"Que nadie vea tus tampones"
Es un mensaje machacón entre las mujeres. La publicidad los aclama discretos y las compañeras los piden en un susurro. Las razones del tabú
El tabú está ahí. Lo escondemos en la manga del jersey, en el bolsillo trasero del pantalón o en la cartera. Solo cuando la compresa o el tampón está bien oculto nos atrevemos a cruzar la oficina o la clase para encaminarnos al baño con seguridad. Si hay un hombre delante, las mujeres esperan a que se marche para pedir a una compañera lo que necesitan. ¿Por qué da tanta vergüenza reclamar y mostrar en público los elementos de higiene íntima necesarios para la regla? Hasta en los anuncios de tampones y compresas, con formatos cada vez más pequeños, se apela a la discreción. “La publicidad juega a recrear situaciones donde supuestamente nos sentimos incómodas, cuando lo normal sería dejar libertad a las mujeres para gestionar su menstruación como ellas decidan”, opina Lara Alcázar, presidenta del grupo feminista Femen en España.
Es parte de nuestra naturaleza y no hay nada en ello que deba hacernos sentir avergonzadas Lara Alcázar, presidenta de Femen en España
La profesora de la Universidad Purdue de Indiana Sharra Vostral, autora de Under Wraps: a History of Menstrual Tecnology, (Bajo Secreto: Historia de la Tecnología aplicada a la Menstruación), afirma en su libro que incluso los tampones son “un invento tecnológico para hacer parecer que las mujeres no sangran”. Están perfectamente diseñados para ocultar la evidencia física de la regla: la sangre. “La sociedad se ha ocupado de hacernos sentir culpables por nuestras formas, nos empuja al desconocimiento del cuerpo y la sexualidad y a tachar de sucia y humillante incluso nuestra propia sangre. El hecho de que a una mujer le dé vergüenza decir que tiene la regla no depende tanto de quién esté delante, sino de admitirlo. Menstruar no es estar enferma o sucia”, explica Lara Alcázar. “Es parte de nuestra naturaleza y no hay nada en ello que deba hacernos sentir avergonzadas. Al contrario, hay que valorarlo como una parte de la liberación de nuestros cuerpos”, sostiene.
José Bustamante Bellmunt, psicólogo especialista en sexualidad y pareja, vicepresidente de la Asociación de Especialistas en Sexología y autor de ¿En qué piensan los hombres?, opina que “hasta cierto punto” el período es algo íntimo y es normal que un aspecto privado genere “cierto” pudor. “El problema es cuando confundimos lo íntimo con lo sucio. Muchos de esos errores culturales tienen que ver con lo sexual y lo genital y, lo que es peor, el machismo ha hecho que todo lo femenino tenga una posición destacada en lo que está considerado como vergonzoso”, apunta. En opinión del psicólogo, todos asociamos orinar y defecar con conductas sucias y, por tanto, tendemos a ocultarlas a los demás. “Parece que la menstruación tiene un estatus similar. Sin duda, una sociedad más igualitaria no repudiaría lo femenino y no haría sentir sucia a una mujer por hablar abiertamente de su menstruación. Si quiénes tuviésemos la regla fuéramos los hombres, el tratamiento sería bien distinto”, cuenta.
Solo el 12% de las niñas y las mujeres tienen acceso a los productos sanitarios en todo el mundo y una de cada diez chicas falta a la escuela en África cuando tiene el período
La ONG Plan Internacional alertó en junio pasado de que la falta de acceso a una mínima higiene durante la menstruación es un riesgo para la salud de miles de niñas en los países en vías de desarrollo. Por eso, puso en marcha en el Reino Unido la campaña #justatampon. En ella famosos y anónimos posaron en las redes con un tampón para romper el tabú que existe alrededor de la regla y recaudar fondos para llevar compresas y tampones a las mujeres que no pueden comprarlos. La ONG hizo públicas unas cifras preocupantes: solo el 12% de las niñas y las mujeres tienen acceso a los productos sanitarios en todo el mundo y una de cada diez chicas falta a la escuela en África cuando tiene el período.
“El tabú viene del patriarcado. Al imponer esta vergüenza, esta culpa y esta suciedad, la mujer rechaza su cuerpo, lo desconoce y deja al sistema el poder de gestionarlo a su antojo”, dice Alcázar. Para la presidenta de Femen España, esconder la menstruación es un símbolo de desigualdad evidente. Acabar con el estigma no obliga a pedir un tampón a gritos (al fin y al cabo, se enmarcan dentro de un acto privado, como recuerda el psicólogo), pero sí a dejar de esconderlos, susurrar su nombre o llegar a sentir pavor por que uno de ellos se escape por la rendija del bolso (la escena dio mala impresión a la mayoría de los individuos encuestados en este estudio de Psychology of Women, evitando incluso sentarse junto a la mujer portadora del bolso por el que asoma el tampón). O, en suma, como concluye Alcázar, poner de manifiesto que las féminas menstrúan, una forma contundente de visibilizar a las mujeres reales.
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