Una actriz en la encrucijada
Brandy Burre decidió aparcar su emergente carrera profesional por una vida que idealizaba. Niños, pareja y una casa a las afueras
Brandy Burre alcanzó su mejor momento profesional cuando la contrataron para la tercera y cuarta temporada de The Wire. La actriz (Sandusky, Ohio, 1974) interpretaba a Theresa D’Agostino, una tecnócrata sexy, ambiciosa y de buena familia que se encargaba de la campaña electoral de Thomas Carcetti (Aidan Gillen), candidato a la alcaldía de Baltimore. Durante los 15 capítulos que rodó entre una temporada y otra, Burre decidió ser madre. Hasta ahí, todo pintaba color de rosa. Sin embargo, pronto comprobó que le era imposible compaginar la intensidad de la actuación con sus anhelos de formar una familia y decidió aparcar su emergente carrera profesional para disfrutar de una vida que idealizaba. No hace falta añadir, o sí, que la soñada vida en pareja, en una coqueta casita antigua de Beacon, Nueva York, con dos niños pequeños y preciosos, no tardaría en convertirse en el más insondable de todos los laberintos que acechan hoy a cualquier mujer-madre-profesional-artista.
El azar quiso que el vecino de Burre en Beacon fuese Robert Greene, un joven documentalista que se había trasladado también con su mujer y sus hijos a las afueras de Nueva York. Pasado un tiempo, Greene, que había reconocido a la actriz de The Wire, le propuso rodar su día a día.
El resultado es Actress, una película que se adentra, con una intimidad que a veces perturba, en un asunto complejo y universal. ¿Qué le ocurre a una mujer creativa cuando se ve encerrada en una asfixiante vida familiar que niega su progreso profesional? ¿Por qué la sociedad cuestiona a las madres que dejan a sus hijos para trabajar? ¿De qué somos culpables? “Accedí sin tener muy claro qué ocurriría”, recuerda Burre desde Nueva York. “Me dejé llevar por él”.
“Al principio me interesó la relación con la cámara de una actriz del Método cuando se supone que no está actuando. Esa fue la base para empezar a trabajar”, explica el director. Pero la película pronto se tiñó de otro asunto. Entre el cinéma vérité y el melodrama, la crisis existencial que amordazaba a la actriz, aparentemente feliz, pero secretamente amargada, engulló el relato. En medio del rodaje, la brecha entre ella y su pareja sentimental se hizo más presente. “Mi separación empezó al poco tiempo de empezar a filmar. No pude dejarlo de lado porque sencillamente era la única verdad de mi vida en aquel momento”, se excusa. “Yo había dejado de actuar porque en una audición me di cuenta de que, con mis hijos aún pequeños, mi espacio creativo se había limitado enormemente. Mi vida se había estrechado y no podía hacer nada. Fue una decisión voluntaria, tomada con ganas, pero al poco tiempo me sentí consumida y sin recibir nada a cambio. Para mí fue duro descubrir que, en realidad, mi pareja lo único que deseaba era que yo me quedara en casa”.
Fue duro descubrir que lo único que quería mi pareja es que yo me quedara en casa
La soledad es quizá la gran protagonista de la película. “El problema no es ser mujer, sino optar por la vida familiar en un sistema en el que la mayor perjudicada suele ser la mujer. Nos encontramos en una encrucijada sin aparente solución: ser profesional, madre y amante. Me quedé sola con mis hijos porque el trabajo de mi compañero era lo más importante, lo necesitábamos. Y es esa soledad la que nuestra sociedad niega y rechaza”.
La distancia con su pareja empezó por uno de esos detalles en principio absurdos: “Teníamos dos restaurantes de los que se ocupaba él. Un día fui a uno con mi hija siendo un bebé y observé que no habían instalado un cambiador de pañales en el baño. Lo reclamé, y él y su socio me miraron como si estuviese loca. Aquel gesto me hizo notar lo poco que en el fondo importábamos… Un maldito cambiador de pañales”.
Para Greene, la película habla de ese equilibrio imposible entre vida familiar y creativa, de la que la mujer sigue saliendo hoy peor parada. “Brandy es una mujer muy valiente, ella busca la felicidad, y eso suele traer enorme confusión a nuestras vidas, pero al final merece la pena”. Para él, Actress es una película “política”, que denuncia un problema social: “Cuando yo estoy por ahí, soy el padre cool que hace cosas; cuando se trata de una mujer, es la madre que ha dejado a sus hijos en casa”.
Brandy Burre se separó de su pareja y volvió a las tablas. Ella y Robert Greene disfrutan del éxito del filme en festivales independientes y dan charlas en universidades sobre Método y documental, también en los departamentos de Estudios de Género. La intérprete además ha rodado dos películas independientes, Poor Jane, de Katie Orr, y Slash, de Clay Liford, y actúa en la obra teatral The Laramie Project, del Connecticut Repertory Theatre, lo que le obliga a pasar largas temporadas lejos de su casa. La dicotomía sigue ahí, trabajo-hijos, pero de otra manera. Se reparte la tarea con el padre y su familia e intenta disfrutar un poco de todo. “Ahora salgo al escenario y soy feliz. Pero, sí, muchas veces la cabeza se me va pensando en quién recogerá esa tarde a mis hijos en el colegio”. Al menos, esta vez lo cuenta riéndose.
elpaissemanal@elpais.es
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