Industria y diseñadores, la combinación perfecta
Juanjo Oliva celebra 15 años de carrera en una segunda jornada de la Madrid Fashion Week falta de brillo
Juanjo Oliva tenía dos cosas que celebrar durante la segunda jornada de la Madrid Fashion Week: 15 años de carrera y nueve colecciones al frente de la línea Elogy para El Corte Inglés. Puede que este último no sea un número redondo, pero merece un brindis digno de unas bodas de oro. Que una colaboración entre un gran distribuidor y un diseñador prospere no solo es una buena noticia para los implicados sino para todo el sector.
Entre los gigantes textiles —Zara, Mango, Pronovias— que han convertido a España en una potencia mundial y los creadores que sobreviven gracias a la costura a medida debe haber un modelo intermedio: el que ocupa una industria de la moda sana y relevante como la francesa o la estadounidense. Para construirla resulta imprescindible que se establezcan sinergias entre el músculo productor y el talento creativo. Y en esa difícil tarea de poner a ambas partes en contacto, debería tener algo que decir la pasarela de Madrid, que cuenta entre sus patrocinadores, por ejemplo, con Inditex.
Solución rentable
Demostrar —como lo hacen Oliva y El Corte Inglés— que estas asociaciones no solo son posibles sino rentables es fundamental. Especialmente después de que el pasado junio desapareciera Pedro del Hierro Madrid, el ambicioso proyecto de Cortefiel que, con la modista Carmen March como directora creativa, mostraba sus propuestas en Manhattan.
Con precedentes como este, Oliva ha decidido posponer la internacionalización de su propia marca. En la pasada edición de la Madrid Fashion Week anunció que presentaría sus diseños en Nueva York, pero finalmente ha preferido tomarse un tiempo para repensar y afianzar su estrategia. Mientras tanto, ha llevado sus creaciones para Elogy a la cita de Ifema. Ninguno de los 25 coloridos vestidos que ha mostrado este sábado superaba los 200 euros. Elaborados en materiales versátiles y prácticos, no tienen más pretensión que ocupar el hueco que separa la ropa casual de la de noche. “Las tendencias están desapareciendo y toda esa historia de la inspiración de las colección me aburre”, ha argumentado el modisto frente a las piezas que llegarán a 20 centros comerciales españoles.
Situar una marca en el mercado internacional resulta casi una epopeya. Lo sabe bien Amaya Arzuaga, Premio Nacional de Diseño de Moda 2013. Tras cuatro años desfilando en París con su primera línea y en Madrid, con la segunda (AA de Amaya Arzuaga), el pasado febrero tuvo que renunciar a la pasarela gala. Desde entonces trae a la antigua Cibeles su colección principal. La pérdida de Francia, la ganancia de España. Consecuencia de esta decisión o de factores macroeconómicos —ni la propia diseñadora puede decirlo—, Arzuaga ha visto cómo sus ventas “han crecido por primera vez tras cinco años de caídas constantes”. Este sábado sobre la pasarela desplegó una selección de prendas dominada por los volúmenes circulares y que tenía como referente al arquitecto finlandés Eero Saarinen, responsable, entre otros edificios, de la sede de la CBS en Nueva York y del aeropuerto internacional de Washington. Factura impecable, superposiciones y vestidos que llevan el concepto “cuello de chimenea” a otro nivel.
Romántica Locking
Ana Locking continúa su colaboración por tercera temporada consecutiva con la firma marroquinera Acosta, para la que diseña una línea de bolsos que bien merecería una producción mayor. También mantiene su licencia de gafas de sol, con la que asegura vender cerca de 15.000 unidades por temporada. Y aunque ha tenido que abandonar su showroom de Nueva York por motivos económicos, mantiene el de París, donde llevará a principios de octubre la colección más romántica que ha facturado hasta la fecha, la que presentó este sábado en Madrid bajo el título Foreva. Volantes, siluetas redondeadas y una paleta de colores empolvados contaminada por varias piezas en naranja fluorescente. Este enfoque amable ha permitido a la diseñadora experimentar con los encajes y bordados, sin renunciar a su lado travieso. Es decir, empleando neoprenos para elaborar las rejillas y convirtiendo el chantillí en patchwork.
Moisés Nieto no se queda atrás en lo que a experimentación con tejidos técnicos se refiere y utiliza el trenzado y el nido de abeja en neopreno para construir una colección inspirada en “Torremolinos, la sangría y las suecas”, afirma. El resultado son vestidos y abrigos de aire pop, que confirman que el ubedí saca lo mejor de sí mismo cuando se entrega a la nostalgia y que su uso del color admite poca competencia. Para compensar el sabor vintage de una propuesta que “huele a aftersun”, Nieto ha empleado la impresión en 3D para elaborar sus pendientes y los detalles que decoraban las espaldas de polos y camisetas.
Las historias se cuelan también en la pasarela madrileña
Cada temporada, los diseñadores de la Madrid Fashion Week elaboran complejas narraciones para explicar —o justificar— sus colecciones. Historias que hablan, en la mayor parte de las ocasiones, de rebuscados referentes culturales que supuestamente inspiran sus diseños y que detallan en profusos dossiers.
Entre los más prolijos se cuentan los de Ana Locking, que, para la próxima primavera, toma como punto de partida la serie de televisión 'A dos metros bajo tierra'. Lo que le permite reflexionar sobre “cómo, cuando somos conscientes de la caducidad que nos rodea, apreciamos más el valor de la vida”. En el otro extremo, Ángel Schlesser prefiere que su ropa hable por él. Nunca confiesa inspiración alguna y en pocas ocasiones redacta una nota de prensa.
Entre medias, se sucede una amplia gama de narraciones. Ulises Mérida, que desfiló ayer, asegura haber partido de los haikus para desarrollar unas prendas tan contenidas en color y exuberancia como el carnaval de Río de Janeiro. Otros, como Roberto Verino, prefieren poner al cliente en situación: “La posibilidad de disfrutar del litoral desde otra perspectiva; nos produce tanta emoción que nos hace sentir que hemos llegado a ese paraíso buscado”.
Todas estas piezas hacen plantearse si, además de los premios a la mejor colección y modelo, debería concederse también un galardón al mejor guion de moda.
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