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El cosmos, el folk y una historia de amor que dura 50 años

Donovan, el Dylan británico, cumple 71 años junto a su mujer Linda, su obsesión por Júpiter y un puñado de canciones influyentes

Donovan posa para ICON. Y no, nosotros tampoco sabemos qué es lo que le hacía tan feliz en ese momento, pero podemos asegurar que fuera lo que fuera no estaba allí.
Donovan posa para ICON. Y no, nosotros tampoco sabemos qué es lo que le hacía tan feliz en ese momento, pero podemos asegurar que fuera lo que fuera no estaba allí.Gianfranco Tripodo

Donovan quiere que le advierta de que Júpiter ha entrado en Libra. O al revés, no me ha quedado claro. Según el cantautor escocés, usted no debería preocuparse tanto por Trump o el Brexit. Céntrese en esta conexión cósmica. Cito textualmente: “Si en los próximos meses no conectamos con nuestro yo interior, tenemos un problema”. Aunque no resulta fácil entender cuál. Efectivamente, con 71 años, Donovan Leitch sigue siendo más jipi que tocar la flauta travesera en un prado mirando un arcoíris. Advenedizo no es.

Este es el hombre que en 1967 acompañó a los Beatles a un ashram en Rishikesh, India. “Fuimos a estudiar con el Maharishi Mahesh Yogi, pero éramos superestrellas y nos siguieron periodistas y televisiones de todo el mundo. Tuvieron que mandar al ejército a echarlos. Un día John [Lennon] se estaba lavando el pelo en un estanque de la selva y descubrió a un fotógrafo espiándole. Salió corriendo tras él: ‘¡Ven aquí, cabrón! ¡Como te pille te vas a enterar!’. No era el mejor ambiente para la meditación trascendental”.

"Soy el heredero de una tradición de poetas bohemios. De Keats y Shelley. Posiblemente su reencarnación. No puedo quejarme de nada. Lo que no consiga aquí lo lograré en mi próxima vida”

Lo cuenta en un hotel de Madrid, en medio de una gira que repasa sus 50 años de trayectoria. Una historia que comienza cuando Sunshine Superman colocó en 1966 a este escocés proveniente del folk en el número uno de EE UU. “Mi disco abrió las puertas para todo. Le dijo al mundo: ‘No hay reglas, haz lo que quieras”. Exagera, pero en los sesenta fue parte de la vanguardia psicodélica. Se le considera, él mismo lo hace, instigador de discos como Sgt. Pepper’s y enseñó a los Beatles arpegios que usaron en su White album.

Famoso a ambos lados del Atlántico, se le vendió como la respuesta británica a Bob Dylan, pero al Nobel de literatura no parecía hacerle mucha gracia la comparación. En el documental Don’t look back están registradas muchas de las burlas que le dedicó. “No le copié. A él le gustaba Woody Guthrie y le copió la gorra y la armónica. Y de repente aparezco yo, un chaval de Glasgow también con gorra y armónica. La verdad es que había cientos como nosotros, pero fuimos los únicos famosos. No sé si le enfadó, le preocupó o le divirtió. Ya no tiene importancia”.

Donovan y Linda Lawrence con su hijo Julian en 1970. La pareja todavía sigue junta hoy.
Donovan y Linda Lawrence con su hijo Julian en 1970. La pareja todavía sigue junta hoy.Cordon

Su problema era ser la cara amable de la contracultura. Con una voz tan dulce que en ocasiones parecía un niño de coro, en España su gran éxito fue la versión de Colours que grabó con Mocedades. Dicen que otro de sus éxitos, Mellow yellow, habla de las presuntas capacidades alucinógenas de la piel de plátano, pero de una forma tan blanda que la perpetra hasta Abraham Mateo.

Su aportación al pop se reduce al periodo entre 1962 y 1969. Que ya es. En los setenta, cuando los nombres que pueblan su conversación se convertían en superestrellas, su figura se desvaneció. “Publiqué nueve discos en aquella década”, rebate con un deje de tristeza. “Pero en realidad no veía mi obra como una carrera y en 1969, mi labor, la invasión de la cultura popular por la bohemia, había terminado. Fue un momento duro, porque estaba solo. Me había enamorado de Linda [Lawrence] en el 65, pero la fama destruyó las parejas. Todas. Nos habíamos separado y Linda tuvo un hijo con Brian Jones [componente de los Stones fallecido en 1969]. A principios de los setenta me fui de gira a Japón. A los dos meses me miré al espejo y no me reconocí. Me di cuenta de que todo había acabado para mí. Volví a Inglaterra y alquilé un cottage. No había nadie, todos estaban en una fiesta de tres días en casa de Eric Clapton. Yo me sentía morir, dormía en los bosques. Una mañana llegó un coche. Conducía la chica de Clapton: “¡Don!, ¿Cómo estás? Vengo con alguien que conoces’. Y apareció Linda. No nos hemos separado desde entonces”. Llevan 50 años juntos.

Convertido en un hombre de familia, pasó años volviendo a asentarse en la Tierra. “Me vi metido en disputas legales porque me debían millones de dólares. Seguí haciendo discos, pero no giras”. ¿Se arrepiente? “¿De qué? Soy el heredero de una tradición de poetas bohemios. De Keats o Shelley. Posiblemente su reencarnación. No puedo quejarme de nada, lo que no consiga aquí lo conseguiré en mi próxima vida”.

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