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El no ya lo tienes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Disparen al humorista

Estaba en la presentación del libro 'Disparen al humorista', de Darío Adanti, cuando salió el caso de Cassandra Vera. ¿Cómo era posible que se condenara a esa persona por unos “chistes” publicados en Twitter?

El humorista Darío Adanti, fotografiado en el hotel de Las Letras de Madrid.
El humorista Darío Adanti, fotografiado en el hotel de Las Letras de Madrid. Luis Sevillano

Estaba en la presentación del libro Disparen al humorista, de Darío Adanti, muy bien presentado por Marta Fernández y Francisco Nixon. Argumentaban ellos —y Darío asentía en silencio— que el humor es ficción y, por lo tanto, no debe tener límites. Salió el caso de Cassandra Vera, expresaron —los conductores del acto— su indignación. ¿Cómo era posible que se condenara a esa persona por unos “chistes” publicados en Twitter? Darío se encogía de hombros, reía perplejo; era una vergüenza, desde luego. Todos estábamos de acuerdo. Pero entonces, como poseído por un ente extraño, transmutado en un neocon febril —con el labio perlado—, levanté la mano y de mi boca brotaron frases como: “El humor se basa en la complicidad, las bromas que se hacen en privado no deben hacerse en el ámbito público; la gente debe responsabilizarse de sus chistes en Twitter; es mejor no publicar ciertas cosas si se pueden malinterpretar; uno de los problemas de la sociedad occidental es la vanidad y la falta de pudor; todos los jerséis hacen bolas; el humor solo lo pueden practicar los profesionales y no los diletantes; lo que come el mulo caga el culo”.

¡Yo no sabía que me había pasado! Pero se montó una buena zapatiesta: se mesaron barbas; se rasgaron vestiduras; me tiraron algún mocasín… de todo pasó. Busqué con la mirada a Darío; negaba con la cabeza hierático, entonces me fijé en mis sobacos, de ellos salieron volando sendos periquitos… En ese momento me desperté sudando y gritando. Había sido todo un sueño… por supuesto, en la realidad Darío —en su calidad de bonaerense— no hubiera dejado hablar a nadie.

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