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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tribuna / En defensa de los zoos

La mayoría de los primatólogos –por no decir todos– nos hemos formado en este tipo de instituciones

Zoos, ¿sí o no? Un eterno y complicado debate en el que entran en juego diversos criterios, emociones y pasiones. Por lo tanto, afrontaré mi postura empezando con una historia que se remonta a la infancia, y que tuvo lugar, precisamente, en un Zoo: el Parque Zoológico de Barcelona.

Era un día lluvioso, y la visita escolar quedó truncada. Entonces, un educador del Zoo nos llevó hasta un lugar cubierto que yo había casi ignorado en las visitas con mi familia: el pabellón de primates. Allí estaba Copito de Nieve. Pero también había una guardería donde se hallaban algunos descendientes del gorila albino. Nos sentamos en el suelo, esperando que la lluvia amainara, y escuchando historias de grandes simios. Fue en ese momento cuando Urko, un pequeño gorila, se aproximó a mi y pegó su cara en el cristal. Dirigía la mirada al hombre que nos hablaba; una de las personas que le había alimentado con biberones. Con mis ojos a la misma altura, pensé: ¿por qué su mirada se parece tanto a la nuestra? Y nació una vocación: buscar la explicación a dicha semblanza. Así, desde EGB, gracias a Urko y al Zoo de Barcelona, hoy no solo me dedico al estudio de primates en libertad sino a la investigación, en África, de los orígenes de la Humanidad. Un campo que abrió Charles R. Darwin al plantear que los grandes simios, como Urko, y los humanos compartimos un ancestro común. La sorpresa fue cuando, años más tarde, descubrí que Darwin había quedado impregnado de esta idea cuando, de joven, en 1837, visitó el Zoo de Londres para conocer al primer orangután vivo que llegaba al Reino Unido: Jenny.

En primer lugar, el Zoo de Londres, en el siglo XIX, era, sobre todo, una exhibición de animales para asombrar al público (Jenny vivió poco tiempo). Si hoy existen lugares que muestren a los animales en condiciones deplorables, al estilo de una feria de freaks, deben desaparecer inmediatamente. En cuanto al Zoo de Barcelona, según mi historia, a inicios de los 80 notamos un grato cambio: la educación. Y, en el caso de crías, como Urko –separadas de sus madres pues estas nos sabían como cuidarlas–, en el Zoo de Barcelona, gracias a conservadores, cuidadores y nuevos conocimientos, hoy los pequeños gorilas son criados por sus propias progenitoras. Lo cual significa que han desaparecido muchos factores de estrés que antes impedían el comportamiento parental y social de varias especies animales.

En resumen, y respondiendo la pregunta del inicio, no tengo nada en contra de zoos como el de Barcelona, Madrid, Chicago u otros similares. La mayoría de los primatólogos –por no decir todos– nos hemos formado en este tipo de instituciones. En mi caso, fue Jordi Sabater Pi, que fuera conservador de primates del Zoo de Barcelona y uno de mis maestros, el que me becó para que realizara mis primeras observaciones de chimpancés en el zoológico. Los zoos modernos, que siguen las normativas internacionales, priorizan la educación, la investigación y la conservación. Por supuesto que a todos nos gusta ver a un ser vivo en su hábitat natural, pero los animales del zoo han nacido en una especie de ciudad. Quedan muy lejos las escenas de películas, como Greystocke o Hatari!, con expediciones de cazadores blancos capturando fieras salvajes para enviarlas a vetustos zoológicos. Y conozco, y respeto, las críticas que puedan venir desde sectores animalistas pero los inquilinos de los zoos, no lo olvidemos, son seres vivos... son entes complejos. No podemos devolverlos a la libertad, como se hizo con la orca de Liberad a Willy, pues los enviamos a la muerte. Y si los esterilizamos también se estaría incurriendo en otro debate bioético de gran complejidad.

Acabemos con los zoos que siguen la tradición de los gabinetes de curiosidades de los siglos XVIII y XIX, y demos una oportunidad a los modernos zoos del XXI que tienden a menor número de especies vivas mejor manejadas, más elementos multimedia educativos y de divulgación, y programas de investigación y conservación.

Jordi Serrallonga es arqueólogo, naturalista y profesor de la Universitat Autónoma de Barcelona y la Universitat Oberta de Catalunya

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