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El no ya lo tienes
Columna
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Diez veces gracias a mi primo

Le he escrito esta carta abierta, para que sepa todo lo que le quiero

Getty Images

A veces Dios nos bendice poniendo a nuestro lado a una persona especial. En mi caso es mi primo —que, además, es mi mánager—. Le he escrito esta carta abierta, para que sepa todo lo que le quiero.

Querido primo,

Llevamos tanto tiempo juntos… desde niños somos inseparables. Recuerdo cuando te visitaba en el pueblo y nos íbamos a jugar al campo y en un momento dado fingías que nos habíamos perdido y hasta que no me veías llorando como una magdalena no me decías que había sido todo una broma. ¡Cuántas aventuras juntos! Y hasta ahora. Muchas veces pienso la suerte que tengo de tenerte cerca. Quiero aprovechar para darte las gracias por todo lo que haces por mí. Cuando, por ejemplo, remarcas las frases que tú consideras importantes dándome toquecetes con el dedito, gracias. Cuando estamos en un restaurante y antes de pedir ya te has comido el pan, gracias —por cierto, aprovecho para decirte que el pan que te corresponde es el que está situado a la izquierda—. Cuando, después de haberme dado la matraca con tus bromillas de chichinabo, desconectas sin pudor al compartir mis preocupaciones contigo, gracias. Cuando te apropias de lo que acabo de decir y me lo presentas acto seguido como ideas tuyas, gracias. Cuando trufas las conversaciones con frases hechas: “Cada persona es un mundo”, “arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”, “nunca digas de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre” o “dinero llama a dinero”, gracias. O simplemente cuando después de compartir un momento de silencio contigo me das una palmada —fuerte— en la espalda y me gritas: “¿Qué te pasa? ¡Que estás mu callao!”, gracias.

Por todo esto y por muchas cosas que me callo: gracias, gracias, gracias.

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