Nuestra generación es la más miedica de la historia (lo dicen los expertos)
Hay temores justificados (al terrorismo, por ejemplo). Pero ¿de dónde viene ese pavor a dudosas epidemias, los refugiados, la tecnología o determinados alimentos?
A pesar de la turbulenta situación política, el zarpazo de la crisis o el terrorismo internacional, podríamos decir que España es un país seguro. Comparado con otros lugares del mundo, todavía se conserva cierto estado de bienestar, hay baja criminalidad, buena esperanza de vida y amenazas como el terrorismo de ETA, que angustiaba a los ciudadanos, parecen haber pasado a la historia. (En el vídeo que encabeza estas líneas puede ver las principales preocupaciones de los españoles a día de hoy, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de octubre de 2016.)
En su último libro, Los ángeles que llevamos dentro (2012), el psicólogo evolutivo Steven Pinker señala con optimismo que, a nivel global, vivimos en cotas mínimas históricas de agresividad, crueldad y violencia. Sin embargo, nuestros miedos persisten. En 2008, cuando todavía no había estallado la crisis, un estudio de Censis realizado en diez grandes ciudades de todo el mundo reveló que el 90% de los urbanitas sufría algún tipo de miedo, un 42,2% sufría un miedo “muy fuerte” y un 11,9% afirmaba que ese sentimiento era el que mejor describía su actitud vital. Según la encuesta, la intranquilidad estaba más arraigada entre las personas en peor situación económica y con menos estudios.
“El miedo es una emoción necesaria, que cumple una función: nos sirve para detectar los peligros”, afirma el psicólogo Eparquio A. Delgado, director del centro psicológico Rayuela (Santa Cruz de Tenerife). Algunos miedos son universales y vienen de serie: a la falta de equilibrio, a la oscuridad, a los ruidos muy fuertes. Otros tienen que ver con el aprendizaje: aprendemos a tener miedo a volar o las cosas puntiagudas. “El problema es cuando aparece el miedo sin que exista el peligro real”, dice Delgado. La Universidad de Cambridge otorga un nombre a esa “sensación de miedo por algo que ocurre o podría ocurrir”: ansiedad. Un problema muy extendido en la sociedad contemporánea y uno de los más comunes en las consultas psicológicas y psiquiátricas. En la Unión Europea 60 millones de personas sufren trastornos de ansiedad anualmente, según un reciente estudio del Instituto de Salud Pública de la citada Universidad de Cambridge (Reino Unido).
Un mal cálculo de riesgos
¿Existe tanta amenaza para tanto miedo? “Yo creo que los medios de comunicación tienen gran importancia en la trasmisión de ese sentimiento”, dice el psicólogo. “Generalmente nos enseñan cosas amenazadoras, pero con las que no tenemos contacto real y que a poca gente que conozcamos afectan”. Por ejemplo, el miedo a la llegada de refugiados o el estado de pánico que se genera ante una epidemia, como ocurrió con la gripe N1H1 en 2009. “Es frecuente el miedo a la depresión económica, al paro, que se difunde por los medios, pero no hay tanto miedo al cáncer mientras se permiten recortes en investigación”, opina Delgado. El terrorismo suele causar mucho miedo en las sociedades cuando, sin embargo y a pesar de lo horrendo e indignante de los atentados, suele haber más muertes en accidentes de tráfico, sobre los que los gobiernos tienen que preocuparse en concienciar en pos de la prevención. Del mal cálculo de los riesgos procede otro hecho curioso: tenemos más miedo a viajar en avión que en coche.
“Estamos en una época que parece el umbral de una nueva, se han perdido referentes, no se ven anclajes, es una sociedad líquida y eso crea gran sensación de inseguridad". (Luis Díaz Viana, antropólogo)
“Tenemos todos los miedos del mundo y alguno más nuevo”, dice el antropólogo Luis Díaz Viana, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Díaz Viana ha abordado los miedos de la sociedad desde un punto de vista muy particular: el estudio de las leyendas populares, o leyendas urbanas. “Estas leyendas se toman como un sinónimo de mentira, pero tienen una base real indudable”, explica. Así, incide en un miedo muy contemporáneo, el temor a lo que nos dan de comer, que se ve en la preocupación actual por la alimentación, la desconfianza en la multinacionales del sector y en algunas historias que circulan sobre restaurantes chinos o cadenas de fast food de pollo frito. También estas leyendas incluyen el miedo al otro, al inmigrante, al extranjero, que se ve reflejado, por ejemplo, en la vieja historia de la rata mexicana: una pareja viaja a un país extranjero, compra una adorable mascota que, cuando crece, resulta ser una rata. Son relatos que existen desde el pasado y se van adecuando a cada época, con gran difusión actualmente gracias a Internet.
“Vivimos estrujados entre el temor a lo atávico, representado muchas veces por lo extranjero, y el miedo al futuro tecnológico”, dice Díaz Viana. La tecnología vive momentos de acelerón, muchas veces a unas velocidades a las que cuesta adaptarse, creando una inestabilidad bajo nuestros pies. Tememos a lo que nos sobrepasa, a lo que no podemos entender o manejar: la crisis, la tecnología, la globalización. Hay que adaptarse constantemente a lo nuevo, a lo desconocido, y eso crea inseguridad: un buen ejemplo de ello fue el pánico mundial en el cambio de siglo al llamado Efecto 2000, que iba a inutilizar toda la estructura tecnológica generando grandes desastres. Al final no pasó nada.
No estamos seguros de nada
“Estamos en una época que parece el umbral de una nueva, se han perdido referentes, no se ven anclajes, es una sociedad líquida y eso crea gran sensación de inseguridad. La tecnología, la comida, el sexo, la seguridad en tu propia casa, casi no estás seguro de nada”, dice el antropólogo. El término sociedad líquida es patrimonio del sociólogo Zigmunt Bauman que dedica una de sus obras precisamente al miedo líquido. Aquí Bauman se refiere precisamente a ese miedo disperso, del cual difícilmente podemos identificar la causa, pero que se revela como aún más profundo. La falta de lazos sociales fuertes, la falta de comunidad, hace que, pese a que no falte la protección, nos sintamos más expuestos a los riesgos del mundo. “El actual incremento del miedo”, escribía el filósofo Daniel Innerarity en este diario en 2010, “no se debe solo a que hayan aumentado ciertos riesgos que amenazan a la sociedad sino a que han aumentado las condiciones de incertidumbre en las que discurre la vida de las personas. Por eso el espacio de lo imaginario se amplía enormemente y con ello su uso político: se hacen guerras, se ganan elecciones y se gobierna sobre lo imaginario”.
“Muchas veces los miedos se utilizan porque venden y como arma de control y manipulación por parte del poder”, explica el psicólogo Luis Muiño, autor de Perder el miedo al miedo (2007). Como ejemplo se podría poner el miedo infundado a los judíos que utilizó el nazismo en su escalado hacia el poder, o el miedo a las inexistentes armas de destrucción masiva con el que se excusó la invasión de Irak en 2003. “En el ámbito doméstico, un maltratador también utiliza el miedo como forma de control: miedo al mundo, a la familia, a los amigos. Solo con él se está seguro, así genera la dependencia”.
Hay formas de perder el miedo. “Es preciso descubrir cuáles son tus miedos reales y distinguirlos de los miedos externos. No es fácil, pero hay que tratar de diferenciar cuándo ese miedo está justificado o conecta con tu raíz y cuándo hay detrás alguien interesado”, concluye Muiño.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.