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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El IBEX 35, la Triple Alianza, la opereta y la periodista

Periodistas que se jactan de defender la identidad del oficio participan con su silencio en la fabricación de esa estrategia conspirativa alentada por los jefes del señor Espinar

Juan Cruz
Ramón Espinar.
Ramón Espinar.SAMUEL SÁNCHEZ

Han embarullado tanto el tablero con respecto a este asunto del piso de Ramón Espinar que ahora parece que el origen, una información de la cadena Ser, es la conjunción astral que mantienen el Ibex 35, a la Triple Alianza, los directivos de este grupo de prensa que me acoge y un robot que adquiere forma de periodista. Periodistas que se jactan de defender la identidad del oficio han participado (y participan) con su desdén o con su silencio en la fabricación de esa estrategia conspirativa alentada por los jefes políticos del señor Espinar, senador del Reino, diputado de la Comunidad de Madrid y aspirante a ser el líder madrileño por el designio de Pablo Iglesias.

Ese silencio interesado (interesado en que todo aquí sea culpa del mismo y de nadie más) es el caldo de cultivo de una ocultación doble: parece que lo del piso lo puso ahí, como una cáscara de plátano ante las primarias madrileñas de Podemos, el mismísimo presidente de Prisa, arremangado ante una máquina de escribir antigua, rodeado de los efluvios demoniacos que le atribuyen los que creen que merece más la pena la bruma de la opinión que la exigencia de la información.

El momento más picudo de esta estrategia de la araña mediática en virtud de la cual hay buenos y malos, y los malos somos nosotros, de Cebrián abajo, mientras que los buenos son los que acusan al Ibex, a la Triple Alianza y al Sursum Corda de que ahora se hable más de Espinar que de Iglesias.

El sábado, en la Sexta Noche, la jefa del Gabinete de este último exhibió los demonios de esa conjunción astral con tal lujo de detalles que se enredó en alguno: Iñaki López le ofreció alguna información que le atañía (a ella y a Iglesias): en una reunión en la Ser les dijeron a ambos que obraba en poder de la periodista que siguió el asunto una información tan delicada que requería el esfuerzo de la confirmación. Como se hace en periodismo: sabes algo, pero no lo sabes hasta que no tienes todos los datos. O se les pasó o no quisieron que Espinar confirmara o desmintiera; hasta que la periodista ya puso en común todos los datos y, como se suele hacer en la prensa hasta el advenimiento de otros mandamientos más actuales, los sometió al interés de los oyentes y están, por cierto, compulsados, en la página web de la cadena. ¿Por qué los publicó, por qué son ya de dominio público? Porque el señor Espinar trabaja pagado por el dominio público. Y porque el señor Espinar había hecho lo que hizo en un país donde él mismo juzgó interesante, en el pasado, avergonzar a otros por hacer lo que él verdaderamente hizo.

No hacía falta que Iñaki López le dijera eso a Irene Montero. Ella lo conocía, obviamente, ahí, en el plató en el que reía como si la risa fuera una información o una palabra, así que no se tomó la molestia de explicar por qué le habían dejado al senador semanas y semanas sin decir lo que luego dijo: que lo que investigó la periodista era así y no de otra manera. Nadie ha desmentido la información, ni los propios afectados, ni el que vendió el piso, ni el que lo compró. Ni el señor Espinar.

Durante una semana a Podemos, a su cúpula, al propio señor Espinar, y a aquellos a los que, en las redes sociales y en otros medios afectos, les viene bien la teoría de la conspiración que una al Ibex (al que no pertenece Prisa, por cierto), a la Triple Alianza y al Sursum Corda, les convino decir que esa información la había escrito esa tripleta inventada para que no pase lo que está pasando sino lo que ellos quieren que pase. Y la investigó, la comprobó, la hizo y la defendió una periodista que se llama Mariela Rubio, es la que cubre la información sobre Podemos, y ha trabajado y trabaja en otros renglones de la emisora (¡tiene también un programa de ópera!) Produce sonrojo que personalidades de la comunicación y de la política presenten el caso como una ocurrencia de un robot al que además le ponen nombre propio, que no es el de la profesional que firma y firmó la información que tanta risa le da a Irene Montero.

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