Américo Estévez, el ‘Saxoman’ viral
El boliviano revolucionó las redes sociales con un videoclip de homenaje al papa Francisco
Antes de revolucionar las redes sociales con un videoclip sobre el papa Francisco, el boliviano Américo Estévez, Saxoman, 44 años, 1,79 metros de estatura, varios lunares en el rostro, labios muy gruesos, solía alisar su pelo con un peine azul de plástico que llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón e instalarse en las avenidas más concurridas de la ciudad de La Paz con un saxofón o una guitarra para que no les faltara el plato de comida a sus familiares: su abuela –que le crio de niño–, su mujer y dos hijos varones. Antes de lanzar a través de YouTube ese vídeo en homenaje a Bergoglio que alcanzó medio millón de visitas en 20 días –todo un éxito para un país con poco más de 10 millones de habitantes y conexiones a Internet precarias–, Saxoman aprendió a tocar la batería con la ayuda de unos botes de pintura y unas latitas de cera vacías que le regalaron cuando era pequeño –por aquel entonces, algunos le decían “el despertador” porque comenzaba a tocar a las seis de la mañana–, y empezó a dominar otros instrumentos, como el teclado, con la ayuda de manuales impresos que costaban poco más de un euro. Antes de volverse una cara conocida, se quedó dos veces sin su principal herramienta de trabajo –el saxo–, vendió empanadas a grito limpio y actuó para cientos de desconocidos en callejuelas, plazas, comederos y cementerios.
En el vídeo que lo ha llevado a los noticieros y periódicos y a las portadas de un sinfín de plataformas digitales, Saxoman aparece junto a dos jóvenes estudiantes de conservatorio, Los Casanovas –sus hijos: David, de 17 años, y Gabriel, de 12–, y vuela como superhéroe fuera de nuestro planeta. El trabajo fue filmado con un teléfono móvil pasado de moda (un Sony Ericsson estropeado que no sirve para hacer llamadas pero sí para grabar imágenes) y muestra efectos especiales que nos retrotraen a los años ochenta. En otro audiovisual del grupo sobre el Rally Dakar, David –el responsable de dar forma a las ideas disparatadas de Américo– ha incorporado dragones y dinosaurios y hasta el estallido de una bomba atómica. Y en el dedicado al Papa aprovechó para cumplir uno de los sueños de su padre. “Cuando era chico”, recuerda Saxoman, “me hacía comprar telas muy gruesas en los mercados para hacerme alas con la esperanza de llegar desde mi casa al barrio de enfrente. Y ahora, ya me ves: en el vídeo, atravieso desiertos, bosques, lagos y montañas y vuelo, vuelo, vuelo, vuelo”.
Saxoman suele vestir un traje blanco acabado en una pajarita, un abrigo negro de vampiro y zapatos a juego. Se suele presentar como el amigo de los niños, de Batman y Robin, de la Mujer Maravilla y de Los Cuatro Fantásticos. Y quiere seguir la estela de otros ilustres desconocidos que entran a nuestras vidas, a golpe de clic, todas las noches.
De momento, los 15 minutos diarios de fama que le corresponden los ocupa concediendo entrevistas y haciéndose fotografías con sus admiradores locales. Pero la alfombra roja del ciberespacio se evapora cada vez que apaga un ordenador que compró hace poco a crédito. Y los 1.425 minutos restantes de cada día son para dormir y seguir batallando a la intemperie, para volver a convertirse en el mismo de siempre.
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