España, ¿cómo hemos llegado a esto?
Hay momentos en que una sociedad no puede mirar para otro lado ante el reto de la responsabilidad
Cuenta Mary Beard en su espléndida obra S. P. Q. R. A History of Ancient Rome que la aceleración de acontecimientos políticos durante la guerra civil desatada tras el asesinato de César con su cascada de indecisiones y cambios de lealtades hizo preguntarse a un historiador romano: “¿Tendrá alguien el talento para poner todo esto por escrito de forma que parezcan hechos y no ficción?”. Dar racionalidad a unos hechos gobernados tantas veces por el azar es la difícil tarea del historiador y, más difícil todavía, es hacerlo sin que esa explicación coherente sea ajena a la experiencia y la memoria de los contemporáneos que vivieron aquellos sucesos.
Sin, obviamente, la reverberación shakespeariana del conflicto entre Marco Antonio y Augusto, el vértigo adquirido por los acontecimientos ocurridos en España en el último año y medio pone a prueba la inteligencia interpretativa de cualquier analista. No es fácil explicar cómo hemos llegado hasta aquí, donde el presente y el futuro del país parecen estar en manos de fuerzas políticas minoritarias mientras las élites guardan silencio atenazadas por una corrección política que el infantilismo de izquierdas ha convertido en pensamiento dominante. Es verdaderamente sorprendente que inconsistentes certezas o simples prejuicios hayan impuesto su hegemonía cultural en tan corto espacio de tiempo. Un hecho que dice muy poco de la solidez de las convicciones del establishment español, si es que eso existe en nuestro país, y mucho de una sociedad pasiva y paternalista acostumbrada a mirar para otro lado ante el reto de la responsabilidad.
Hace unos meses el historiador británico Niall Fergusson citaba en estas páginas al hilo de la crisis europea otra obra apasionante, The Fall of Rome and the End of Civilization, en la que frente a la idea tradicional de una caída gradual del imperio romano, su autor, Bryan Ward-Perkins, demuestra con una exhaustiva base documental y arqueológica cómo fue por el contrario una hecatombe que se produjo en tan solo el transcurso de una generación. Otra vez la España de 2016 nada tiene que ver con la antigua Roma, ni por dimensión histórica ni por dramatismo, pero su lectura sí nos pone en guardia ante la pasmosa facilidad con que se puede romper todo un sistema de referencias compartidas.
Será trabajo de los historiadores explicar qué pasó en la España de mitad de la segunda década del siglo XXI, calibrar qué falló, si fue la ausencia de un relato nacional consensuado, el fracaso educativo, la corrupción de sus clases dirigentes o cualquier otro factor, pero es responsabilidad de la actual clase política ahora que estamos a cien pasos del abismo restaurar el sentido común y renovar, teniendo en cuenta la líquida y borrosa nueva realidad social, el imperio de la ley, la igualdad de oportunidades, el Estado de bienestar, los compromisos internacionales y las libertades de las que hemos disfrutado en estos últimos y gloriosos 40 años de democracia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.