disponibilidad de agua y saneamiento; garantizar una educación de calidad inclusiva para todos, incluidas las niñas, y alcanzar la igualdad entre los géneros empoderando a las mujeres. Específicamente se menciona la necesidad de poner fin a las muertes prevenibles de los recién nacidos y niños menores de cinco años y a todas las formas de desnutrición; proteger a todos los niños de la violencia, la explotación y el abuso; erradicar el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, otras prácticas nocivas, y el trabajo infantil en todas sus formas.
Los gobiernos del mundo, incluido el de España, deberán aplicar la agenda global
Otros objetivos y metas apuntan a fomentar un crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos; reduciendo las desigualdades entre países y dentro de ellos; garantizando pautas de consumo y de producción sostenibles; desarrollando infraestructuras resilientes; y lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean seguros y sostenibles, en un ambiente saludable. Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos y frenar la pérdida de diversidad biológica, deteniendo y revertiendo la degradación del planeta, promoviendo la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres y acuáticos.
Los gobiernos del mundo, incluido el de España, deberán aplicar la agenda global en el plano de las políticas domésticas y de la cooperación internacional al desarrollo, de cara a que se concreten en mejores oportunidades y bienestar para todas las personas, en especial, para los niños. En definitiva, los estados deben definir de forma participativa los planes nacionales que permitan alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible y serán evaluados posteriormente de forma global y comparativa.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, son una agenda común de compromisos —tan ambiciosos como necesarios— para transformar nuestro mundo. ¿Estarán los gobiernos a la altura de esos compromisos? ¿Ejercerá la sociedad civil la suficiente presión a los gobiernos y a las instituciones internacionales? Porque otro mundo —ambientalmente sostenible, económicamente próspero y socialmente justo— es posible; pero esa transformación no se hará sola, sin superar los obstáculos que muchos intereses creados irán poniendo en el camino.
Joaquín Nieto es director de la Oficina de la OIT para España.
Carmelo Angulo es presidente del Comité español de UNICEF.
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