La cara oculta del Festival de Sitges
En la localidad catalana hay antros que han visto tambalearse a Tarantino, un karaoke semioculto en el que canta Nacho Vigalondo y puedes desayunar al lado de Eli Roth. Lo que pasa en las salas de cine es solo el principio de la aventura
Casi nadie sabe su nombre pero todos saben llegar a él. Desde la playa, mirando a la iglesia, dos calles a la izquierda. Un antro estrecho y oscuro en el que terminan buena parte de las noches más delirantes del Festival de Sitges. Una barra que ha visto tambalearse a Quentin Tarantino después de presentar Kill Bill, pedir la penúltima a Abel Ferrara en aquella recordada última visita en la que llegó a confiar su galardón al barman de su hotel. Un buen sitio para repostar cuando la luz del sol ya amenaza con sorprender a los últimos que se dirigen a ese karaoke semioculto en el que Nacho Vigalondo ofrece lo mejor de su repertorio año tras año micrófono en mano. Esto es Sitges, y lo que pasa en la gigantesca sala de cine del Auditori es solo el principio de la aventura
Diez días, 170 películas, hasta cinco pantallas distintas al mismo tiempo. Durante las dos semanas anteriores al comienzo del certamen, periodistas, profesionales y aficionados se afanan en subrayar los títulos que pretenden ver, porque intentar llegar a todo es materialmente imposible. Será en vano. El segundo día, en el buffet del hotel, en la cola de las acreditaciones o en la máquina de refrescos, alguien hablará de esa cinta danesa sensacional que ha visto esa mañana en una sesión intempestiva. Todo el planning a la basura. Para evitarlo, nada mejor que hablar con Ángel Sala, ese catalán bien vestido y bien educado que dirige el Festival desde 2001: "Es como ir a un restaurante en el que hay muchos platos. Debes tener claro lo que quieres comer. Si vas con la idea de verlo todo, ya lo estás haciendo mal. Hay una serie de películas que llegan con nombre, como la inglesa The girl with all the gifts, que ha pasado por Cannes y Locarno, y que está llamando la atención, o Train to Busan, una película coreana de temática zombi que se ha convertido en el mayor éxito del año allí". Y luego están los grandes tapados. En la última edición, una pequeña producción independiente como The invitation, de Karyn Kusama, se hizo con el Premio a la Mejor Película en la sección oficial cuando nadie parecía contar con ella a priori: "En Sitges, las películas que llegan con mucha fuerza, a veces no salen tan bien paradas, ni por el jurado ni por los espectadores. Ocurrió por ejemplo con Déjame entrar, que gustó pero el jurado la dejó fuera, o como en 1999, cuando The ring se comió a la que llegaba como gran favorita, The Blair witch project".
Remake perturbador
En 2007, unos cuantos cientos de madrugadores se desperezaban para ver algo llamado A l'Interieur, dirigida por dos desconocidos directores franceses, Alexander Bustillo y Julien Maury. Dos horas después, aún se frotaban los ojos ante el bestial empacho de sangre que se acaban de desayunar. Este año, el español Miguel Ángel Vivas inaugura el certamen con su particular visión de la misma historia, Inside, la insólita persecución de una mujer en los últimos días de su embarazo a cargo de una psicópata sin nombre. "Tengo unos nervios de infarto", confiesa el joven director, "la película es el remake de otra que para muchos es de culto. Así que mucha gente va a criticarla por ello incluso sin haberla visto. Mi idea fue alejarme completamente de la original para hacer algo diferente y, la verdad, estoy muy contento con el resultado. ¡Y vamos a inaugurar Sitges con ella! Eso ya no me lo quita nadie". Mientras cuenta las horas para enfrentarse a un Auditori Meliá con sus 1.380 butacas abarrotadas, Vivas podrá recordar que ya provocó no pocos berridos hace un lustro con la descarnada Secuestrados, y que su nueva película está escrita por uno de los hijos predilectos del festival, Jaume Balagueró. Una apuesta segura. "Nosotros apostamos por el talento nacional", defiende Ángel Sala: "Es una producción catalana, en inglés, y una variación sobre una película que desgraciadamente en España apenas se ha visto. El nivel de violencia de A l'Interieur no es lo que él quería hacer, aunque el argumento es muy perturbador. Aquella era muy splatter, esta tiene vocación de llegar a un público más amplio".
¡Modelos vampirizadas!
El artefacto se llama The neon demon, la firma el no siempre comprendido Nicolas Winding Refn, director de Drive. Ha sido abucheada durante la proyección en el último festival de Cannes. Algunos incluso insultaron al director al grito de "¡pajillero!". La historia de una joven modelo (Elle Fanning) que se introduce en un submundo de maniquíes vampíricas y hasta caníbales. Y, como no podía ser de otro modo, es uno de los títulos más esperados en Sitges 2016. Sala defiende su singularidad: "Cannes es muy complicado, muy conservador, con una crítica muy anclada en ciertas ideas. La película a nosotros nos parece extraordinaria porque provoca, porque crea debate, a diferencia de la mayoría de las películas que se hacen ahora, que no provocan nada, que son aburridas...".
Las estrellas
He visto a Franco Nero haciendo manitas con Vanessa Redgrave, a Tarantino en muchos pases de prensa... Si tuviera que escoger solo dos festivales, iría a Cannes por costumbre y a Sitges por gusto". De entre los cientos de informadores que acuden, el veterano Carlos Pumares merece capítulo aparte. 45 ediciones le contemplan: charlando, discutiendo, quejándose... siempre en la misma butaca del Auditori y en la misma mesa de la cafetería: "El hombre es animal de costumbres, y si me quitan mi sitio me enfado". En un pueblo de menos de 30.000 habitantes, no es difícil coincidir con casi todo el mundo a lo largo de una semana tan intensa, y eso incluye a las estrellas. Más aún, si el epicentro es un hotel como el Meliá. Puedes desayunar al lado de Eli Roth, subir en el ascensor con un Daniel Brühl de empalmada, toparte con Mario Casas en una tienda de ropa del centro y terminar la jornada con los actores de Física o química en un sarao. Este año, Max von Sidow, actor fetiche de Ingmar Bergman, el polifacético Rob Zombie o toda una estrella de los videoclubes de los 80 como el hercúleo Dolph Lundgren reciben premios por el conjunto de su carrera.
El ambiente
"Si tuviera que escoger solo dos festivales, iría a Cannes por costumbre y a Sitges por gusto"
Se apagan las luces. En pantalla aparece la cabecera del festival: King Kong amenaza con irrumpir entre la playa y la Iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, icono de Sitges. La gente aplaude a rabiar. Los primerizos preguntan asombrados, "¿Por qué, si ni siquiera ha empezado la película". Llevan un largo año esperando. "Llevo más de 15 años yendo sin faltar. Te sientes en familia y las películas son increíbles. Pero es mucho más. Sitges son mis vacaciones del año. El momento para desconectar y ver películas entre amigos. Me siento como en casa", trata de explicar Miguel Ángel Vivas. Pero hay cosas que sencillamente no tienen explicación, y el microclima fantástico que inunda esta pequeña villa del Garraf durante diez días al año sólo se justifica por la mezcla perfecta de cine, playa, sol, buena comida y mejor vida nocturna. Hoteles repletos, un cercanías desde Barcelona que amplía su horario hasta bien entrada la noche, blogueros que duermen en furgoneta y se duchan en la playa, cinéfilos madrugadores que se cruzan con juerguistas en retirada y los que salen a las tantas del maratón de pelis de zombies. ¿Lo malo? Tener que regresar después al mundo real.
El freakismo
Aquí se deja al espectador ser el protagonista", se enorgullece Ángel Sala, "Dejamos que interactúen con el festival y por eso es diferente". Y si hay un momento diferente, ese es el Zombie Walk, que este año se celebra el 8 de octubre. Cientos de jóvenes (y no tanto) desfilando cual figurantes de The walking dead por las calles del pueblo a la caída de la tarde. Desde mediodía, 350 de ellos harán cola para ser maquillados por profesionales cerca de la playa de Sant Sebastiá, antes de sudar la gota gorda el resto del día para gozar de este Orgullo Zombie en el que han sido vistos Alaska & Mario, Santiago Segura...
... Y el desfase
Sitges es famoso en toda Europa por su vida nocturna pero, durante el festival, el centro se mueve hacia el puerto deportivo de Aiguadolç, más cerca del Auditori y el hotel Meliá, que acoge la mayor parte de los eventos junto a la Casa Bacardi", explica Francesc Jerez, fotógrafo oficial del Pachá de Sitges y responsable de la web Sitges Actiu: "En Pachá terminan muchas de las noches del festival". A partir de ahí, la capital del Garraf oferta garitos para todos los gustos: movida guiri y turisteo en la famosa Calle del Pecado (Carrer Primer de Maig), ambiente gay y petardeo en la angosta calle Bonaire, y rock 'n' roll de última hora en el clásico Ricky's. ¿Más allá? El ya famoso karaoke de Aiguadolç donde se luce hasta el amanecer lo más granado del cine español... O ese bar sin nombre al que todos saben llegar en las condiciones más adversas. Bienvenidos a Sitges.
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