Cómo Ryan Reynolds ha aprovechado sus fracasos para redefinir la virilidad
Tan noble como mordaz, el actor ha conseguido sacar partido a los reveses y ahora todo el mundo le adora
A Ryan Reynolds cumplir años no le supone ningún drama existencial: su vida actual es una comedia romántica, que comparte con su mujer, la actriz Blake Lively (Los Ángeles, 29 años), sus dos hijos (uno de dos años y otro solo un mes) y el mejor momento de su carrera. Pero Reynolds (Vancouver, Canadá, 40 años) no va a perder de vista el mundo real solo porque ahora lo observe desde lo más alto. El triunfo le ha llegado lo suficientemente tarde como para saber exactamente qué hacer con él, pero con tiempo de sobra para pasar a la historia. Ha dado muchos tumbos y ha sabido sacar partido de los reveses hasta conseguir caer bien a todos. No le ha resultado tan fácil como parece. Veamos...
1. Hollywood le quiso tirar a la basura, y eso le hizo más fuerte
Con 17 años Ryan Reynolds lo dejó todo y se mudó a Los Ángeles. Todo lo que tenía era una caravana sin puerta, durante el peor temporal que ha conocido California en las últimas décadas (1997). El actor llegaba a todas las audiciones empapado, pero su porte de rey del baile de promoción le abrió las puertas de Hollywood sin pasar por la casilla de salida. Una comedia gamberra (Van Wilder: Animal Party, Walkt Becker, 2002) y una saga de éxito garantizado (Blade Trinity, David S. Goyer, 2004) se empeñaron en convertirle en estrella de la noche a la mañana.
Pero algo fallaba. Ryan Reynolds se pasó demasiado tiempo en el limbo de "la próxima gran estrella". Cada año parecía que iba a ser su año, pero pasaban 365 días y Reynolds seguía a medio gas. Tras una década intentando etiquetarle, Hollywood aprovechó un par de fracasos para tirar la toalla. Pero él no estaba dispuesto a hacerlo.
2. Se prometió con Alanis Morissette, y acabó protagonizando un disco entero sobre el rencor
En 2004, Reynolds y la cantante también canadiense Alanis Morissette se prometieron. Pero nunca llegarían a casarse. Tras tres años de compromiso rompieron su relación y la cantautora escribió el álbum Flavors of entanglement (2008) para canalizar su sufrimiento. En una canción definía a Reynolds como el mejor hombre que ha conocido, el más sexy con el que ha estado y un héroe moderno. En otra, le acusaba de mentiroso y manipulador, un marionetista que no pararía hasta verla en una camisa de fuerza. Esta pornografía sentimental no le conviene a ninguna estrella, pero a diferencia de los rencores pop de Taylor Swift contra sus exnovios, casi nadie escuchó el disco de Alanis.
3. La muerte de su padre le empujó al 'running', y lo puso de moda
En 2008 Reynolds corrió la maratón de Nueva York para promover la visibilidad en torno al Parkinson. Su padre acababa de morir, sucumbiendo tras 15 años de convivencia con la enfermedad, y Ryan sintió que este gesto simbolizaba la lucha de su padre: también tenía que vencer a su propio cuerpo cada día para llegar a la meta. El actor describió su experiencia como dolorosa, pero también sublime, un apoteósico arrebato físico que ningún espectador puede entender. Mediante esta exaltación solidaria, Reynolds anticipó el espíritu de superación que años después convertiría el footing (rebautizado comercialmente como running) en el deporte más accesible y masivo de nuestro tiempo.
4. Huyó de Hollywood para protagonizar una película española diminuta, y ganó prestigio
En 90 minutos, la cámara de Enterrado (Rodrigo Cortés, 2010) no sale del ataúd en el que Ryan Reynolds está atrapado. La entrega física y psicológica que aportó el actor le valió las mejores críticas de su carrera. El director español Rodrigo Cortés alabó la entrega y profesionalidad de su protagonista. "Terminaba el día de rodaje con los dedos achicharrados y la piel destruida", recuerda Cortés. Y añadió: "Se sometía a un esfuerzo que solo las personas como él pueden soportar". Nadie en Hollywood tiene malas palabras para Reynolds, y todo el mundo coincide con la descripción que dio de él Rodrigo Cortés: "Es un antidivo ejemplar, amable, aterrizado, trabajador y educado".
5. Su matrimonio con Scarlett Johansson fracasó, y aprendió una lección que le ha hecho mejor
Entre 2008 y 2011 Ryan Reynolds fue, a todas luces, el tipo más afortunado del mundo al irse a dormir cada noche con Scarlett Johansson. Sin embargo, las pistas que la actriz ha ido soltando tras su divorcio sugieren que la crisis profesional que Reynolds sufrió (mientras ella estaba en la cima) acabó intoxicando el matrimonio. "La logística de estar con otro actor es un desafío", explicó Johansson, "y si una de las personas tiene más éxito que la otra, más todavía. Puede convertirse en una relación competitiva". En otra ocasión, Scarlett evidenció la traumática oscuridad en la que Reynolds se vio sumido por culpa de sus fracasos profesionales: "Esta profesión es muy volátil, siempre uno de los dos tendrá más éxito que el otro. Y se vincula al rechazo. Porque los actores, si no tienen éxito, lo relacionan directamente con su impopularidad, con el hecho de que nadie les quiere".
6. Corrompe su imagen pública en Twitter, y la jugada le sale redonda
La única forma de sobrevivir en Hollywood es no tomárselo demasiado en serio, pero Ryan Reynolds ha ido más allá. En vez de ignorar los grotescos tuits que le envían fans anónimos, ha entrado en el juego como nadie más lo ha hecho. Y ha ganado. Si alguien tuitea que le resulta imposible distinguir entre Ryan Gosling y él, Reynolds aclara sus diferencias: "El color de pelo es distinto, Ryan Gosling es rubio, y Ryan Reynolds es un gilipollas". Cuando una tuitera le pide que le dé una patada en el pecho y la arrastre por la acera, él responde: "Lo siento, me pillas rezando, quizá luego". Si alguien le pregunta qué opina su mujer, Blake Lively, de las sórdidas peticiones sexuales que recibe por Twitter a diario, Reynolds asegura: "Sospecho que la mayoría las escribe ella, son muy de su estilo". Reynolds tuitea como alguien que no tiene nada que perder, como si disfrutase corrompiendo su imagen pública, pero lejos de perjudicarle ha sido lo que le ha salvado. Ryan Reynolds no parece un tipo corriente. Lo es. Y nada le gusta más al público que una estrella cuya autenticidad resulte creíble.
7. Luchó por sacar adelante 'Deadpool' (que nadie quería hacer), y arrasó
El rechazo universal que sufrió la aparición de Reynolds como Deadpool en Lobezno (Gavin Hood, 2009) llevó al estudio a cancelar el rodaje de su película en solitario. El actor no se rindió y durante seis años siguió moviendo el proyecto. Confiaba en el potencial socarrón, autoparódico y subversivo del personaje y, sobre todo, confiaba en sí mismo. La filtración de unas pruebas de cámara en las que Ryan interpretaba al Deadpool mamporrero que hoy conocemos despertó semejante furor entre los fans que en menos de 24 horas el estudio dio luz verde a Deadpool (Tim Miller, 2016), que paradójicamente se ha coronado como la entrega de X-Men más taquillera de todas. Es además la película no autorizada para menores de 16 años más taquillera de la historia con 709 millones de euros recaudados. Deadpool se ha machacado a todos los blockbusters.
Con su cara de galán cubierta por una máscara, Reynolds disfrutó por fin de la libertad para ser el tipo gracioso, ácido e irreverente con el que se siente más cómodo. El personaje no es un hombre perfecto, ni un héroe, sino un desgraciado que recibe palos como un campeón y que siempre tiene el chiste inapropiado en la punta de la lengua. Deadpool es como si tu cuñado se hiciese superhéroe, pero hay que quererle. Reynolds por fin tenía al público riéndole las gracias.
8. Los medios le odiaban porque era muy celoso de su intimidad, y ahora le adoran gracias a su nueva estrategia
"Ryan es mi mejor amigo". Tan sencilla como quimérica, es la mejor explicación que puede dar Blake Lively de su matrimonio. El actor fue detenido en la aduana porque llevaba una cantidad no permitida de pasteles de manzana tradicionales de Vancouver. Su explicación: "Es que a mi mujer le encantan". Normal que sea su mejor amigo. Ryan era muy celoso de su intimidad, hasta que decidió que no era buena estrategia. Ahora, junto a Blake Lively, ofrece cosas y se ha ganado la simpatía de todos. Su táctica: ya que hay que dar algo, lo voy a controlar y así no me están todo el día persiguiendo. Él lleva el mando. Cuando Ryan tuitea que "es difícil, pero no imposible, hacer el amor cantando Mmmbop" [de Hanson] arruina todo el misterio que pudiera despertar su relación. Durante la promoción de Deadpool, Lively publicó una foto en su Instagram en la que su marido le agarraba un pecho. A cambio, el público no siente la necesidad de cotillear su vida privada, sino que está perfectamente satisfecho con lo que Blake y Ryan decidan compartir.
9. Odiaba a los niños, y ahora ha redefinido lo que significa ser padre
"Mi vida está arruinada, pero es divertido". A Reynolds le encanta hablar sobre la paternidad y ya va por el segundo (nacido hace unas semanas), porque según él son un matrimonio muy fértil. No es que él quisiera tener hijos a toda costa, sino que desea tenerlos con Blake Lively. "Antes odiaba a los niños en secreto, pero ahora cuando la gente me enseña fotos de sus hijos pongo cara de genuino interés", confiesa. Lo más cautivador de su sinceridad es que no idealiza la paternidad, sino que se la toma con la misma guasa que todo lo demás. Es la única forma de hacer frente a los sacrificios que requiere criar a un bebé.
"Cuando tuvimos al bebé, me enamoré de mi mujer más de lo que había estado en toda mi vida. Solía decirle: 'Detendría una bala por ti, nunca podré amar a nadie más de lo que te amo a ti'. Y en el momento en que miré al bebé a los ojos, supe que si alguna vez estábamos en peligro utilizaría a mi mujer como escudo humano para proteger a ese bebé", bromeó Reynolds. La vida familiar que el actor y su mujer describen demuestra estar lejos de la competitividad de la que se quejaba Scarlett Johansson. Sus historias sobre la paternidad respiran honestidad, pero sobre todo sugieren que su relación es sana y que están juntos en ese barco. Esta desmitificación de la paternidad es refrescante, lo cual muchos padres agradecen y reconocen. Ryan Reynolds será una celebridad, pero también es un padre que se levanta cinco veces cada noche, y con una sonrisa además. "Si alguna otra persona me despertase cada 45 minutos exigiendo ver los pechos de mi mujer, la mataría, pero si es un bebé vas en plan '¡yuju!".
10. Posó con cara de acelga en el Instagram de Taylor Swift, y todos nos reconocimos en él
Si crees que tus vacaciones han sido moviditas, echa un vistazo al Instagram de Taylor Swift. Su ya terminada relación con Tom Hiddleston, que podría confirmarse durante las próximas semanas como un documental con el que la cantante satiriza sobre su ostentosa vida sentimental, ha sido uno de los espectáculos más esperpénticos del año. El clímax llegó el 4 de julio, cuando Taylor invitó a un montón de gente guapísima a celebrarlo con ella. Y ahí estaba Ryan, posando con cara de circunstancias y representándonos a todos. Parece estar pensando "se me van a dormir las piernas" o "debí ponerme espardeñas como Hiddleston", pero sobre todo está aburrido como una ostra. Todos hemos sido Ryan Reynolds en esa foto alguna vez.
11. Se rebeló contra las normas de Cannes, y la gente le ovacionó
La tradición dicta que la alfombra roja de Cannes es sólo para el equipo de la película que se presenta, pero Lively estaba tan aterrorizada que su marido la cogió de la mano y la acompañó durante todo el paseo. La cara de orgullo con la que el actor miraba a su esposa justifica esta rebelión contra las normas estiradas del festival. Después regresaron a su casa en un barrio residencial en Bedford (Nueva York) alejado de los tumultos de Hollywood. Eso es, se mire por donde se mire, el mayor triunfo que ninguna estrella puede desear.
12. Ha ido en contra de la frivolidad que rodea a las estrellas, y ha conseguido convertirse en una de ellas a los 40
Al derribar la magia que rodea a las estrellas de Hollywood, Ryan Reynolds consiguió por fin convertirse en una de ellas. Y su mayor mérito es que, a pesar de su sarcasmo y los tiempos irascibles que vivimos, nadie considere que es un mal tipo. "Casi puedes oler su decencia", describió su compañera de reparto Mary-Louise Parker. Algo tan complicado como ser uno mismo ha acabado siendo la mejor herramienta para que el mundo se enamore de él: tanto su nobleza como su mordacidad son parte de él, y ninguna de las dos resulta forzada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.