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Tribuna
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Sembrando la paz en Colombia

El acuerdo logrado es la base para transformar la vida de millones de personas

Un policía patrulla por una calle de Toribio, en el departamento del Cauca, el primer día de alto el fuego definitivo.
Un policía patrulla por una calle de Toribio, en el departamento del Cauca, el primer día de alto el fuego definitivo.LUIS ROBAYO (AFP)

Por primera vez en 50 años, la paz en Colombia está al alcance de la mano. El próximo 2 de octubre, el país votará un plebiscito para aprobar los acuerdos de paz alcanzados entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), inaugurando una época para el país tras décadas de conflicto armado.

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El camino hacia adelante pasa en gran parte por recuperar la vida del campo y garantizar el desarrollo rural. El campo estuvo en el centro del conflicto armado desde su comienzo. Millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus tierras para escapar de la violencia, perdiendo no sólo sus medios de vida sino las raíces que los unían a la milenaria cadena de saberes y tradiciones agrícolas que sostienen la identidad campesina y la seguridad alimentaria, no sólo en Colombia sino en el mundo entero.

Pero allí donde empezó el conflicto, hoy se halla la solución. Actualmente, sólo siete de las 22 millones de hectáreas con potencial agrícola del país están cultivadas, una muestra de la riqueza inexplorada que tiene el país, la cual puede convertirse en la base de un verdadero renacimiento para las áreas rurales y sus habitantes. Colombia es plenamente consciente de esto: el primer acuerdo de paz negociado en La Habana —Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral— busca transformar el campo, fortalecer la seguridad alimentaria y fomentar el desarrollo rural como una precondición necesaria para dar sostenibilidad al proceso de paz.

Fruto del trabajo que ha venido realizando en el país, que incluyó una propuesta de trabajo conjunta con el Gobierno en temas de paz, seguridad alimentaria y desarrollo rural, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tiene el honor de haber sido designada —junto con la Unión Europea y Vía Campesina— para acompañar el cumplimiento de este primer acuerdo, clave para lograr una paz duradera. Este acuerdo incluye la creación de un fondo de tierras para distribuir entre campesinos sin tierra y planes a gran escala para proveer bienes y servicios públicos en infraestructura, caminos, desarrollo social, educación, salud y vivienda. También impulsa medidas para estimular la productividad agropecuaria sostenible, el desarrollo de la economía campesina y familiar y desarrollar programas con enfoque territorial con alta participación de las comunidades en las regiones más afectadas por el conflicto y la pobreza. Además, crea un sistema especial de alimentación y nutrición para erradicar el hambre y la malnutrición en el campo colombiano.

El camino elegido por Colombia para avanzar hacia la paz ha puesto al campo, la agricultura, el medio ambiente y la seguridad alimentaria como su piedra angular, reconociendo que no habrá paz sostenible mientras haya hambre. En Colombia no sólo hay que reconstruir el campo, sino la delicada trama de confianzas y relaciones que subyacen a una sociedad fuerte y cohesionada. Volver a bordar esta trama requiere generosidad y grandeza de espíritu de parte de todos, además del decidido apoyo de la comunidad global. La experiencia internacional muestra que el período inmediatamente posterior a la firma de un acuerdo de paz es frágil. Por ello, la FAO pone a disposición de Colombia todas sus capacidades para diseñar políticas públicas y desarrollar proyectos que tengan un impacto rápido en los más vulnerables. Por esto, se ha incorporado el enfoque de género en los acuerdos, en aspectos como la propiedad de la tierra y el fortalecimiento de sus organizaciones.

El acuerdo de paz no es sólo un proceso político, ni una negociación entre quienes fueron enemigos: es la base para construir un país nuevo, con el potencial de transformar la vida de millones de personas, revertir décadas de declive rural y generar un cambio esencial en el desarrollo futuro del país. Acabar con el hambre y la malnutrición y alcanzar la paz no son tareas separadas sino aspectos diferentes de un mismo desafío. Por eso, como director general de la FAO, llamo a todos los colombianos y colombianas a apoyar los acuerdos de paz recién alcanzados, ya que estoy convencido de que en el mismo campo donde brotó la guerra, Colombia sembrará las semillas de la paz. La cosecha sin duda será abundante, en forma de empleo rural digno, reafirmando la identidad, y el arraigo de las generaciones futuras de jóvenes. El fin del conflicto armado ya se ha firmado, pero ahora hay que construir la paz, y esta es una tarea de todos.

José Graziano da Silva es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

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